Primavera Sound: crónica del sábado
De vuelta al Forum empezamos la tarde con el sueco más yankee del momento. The Tallest Man on Earth interpretó con su habitual carisma y desparpajo hipnotizador los mejores temas de sus dos trabajos y de su más reciente EP. Su característica voz (tan amada como odiada) y su exigua anatomía se hizo enorme a pesar de la sobredimensionada cúpula que le cubría. No es lo mismo que verle en el Teatro Lara, ya que faltaba esa nocturnidad e introspección, pero aún así supo hacerse valer con un sobresaliente directo. Canela fina.
Fleet Foxes, que presentaban su gran último álbum (aunque se trataba de la primera vez que tocaban en España), era una de las bandas más esperadas del festival, y por eso la organización decidió adelantar su actuación para que no coincidiese con el partido del fin del mundo (modo irónico off). A veces nos costaba recordar que nos encontrábamos en un festival sólo de música. En fin, volvamos a lo nuestro. El directo comenzó de manera deficiente a nivel sonoro por los ya mentados bajos del escenario San Miguel, problema que poco a poco se fue solventando. A su favor hay que decir que reflejaron casi todos los matices de sus discos y que las armonías vocales se mantenían casi al mismo nivel. Pero algo fallaba; el entorno festivalero no ayudaba (quizás en el auditori…) y la banda carecía de cierta pasión que sí imprime en sus discos. O puede que las expectativas fueran demasiado altas. Tampoco nos podemos quejar, ya que poco a poco fueron tejiendo un directo que ya les gustaría a muchos veteranos.
La británica (y más con su último álbum) esperó a la finalización del partido para surgir como una aparición casi espectral sobre el escenario. Desplegando el buen gusto musical de su celebrado Let England Shake, el sonido del escenario San Miguel que tantos quebraderos había dado se tornaba perfecto para arropar el setlist de Pj Harvey, ella de blanco y con plumas en la cabeza a un lado y su banda al otro. La actitud la tiene, la voz, las canciones; aunque para el fan poco hardcore podía resultar algo monótono. Incluso se oyó alguna queja sobre la escasa presencia de su vena más rockera. Te guste más o menos la ya cuarentona (pero que guapa estaba, oigan), pocos peros se le pudo poner cuando recorre por sus venas tanto talento y buenas maneras. Envidia de muchas (y muchos) por mantenerse en lo más alto casi durante veinte años (y los que quedan).
Mogwai tocaban en nuestro amado escenario Llevant (modo irónico de nuevo off), y como nos tienen ya acostumbrados, su directo apabullaba con su post-rock de alto standing. Presentado su Hardcore Will Never Die, But You Will y alternando con temas (por llamarlos de alguna manera) de otros discos, la banda cumplía con soltura lo que se esperaba de ellos e incluso se superaban. A título personal me quedo con su lado más atmosférico, con momentos absolutamente etéreos y elevados como ‘How to be a werewolf’, con una proyección de los verdes paisajes escoceses (suponemos) con el que casi cabía replantearse tu propia existencia. Y si un grupo puede llevarnos tan lejos, es que no son moco de pavo. Escapismo del bueno.
Animal Collective era sin duda uno de los platos fuertes del festival, por lo que llegamos bastante antes para coger buen sitio y disfrutar de la mejor escuela psych-pop. El chasco comenzó de la mano de (por decimo octava vez…) los malditos bajos del escenario San Miguel, que retumbaban de lo lindo (aunque Pj Harvey no los sufrió, por lo que da que pensar…). El sonido no era del todo claro, no envolvía cada milímetro de nuestras leves anatomías, no nos obligaba a mover los brazos de un lado a otro con los ojos cerrados. Ni con los temas más populares (el mejor: ‘Brothersport’). Que esa es otra: los nuevos temas se convirtieron en el leit motiv y no ayudaban a caldear un ambiente de cierto sopor (salvo para los guiris hasta arriba de M). Quizás en estudio sean una pasada (lo comprobaremos en próximos meses), pero a las dos y pico se nos antojaban insufucientes. Un directo demasiado difuso para resultar cautivador (como rezábamos).
Al estar el Ray-Ban al ladito, dimos un par de pasos y disfrutamos del directo de una banda que presentaban un correcto debut. No esperábamos lo mejor de Holy Ghost!, pero sorprendidos nos hallamos al encontramos con un show competente, divertido y sobre todo bailable (que bien hacía falta tras la decepción de Animal Collective). Sus ritmos de la factoría DFA mezclados con sintes ochenteros movieron a la masa hasta la extenuación, con un sonido pulcro y cristalino. Corto pero intenso, era necesaria una pildorita como ésta para levantar los ánimos.
Como broche final nos pusimos en marcha hacia la ecléctica sesión de Dj Coco. Con medio foso con la cara pintada de azul fluorescente (por obra y gracia de un único individuo), la gente se retorcía al ritmo del más variopinto catálogo que incluía hits indies de ayer y de hoy pero también éxitos mainstream de toda la vida. Destacamos la traca final con temas de corte AOR, terminando con el himno que Glee ha vuelto a poner de moda, la gran ‘Don’t stop beliving’ de Journey. Ideal para acabar el festival desgañitado.
jarto / fotos: Inma Varandela, Primavera Sound