Paul Kalkbrenner en Sant Jordi Club, Barcelona

Pocos artistas pueden presumir de reunir bajo un mismo techo a gente de distintos estilos, procedencia, clases sociales o (ponga aquí el factor divisor que desee). Paul Kalkbrenner es uno de ellos.

Y es que el único motivo que logró reunir el pasado viernes en un espacio relativamente pequeño a gente tan diferente entre sí era la música que el alemán nos iba a ofrecer. Su particular democratización del techno, que deja de ser para sibaritas berlineses o «gente chunga que se mete de todo», goza de aceptación mundial gracias al papel protagonista de Kalkbrenner en el film Berlin Calling, que acercaba la cultura de clubs berlinesa al común de los mortales.

La receta de Kalkbrenner es sencilla: el alemán manufactura un techno profundo, melódico, contundente, y directo. Y todos los que estábamos en el Sant Jordi Club (la sala de medio formato anexa al Palau Sant Jordi) experimentamos tan exitosa fórmula desde el primer momento. La expectación era máxima, y en cuanto Paul salió a escena, los gritos y saltos se acompasaron, y la atención se centró en quien nos había reunido ahí.

Kalkbrenner no se complicó la vida, se dedicó a reproducir en directo, no sin hacerse notar con cierta adorable chulería, temas de su último álbum de estudio, Self, así como de la banda sonora de la película que lo ha lanzado a la palestra de la música electrónica internacional, ambos lanzados bajo el paraguas de BPitch Control, sello creado por Ellen Alien y toda una institución en Berlín (y Europa en general). Así pues, en en temas aparentemente poco bailables como Aaron o Square 1, pudimos observar (y formar parte de) una marea humana que no se limitaba a moverse de un lado a otro, sino que fue partícipe de una suerte de comunión con el techno elegante del que Kalkbrenner hace gala.

Por algo más de hora y media, pijos, chonis, guiris y modernillos, así como todo tipo de fauna que podemos encontrar en la ciudad Condal, dejamos nuestros problemas y diferencias de lado (si es que acaso tenemos alguna) y nos dedicamos a disfrutar fraternalmente de los ritmos lentos pero taladrantes de Kalkbrenner, que para eso está la música. Incluso el techno.

AirWalker

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