Despropósitos 2011 (VIII): el catalizador Sinde

Del tema ya os hablamos a principios del año pasado, nada nuevo bajo el sol, pero en una recopilación de lo más olvidable de 2011 no podía faltar. La ley Sinde (o ex ley Sinde, como prefiráis) volvió a sacar a la palestra durante 2011 (y lo seguirá haciendo) la escasa flexibilidad y amplitud de miras de los nombrados no se sabe por quien élite cultural del país. Es comprensible: el final del modelo que conocen y comparten está en estado terminal. Intentan reanimarlo,  culpan a la piratería de todos sus males y no se dan cuenta que la enfermedad no es sólo la que ellos creen, sino el estancamiento en lo que nunca se debió convertir el mundo del espectáculo en general y el de la música en particular.

El poco respeto hacia el consumidor del que normalmente hace gala el mercado mainstream fue dinamitado; y aunque hubo un sector del público que siguió tragando (y seguirá tragando), un buen porcentaje no se sentía identificado con semejante estercolero cultural y se tuvo que buscar las castañas en nuevas propuestas ajenas a la radiofórmula. Las posturas se radicalizaron, la calidad se rebajó aún más y la credibilidad de estos ‘artistas’ pendía de un hilo. El debate entre estos y ciudadanos que generó la ley Sinde representó la tijera que definitivamente lo cortó. Todo el mundo es libre de opinar, pero que se atengan a las consecuencias. Si desde el minuto uno reniegan de ninguna posibilidad de consenso entre las partes, ¿qué quieren que pensemos?

Algunos ya nos preguntábamos, ¿cómo tenían la cara de defender una ley que salvaguarda la creación del artista cuando de eso les queda bien poco? El arte es subjetivo, dirán algunos. Ese argumento se desmorona cuando no tienen ni la decencia de variar los esquemas que les hicieron reventar las listas en el pasado. Y sí, hay cosas como Juan Magán que no se pueden salvar ni desde el punto de vista más casposo o despreocupado. Si no es un hecho casi científico poco le queda. ¿Qué quiere defender Alejandro Sanz si lleva años lanzando la misma canción? ¿O Rosario que sólo publica refritos? Hay que tener bastante poca vergüenza. Al menos si se defiende algo, hay que contar con una base sólida y su obra deberá aportar algo más que dinero en su cada vez menos abultada cartera. Porque el arte alimenta intelectual y espiritualmente a la sociedad, y lo suyo no llega ni a fast food cultural.

jarto

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