The Walkmen en la Sala Ramdall

La capital española estaba expectante por la primera visita de The Walkmen. Ya sólo esto sorprende, ¿qué ha debido de pasar para que una banda de reconocimiento internacional, con seis álbumes bajo sus espaldas, nunca haya pisado Madrid? Pues lo que vimos ayer, que para la desgracia de los madrileños, esta banda no llenó su bolo. La Sala Ramdall vió como la mitad de su aforo estaba ausente, con un aforo incluso menor que con We Have Band, sin menospreciar  el hecho de que ayer presenciamos un momento de traición entre promotoras solapando con The Wedding Present, Vampire Weekend y The Drums. Aun así, sigo todavía asombrado.

El quinteto neoyorquino nos mostró desde el principio que el planteamiento del concierto iba a ser familiar y cercano. Ni grandes luces, ni miradas de superioridad, ni indumentaria de alternativo de manual. Lo suyo es americana de buen regusto y sin ningún aditivo. Comenzaron con puntualidad inglesa y ya, en su tercera canción, atacaron con Angela Surf City, primer single de su último disco, Lisbon. Bajo la voz desgarrada, cálida e imperiosa de Hamilton Leithauser, las canciones adquirían una dimensionalidad pasmosa y la fabulosa sincronía de batería, piano, guitarra y bajo era perfecta. A partir de entonces, los espectadores comenzaron a entregarse a la euforia con que eran cantadas cada una de las composiciones, ya disipados los temores de muchos sobre una mala acústica que destruyese la cita.

Dado que se trataba de la primera visita, el protagonismo de Lisbon fue aplastante, destacando Juvenales, Blue As Your Blood y Victory, con leves escarceos a sus anteriores trabajos sin olvidar himnos como The Rat. Nos presentaron dos canciones nuevas, que no desentonaban entre sus últimos temas. El primero, con un protagonismo de cuerdas,  y el segundo, casi desnudo, cantado a capela prácticamente, que fueron muy aplaudidos en las primeras filas.

The Walkmen estuvieron totalmente entregados y conquistaron finalmente a un público que tenía muy pocas ganas de bailar. Nos dieron un constante ejemplo de humildad y sinceridad, sonando, porque no decirlo, apoteósicos. Finalizaron con tres bises, siendo el último, un tema limpio de impulso instrumental, una balada tierna y cautivadora para conquistar nuestros pequeños corazoncitos. El mío, inevitablemente, lo hicieron.

Puntuación: 9.5

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