Peaking Lights – 936

Llega Peaking Lights con 936 bajo el brazo, un disco que responde a muchos géneros y sub-géneros que están en boga actualmente en la escena independiente y que están entre los que están dotando de variedad y novedad al paisaje musical actual. 936 –nombre que tiene algo de cabalístico, como extraído de la numerología– es, sobre todo, un disco de dub con mucho pop. En esta mezcla se suma también una cantidad ingente de lo-fi a la que le saca el dúo mucho partido (con lo que el glo-fi también parece tener cabida, claro está), algo de ambient en la estrategia tomada para componer los temas y, al mismo tiempo, una buena cantidad de psicodelia en los teclados a la que se une una influencia bastante interesante proveniente de los 80 en el carácter de la voz de la cantante y en sus bajos.

Más en detalle, este disco está sustentado en una caja de ritmos y una línea de bajo prácticamente invariable –una vez comenzado el corte– para que luego los delgados teclados de Aaron Coyes y la voz de Indra Dunis en distintas medidas y proporciones, bajo una cortina de reverb, desarrollen lo que vamos a oír. Ese será, invariablemente, el modus operandi. Veremos también cómo se suma una guitarra que viene y va haciendo arreglos como, por ejemplo, en el segundo corte del album. Así, Peaking Lights, consiguen un ambiente de alienante diversión, de simplicidad dramática, una especie de viaje a través del subconsciente, suponemos.

De hecho, habría que señalar que no estamos seguros de qué nos quieren contar o transmitir exactamente Peaking Lights en este nuevo trabajo. Generan un espacio particular, especialmente, con sus cortes más largos (este disco no esconde que parece tener sus momentos álgidos y su preferencia en los temas largos y de hecho es un disco de sólo siete temas de los que cuatro rondan los siete minutos), pero no parece llegar a buen puerto esa sensación o intuición que parecen querer mostrarnos. Afinemos: no es tampoco exactamente eso. Termina el corte y uno está satisfecho con lo que ha oído, pero no parece que pueda describir lo que ha oído, ni sabe que sensaciones le ha transmitido. Pero no porque lo creado sea inexpresable, eso a lo que apunta y pretende la música –decir algo que no puede ser dicho de otro modo–, sino que no sabemos, en definitiva, si han querido o han podido transmitirnos algo. Porque este disco parece querer ser divertido e, insisto, alienante: no quieren que haya alegría y jolgorio y se disfruta con mucha facilidad. Es sencillo con un ambiente desasosegante. Por todo lo dicho, la amalgama con la que construyen este disco parece bastante confusa y mucho más si incluimos las letras en la ecuación. Creemos que tal vez parece que no han querido decidirse por la idea que quieren transmitir, que sólo han querido jugar con los elementos y al oído estaban bien. Pero el juego puede salir mal, ser excesivamente superfluo. Y es por eso que estos largos cortes que pretenden tenernos embriagados, que debíamos perseguir como zombies lisérgicos, en realidad, en ocasiones, ocurra que, al detenernos en la escucha, perdamos el interés en ellos.

Y luego, con una voz como la que suena, uno piensa que no hay que subestimar la influencia de las cantantes de alguien tan imaginativo y sorprendente como fue Siouxsie en la época de los grandiosos discos de pop como Nocturne o Hyaena con los Banshees (véase, por ejemplo, un tema como “Birds of Paradise (Dub Version)” que me parece casi un homenaje a los Banshees en versión larga y, claro está, dub). Aquí reside un importante acierto: regenerar ese modo de cantar fenomenal, con múltiples variantes y tremendamente personal que procuró tener Siouxsie.

Porque el dub en la actualidad, como género, merece también que abramos otro paréntesis; un paréntesis para no meter demasiado la pata pero queriendo iniciar una discusión. Porque, ¿qué demonios es en realidad el dub para ellos y nosotros que vivimos fuera de la escena jamaicana dónde se creó? ¿No es acaso ya una forma más del pop –sí, con raíces reggaes pero ya muy ocultas, como puede tener, y esto se percibe con claridad en sus conciertos, Washed Out influencia dub o reggae en su base–, con rítmicas realizadas casi siempre con cajas de ritmos, primando los teclados, reduciéndolo todo a su esencia? ¿No fue esa la estrategia del new-wave? ¿No tiene eso mucho que ver con el pop de los 80 si exceptuamos la parte rítmica? ¿No debería tener ya esto otro nombre? Tal vez sea mucho decir, sólo queremos dejar la discusión sobre el tapete.

Nos parece que la influencia de los 80 debería tenerse muy en cuenta en este disco… y sin duda suena moderno, y no nos engañemos, también en su lado peyorativo: tiene ese carácter divertido y juguetón pero también (y no se me ocurre una palabra mejor) un lado chapucero, simplón, que es el no reflexionar demasiado sobre lo que uno quiere decir –que es también lo que lo hace divertido–. Y lo peor de terminar con estas palabras algo duras es que tampoco son del todo certeras porque el disco no nos parece nada malo; y si decimos tanto es porque en parte nos tiene algo seducidos el disco, algo peculiar le ronda al sonido…

Puntuación: 6.8/10 | Escúchalo: Spotify

Carlos Bueno

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