Reivindicando a… OBK

No me miréis así, OBK no estarán a la altura de Depeche Mode (ya les gustaría), de los que son fans confesos, pero ¿cuantos grupos de techno-pop comerciales podemos recordar de nacionalidad española? Fangoria y deja de contar (con origen indie hay que recordar). Y no me refiero a meter un sinte por ahí y a correr, sino el tomárselo en serio como género (aunque los resultados no estuviesen a la altura de un Violator).

Los discos eran bastante decentes, y aunque han envejecido un poco mal en cuestión de sonido (sin contar Babylon, que no se conserva del todo mal), suponían una brisa de aire fresco ante el panorama atestado de guitarras clónicas con arreglos de manual que nos trajeron los noventa. La producción, aunque al consumidor medio de música mainstream le resbale, era uno de los highlights de Jordi y Miguel, con bastantes matices y sin que sonase a banda de feria. Porque como ya comentamos con anterioridad, el tema de la producción es una de las asignaturas pendientes de la música española en general, y de la comercial en particular, y OBK no lo descuidaban generalmente.

Una de los mejores valuartes del dúo son los vídeos, destacando los de Juan Antonio Bayona (‘Quiéreme otra vez’ el mejor sin duda). Otro aspecto más que les hacía despuntar entre la mediocridad audiovisual de los últimos veinte años en España. Quizás si el panorama no fuese el que es no destacarían en absoluto, pero ya sabemos que en el país de los ciegos el tuerto es el rey. Aún así no podemos quitarles el mérito de haber arrojado cierta luz al desalentador catálogo musical de los últimos veinte años.

Ahora se disponen a sacar un recopilatorio donde revisitan sus grandes éxitos como hace poco ya hicieron Fangoria con nuevas versiones adaptadas a un sonido más actual. Es decir, a vivir de las rentas. No importa, siempre nos quedarán temas que todos hemos vivido como ‘Historias de amor’, ‘De que me sirve llorar’ o ‘El cielo no entiende’ (yo me quedo con otros menores como ‘Yo se que no (extrapop remix)’ o ‘La herida’). Tampoco podré olvidar el concierto al que asistí a los deiciseis años (añitos no, Dani Martín), con el que disfruté como un enano de un show tan básico como efectivo. Llamadme poco objetivo, pero ese tipo de recuerdos marcan. Para bien o para mal, pero marcan.

jarto

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