James Blake – James Blake
A nadie se le escapa que James Blake se ha convertido en pocos meses en uno de los niños mimados de la prensa indie internacional. Dos cortos que presentaban sus intenciones de aunar y renovar lo mejor de la electrónica autóctona de las dos últimas décadas (desde Massive Attack a Burial) han tenido la culpa. Tales han sido las expectativas que hasta ha fichado con una gran multinacional. Quizás se ha debido a que su debut se desmarcaba hasta cierto punto de lo que habíamos escuchado de este imberbe de 22 años con anterioridad. Desde que estrenase la enorme versión de Feist ‘Limit to your love’, el factor soul comenzó a plantearse como una base importante de su obra. Con su disco homónimo lo hemos constatado del todo; decepción para algunos que esperaban una forma y sobre todo un contenido más sintético.
Sin embargo, una cosa es no respetar del todo la continuidad y otra no cumplir las expectativas, aunque se encuentren en un plano parcialmente distinto. La exuberancia dubstep de ‘CMYK’ o los paisajes astrales de ‘I only know (what I know no)’ han dejado de ser los protagonistas absolutos de la función, y solo podremos paladearlos de manera más o menos contundente en ‘The wilhelm scream’ o ‘I mind’. El resto del conjunto se decanta por la música negra de influencias más clásicas con barniz de modernidad electrónica, otorgando al piano una sutil pero efectiva presencia.
Como ya descubrimos en el cover de la canadiense, James se destapa como un gran intérprete, terso y profundo, rasgo que pudimos comprobar a duras penas en Klavierwerke y CMYK, que se basaban más en efectos vocales sintetizados o entrecortados. Algo que también percibimos fue como el espíritu de Antony Hegarty se apoderaba de la interpretación de James, rasgo que se acentúa en el debut en temas como ‘Give me my mouth’. Por otro lado el uso del autotune en pistas como ‘Lindisfarme I’ recuerdan al celebrado ‘Lost in the woods’ de Bon Iver (aún más conocido gracias a Kanye West); mientras que en ‘Mesurements’ podemos contemplar influencias del pop pastoral más genuino.
James Blake navega (pero no naufraga) entre la delicadeza y la opresión, la tensión de ciertas atmósferas y el extremismo vocal, la oscuridad y lo acogedor. De primeras puede resultar un álbum algo monótono y lineal, pero pronto percibiremos que la supuesta limitación de recursos acaba convirtiéndose en un inteligente uso de los mismos que hacen de su primer disco una demostración absolutamente constatada del talento del inglés. Otra cosa es que, como comentaba, te quedes con lo que ya pudimos disfrutar en 2010.
Puntuación: 7,5/10 | Escúchalo: spotify