Dolores y Cerdito en Siroco
Dolores se han posicionado en menos de un año como una de las formaciones madrileñas con mayor proyección y este rumor se manifestó en un concierto con todas las entradas vendidas, con un gran aforo del entorno familiar de sus componentes e incluso la madre de su cantante estaba posicionada en las primeras filas.
Cerdito fueron los encargados de abrir la velada. Desconocidos por muchos, a base de riffs de guitarras y cajas de ritmos lanzadas al espectador, su engranaje sonoro resultaba extremadamente falto de una identidad clara. Reverberaciones a Maga en los momentos más vocales, con una voz bastante parecida a Nacho Vegas y explosiones de improvisación noise rock semejantes a nudozurdo con cierta luminisidad, marcaron un directo llamativo pero notablemente disperso. El dúo demostraba la efusividad de acudir a la velada, con muy buenas intenciones y una cimentación de las composiciones efectiva, pero poder observar tantas similitudes embebidas en la misma propuesta, lograba un resultado contraproducentemente monótono que diezmaba su interesante discurso.
Llegaron Dolores y un aforo cada vez más familiar se adueñó de las primeras filas. Una situación entrañable y agradable, ver cómo van creciendo bandas con el apoyo y respaldo de sus amistades, siempre genera un halo de confort, que en el caso de la banda madrileña resulto adverso. Comenzaron con KRD para continuar con Fiebre De y Temblor. Bajo una batería que sonaba poderosa y riffs contudentes muy en sintonía con Odio París, su alegato de shoegaze pop adquiría grandilocuencia en los momentos más épicos, demostrando el poso en el que se fundamenta su propuesta. Sin embargo, pese a estas premisas, se mostraron tímidos y nóveles en la primera mitad. Las dotes vocales en muchas ocasiones se veían apantallados por el enramado instrumental. A ello, hay que añadir sus similitudes con Sibyl Vane, esa forma de articular pop con noise y punk, que se enfatiza en temas como No Hay Lugar o Nicho/Loft, que piden una entrega en el escenario más enérgica.
No todo estaba dicho, y a medida que el metraje continuaba, se sentían más seguros de sí mismos. Realizaron un dulce versión de Monaguillos y, desde ese momento, todo cobró sentido, además de que tenían en su manga los dos singles presentados, que son sus mejores composiciones. Volcan es pura adrenalina de punk pop delicioso y Cortafuegos, donde Dolores controlan el ritmo a la perfección y demostraron que son temas fruto de un largo proceso de trabajo. Vibrantes, intensas. Un buen final, para despedir a una banda que si lima sus asperezas, conseguirá el puesto que formaciones como Sibyl Vane no lograron. Ahora, sí es el momento.
Tito Manu