Reivindicando… Hard Candy de Madonna
El inminente MDNA de Madonna está suscitando más dudas que alegrías. Un par de singles perezosos y unas cuantas previews que tampoco entusiasman del todo (salvo excepciones) están provocando la decepción de muchos fans que ansiosos esperaban el nuevo disco de la Ciccone (luego están los talifanes, que tragan con todo). Algunos lo veían como la revitalización de su carrera después del supuestamente decepcionante Hard Candy. ¿Fue en realidad tan desastrosa su incursión discográfica de 2008? Cuatro años han pasado y la perspectiva es diferente; aparte de que el presente no augura lo mejor (habrá que esperar, pero está claro que MDNA no va a colocarse en su top de mejores álbumes).
Confessions malacostumbró a los fans (especialmente al sector gay), que después de tal chute de dance esperaban un nuevo producto del mismo corte. Pero, ¿desde cuando Madonna se repite? El álbum era notable pero no tanto como nos hicieron hacer creer (se desinflaba escandalosamente conforme avanzaba el tracklist), y por si fuera poco no ha envejecido demasiado bien (al contrario que, por ejemplo, Music). Por el contrario Hard Candy, aunque no era la fiesta padre, tampoco lo necesitaba. La producción era buena (con sus ‘peros’), las melodías rabiosamente pegadizas y el sentido lírico había mejorado considerablemente (la simpleza de Confessions rozaba lo preescolar).
El gran problema del disco, lo que también parece que sucederá con MDNA, era querer capturar la tendencia predominante, en 2008 con Timbaland, Justin y Pharrell y ahora con Solveig y Benassi (¿de qué sirve rechazar a Guetta si contratas a su hermano gemelo separado al nacer?). La intención cojeaba, porque Madonna, teóricamente, no entiende de modas, las crea. O al menos lo intenta. Lo de querer ganarse al público norteamericano con los productores más exitosos (en 2005) sonaba a desesperación y a decisión tardía para finalemente quedarse con las sobras. Y, repetimos, parece que MDNA va a seguir por el mismo camino salvo sorpresas de última hora.
Sin embargo, aunque la intención olía, el resultado de Hard Candy convencía para aquellos que podían y querían ir más allá. 4 minutes era un trallazo digan lo que digan, aunque Madonna cediese demasiado protagonismo a Justin, y Give it 2 me, a pesar de una línea de base y bajo cuestionable, reventaba la pista. Candy shop abría el disco con orgullo, había presencia de hits escondidos que debieron ser singles como Heartbeat y Beat goes on (sobre todo este último), temas de relleno que no lo eran tanto como Incredible y sus alocados cambios de ritmo o el funky estilo Prince de Dance 2 night. Hasta las baladas convencían, incluyendo ese Cry me a river 2.0 que era Devil y la semiacústica Miles Away. Sobraba algún corte (Spanish lesson no valía ni como broma kistch), pero el conjunto acertaba.
El caso es que se trata de Madonna, y de ella siempre se espera algo más, pero si lo pensamos objetivamente, ¿cuántos discos hay de r&b/urban plagados de baladas coñazo que todas suenan igual? Millones. Al menos Hard Candy era divertido, variado y colorido, más de lo que muchas divas pueden decir. Sí, no era ni es Like a Prayer, Ray of Light o Music, pero tampoco el disco mediocre que nos intentaron vender.