M83 en Razzmatazz, Barcelona
Si tuviera que resumir el concierto de M83 en la sala Razzmatazz con una sola idea, esa sería la de triunfar, tocar el cielo, haber realmente dado en el clavo. Ya de por sí era casi difícil de creer que el grupo hubiera conseguido un lleno completo e incluso que hubiera reventa en la puerta como si se tratara de un Barça – Madrid. En la sala ya se veían grupos de extranjeros, muchos de ellos franceses, que estaban apoyando a su compatriota.
Porcelain Raft salió como telonero al escenario. Hasta que no comenzó a tocar no se llegó a ver claro que la cosa iba en serio, pues es difícil imaginarse a un solo hombre aguantando el chaparrón de cubrir las espaldas a un grupo como M83. Su actuación fue un frenesí sin descanso: llevaba buena cuenta de todos los pregrabados, el teclado con los sintes, la guitarra eléctrica y los pedales de distorsión. Con una voz muy parecida a la de Brian Molko, fue cogiendo impulso a medida que avanzaba su actuación e iba introduciendo temas más bailables. Ahora se entiende, a posteriori, que todo ello era para preparar al público para lo que vendría después.
Tras el tiempo de espera y los correspondientes cambios en el escenario, aparece en escena un personaje con la careta del extraterrestre de la portada de su disco, que es el que da paso al grupo. Anthony Gonzalez, el bajista, y la chica de los teclados están colocados de una manera muy estudiada, con Anthony en el centro, con su guitarra y un gran amasijo de cables. Abren con Intro, como no podía ser de otra manera, una de las mejores canciones del año 2011 para Pitchfork. Morgan, a los teclados, hace las veces de Zola Jesus en la canción, sin desmejorarla para nada. El público está ya desde el minuto uno comiendo de la mano de la formación, totalmente entregado. Después van desgranándose temas como Graveyard Girl con modificaciones adaptadas a su directo, dotando al discurso de un empaque mucho mayor que el que albergaban en su versión de estudio.
El público no podía contener sus ganas de bailar y la euforia se respiraba en cada rincón de la sala. Cuando ya empezó a sonar Reunion, claramente una de las grandes favoritas, reforzada por ese gran espectáculo de luces, la masa enloquecida se postró totalmente a sus pies. El concierto prosiguió, con un leve balanceo entre las canciones más conocidas de su último álbum, con temas instrumentales que, todo hay que decirlo, ganan un 300% en vivo. El momento que todos esperábamos, su gran éxito Midnight City, llegó y no parecía que sonara tan estupendo como el resto de temas. Hasta el momento en el que apareció en escena un saxofonista. Ese fue el momento de delirio total, el golpe de efecto que consiguió que despegara.
Si algo quedó claro es que con ellos el espectáculo está realmente servido: el bajista, un chico joven con una energía inacabable, no paraba de marcarse bailoteos, entre ellos el celebrado movimiento de cinta de correr mientras tocaba la percusión electrónica en algunas canciones. Morgan Kibby, con una voz espectacular, estaba también totalmente entregada, bailando, tocando la pandereta y animando al público. Anthony, por su parte, funcionaba como el gran maestro de ceremonias, demostrando simpatía al dirigirse al público, y coordinando todo (tiene toda la pinta de ser un fanático del control). Si alguien tiene oportunidad de verlos en algún festival este verano, que se quite los miedos de estar viendo al típico grupo de dream pop porque esto es una gran fiesta, no tiene nada que ver.
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