Florrie en la Sala Ramdall, Madrid

Cuando el año pasado hablamos de Florrie por primera vez, pensamos en algo más que en el prototipo de popstar, aunque nunca esperamos encontrarnos con tanto buen hacer como ayer noche en Madrid. Ya de primeras conocíamos su historia de mandar a freír espárragos a Xenomania (donde ejerció de batería para algunos proyectos) para que le acompañasen en las labores de producción, y que decidió montárselo por sí misma, con bastantes perdidas a nivel monetario que cubría con los mayores beneficios que obtenía y obtiene del mundo de la moda. Además es guapa y compone ella misma, pero el directo era un tema que para los españoles aún estaba en el aire.

La esbelta chica subió al escenario absolutamente guapísima, arrebatadora, pero también dulce, casi tímida. Comienzan los compases del primer tema, Panic Attack, y parece que le cuesta soltarse, pero es ir sucediéndose los temas y la rubia se va adueñando de la velada. Y en el momento que se desata con la segunda batería, ya no hay duda de que está disfrutando como la que más, igual que nosotros. Vocalmente también da la talla, salvo algún lapsus como Speed of light, y su pericia con la mentada batería y la guitarra también. Habrá quién puede que se sorprenda por dos cosas: que una chica tan mona tenga tal talento más allá de la pasarela; y que el aire dance-pop de su música incluya tanto instrumento real. Efectivamente, iba acompañada de un batería, una teclista, un bajista, un guitarrista y ella misma cuando tomaba el control de la batería y guitarra. Cero enlatado; música vivita y coleando.

En cuestión se setlist interpretó la mayoría de temas que conocemos hasta ahora. Left to late no pierde un ápice de emoción y fuerza en directo; Summer nights y She always gets what she wants son una auténtica fiesta ideales para el verano; y temas como Experimenting with rugs o Gime meyour love ganan enteros respecto a su versión en estudio. Se echó de menos el cover de Sunday Girl, pero sobre todo I took a little something, una de las mejores canciones del año y la más grande de su repertorio (al menos para un servidor y para Popjustice), algo incomprensible teniendo en cuenta que ha sido single y es de las más populares (la tercera en Spotify). Lo que en otra situación hubiese provocado una gran decepción, en un concierto tan divertido, disfrutable y cero insustancial hasta daba igual. Además, ella es tan profesional y simpática (al final estuvo charlando con todo el que se le acercase) que es imposible querer ponerle tres velas negras por esta injustificada ausencia.

Florrie lo tiene todo para ser la popstar definitiva, pero el mundo prefiere seguir haciendo caso a Katy Perry o Jennifer Lopez, que nos divierten durante cinco minutos pero que no les pondríamos un piso. A Florrie sí, y con jacuzzi incluido. La inglesa no necesita de coreografías imposibles, focos a tutiplen o plataformas de sube y baja: con las canciones le vale y le sobra. Esperemos que vuelva pronto, y si puede ser para algún festival veraniego mejor que mejor, salvo que crean que se trata de una petarda al uso y prefieran contratar a Editors por decimo octava vez.

texto: jarto / fotos: Tito Manu

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