Panda Bear – Tomboy

Ahora que termina el año, puede que sea el momento de que hagamos la crítica del que ha sido, sin lugar a dudas, uno de los discos del año, tanto por calidad como por relevancia. Se habló muchísimo de él, no con demasiada polémica, y tal vez, dejando de lado problemas que planteaba.

Empecemos con una comparativa. Panda Bear calificó Tomboy de oscuro antes de que saliera: que era un disco oscuro. No entraré en la problemática inherente de llamar a un disco oscuro: “oscuro” sólo quiere decir que no deja ver nada, que no se ve, o que es difícil ver a través de él, o que es tan difícil ver que hay que esforzarse por ver. Pero aceptado la vaguedad del lenguaje –jugando con esa vaguedad–, intuitivamente parece que, en efecto, es oscuro. A su vez Avey Tare, compañero de fatigas en Animal Collective, sacó meses antes su propia entrega oscura, Down There. La comparativa parece realmente interesante entre dos discos tan distintos y dos personas tan cercanas.

A primera vista el disco de Panda Bear, por su fuerte dosis de melancolía –dosis no desprovista de nostalgia, cómo así fue también, en su faceta más alegre, en Person Pitch– podría parecer más oscuro. Pero el disco de Avey Tare es también oscuro en su primera oída, aunque en algún otro sentido, porque la voz de Avey Tare juega más, sube y baja corriendo como siempre lo hace en los discos de Animal Collective. Y la electrónica de Down There también puede dar paso al baile –en los dos casos a veces querríamos bailar–. Pero el fondo del disco de Avey Tare es, en verdad, más grave: nos resulta más catastrofista en todos los sentidos.

Los dos resultan oscuros en su conjunto. El Panda Bear de Tomboy consigue su densidad en la insistencia de las guitarras – es un disco donde la guitarra está muy presente como en el corte de “Tomboy”– o en la insistencia en la forma electrónica y en el alargamiento insistente, repetición e insistencia que juega a favor del recuerdo nostálgico (ya no alucinógeno como en Person Pitch aunque sí imaginamos un espacio humeante, que no deja ver bien: oscuro –pero que es ahora un humo del reposo–); el de Avey Tare es, por el contrario, más doloroso, mucho más inquieto por una preocupación extraña, por un dolor que no se comprende, más lacrimógeno, incluso. ¿Qué estarían viviendo estos dos para sentir una oscuridad tan distinta y emparentada en lo musical? Emparentada porque, ¿no se mantiene para ambos una influencia fundamental y visible de los Beach Boys?

El disco es formidable, sugerente y variado pero no sé si cabría hablar de una superación frente al hipnótico Person Pitch. De hecho, también intuitivamente (porque la oscuridad impide ver) pensamos que no supera la riqueza de Person Pitch. Una idea fundamental sostiene esta intuición: Tomboy es un disco más de temas, de temas realmente extraordinarios como lo son “Slow Motion”, “Surfer’s Hymn”, “Last Night At The Jetty”, “Alsatian Darn” o “Afterburner” por sólo decir algunos, pero que no construyen un todo tan cohesionado como podía ser Person Pitch, donde ese ligazón era mucho más fuerte y ahora resulta en Tomboy más débil –y eso que el sonido general de los temas es mucho más similar–. Ahora bien, Tomboy suma en la carrera de Panda Bear algo fundamental: es una oscuridad no difícil –en este jardín de lo difícil sí que no voy a entrar– como sí lo eran las primeras grabaciones de Animal Collective. Tomboy nos permite observar el juego visible y oscuro de Panda Bear: nostálgico y, sobre todo, melancólico.

Puntuación: 9/10 | Escúchalo: Spotify

Carlos Bueno

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