Animal Collective en La Riviera, Madrid
Ya pudisteis comprobar en nuestra crónica del Primavera Sound (y en muchas otras) que el concierto del de nuevo cuarteto se nos antojó bastante difuso y con un sonido muy mejorable (aunque el escenario San Miguel no destacaba por la limpieza sonora). Nos fuimos bastante decepcionados de uno de los supuestos highlights del festival, por lo que lo más lógico era pensar: ’Ey, Animal Collective, nos debéis una’. Dicho y hecho. O casi.
Para la gente que esperaba un torrente de éxitos, especialmente del celebrado Merriweather Post Pavillion, no quedarían demasiado satisfechos cuando no tocaron ni tantos hits ni todos los temas esperables. En realidad el grueso del concierto se basaba en nuevo material que en principio se incluirá en su próximo nuevo disco. Resulta comprensible que defiendan la novedad porque si ellos no lo hacen quién lo va a hacer, pero por otra parte siempre se ha de tener en cuenta al público como leit motiv de un concierto. Y es verdad que hay ciertas personas que no merecen el concepto ‘hit tras hit’ (aquellas que van a un concierto de MGMT, cantan ‘Kids’ y ‘Time to pretend’ y fin), pero tampoco hay que jactarse con tal exceso de egocentrismo.
Si no tenemos en cuenta este por otra parte importante factor, lo que pudimos vivir fue un directo mucho más cohesionado y contundente que el que vimos hace un par de meses. El público vibró, como era de esperar, con ‘Brothersport’ y ‘Summer clothes’ y aunque el resto de temas eran nuevos o no tan conocidos, la recepción era bastante buena (al menos en las primeras filas). También hubo guiños a su pasado con ‘Did you see the words’ o ‘We tigers’, que los más melómanos disfrutaron con algarabía. Y sí, falto su posiblemente mejor canción, la enorme ‘My girls’, cosa que por otra parte esperábamos después del Primavera Sound. Otra vez será.
Los cuatro son unos profesionales, se compenetran muy bien y saben reflejar la complejidad musical de sus temas sobre el escenario, pero la empatía con el público también es importante. La interacción era más bien nula (aunque hay bandas que no dicen ni pío y conectan al cien por cien) y en algunos momentos parecía que tocaban para ellos mismos. Esperamos que no se hayan endiosado por ocupar el olimpo de la música indie. En cualquier caso, a pesar de todo el directo de la banda es muy competente y a veces hasta mágico, pero no deben descuidar los aspectos ya mentados.
jarto / foto: Samuel Sanchez, El País