Crónica SOS 4.8: viernes
Un nuevo SOS 4.8 se alzaba en el horizonte mientras llegaba a esa Murcia caótica en estructura y atascos en donde los cláxones desbocados marcan la ley. Llegué al recinto y las colas eran mínimas en comparación con esos primeros años de esperas interminables bajo la lluvia; lluvia que por cierto casi no hizo acto de presencia a pesar de que en el resto de la Península estuviesen al borde de sacar la tabla de surf (el sábado llovió intermitentemente y de manera muy escasa). Algo que llamaba la atención era el nivel de chonismo, zapatilleo o llámale equis de esta edición, que ha ido en aumento con el paso de los años hasta formarse auténticas raves en el ya mítico parking del Eroski (en donde me da en la nariz que más de uno y de dos ni iban al festival). Y eso también se notó en algún concierto que otro, pero especialmente en Pulp.
Jarvis y los suyos entregaron un directo casi tan impecable como el del Primavera Sound del año pasado, pero el frontman se las tuvo que ver con una audiencia un poco a lo suyo salvo en hits incontestables como Disco 2000 o Common people. Conocían la leyenda musical de Pulp y asistían a ver que se cocía. Oír campanas y no saber donde, vamos. Jarvis reclamaba su atención y en determinados momentos casi a la desesperada. No es por ser esnob, pero no era el mismo público que en festival barcelonés y eso quieras que no afecta al conjunto. Y aunque dificulta la inmersión oír a Fulanita decirle a Menganita a grito pelado que su chico no le hace caso, si se hacía un esfuerzo uno se podía dejar llevar por el bufete de enormes canciones de la banda.
Antes pudimos ver a La Estrella de David, que fue una de las presencias nacionales más destacadas del festival, con un concierto breve pero bien aprovechado donde interpretaron en su mayoría el último disco. Como miembros no oficiales del grupo aparecieron en escena Joe Crepúsculo y La Bien Querida (mujer de David Beef), como guinda de un notable concierto de indie pop. Bastante más aburrido se mostró un Nacho Vegas un tanto espeso y lento que quizás hubiese agradecido el auditorio. Kiko Veneno fue por otra parte una fiesta sin parangón, con un setlist repleto de grandes éxitos, un ambiente buen rollista con un público ecléctico entregado hasta la última nota. Una pena que no todo el mundo pudiese (o quisiese) unirse.
A Friendly Fires les hizo un flaco favor un sonido un tanto bajo, tan poco contundente y quizás un escenario demasiado grande. Tampoco es que hablemos de folk intimista, pero la banda de Ed tiene más tirón en espacios más pequeños y sonido más concentrado. A pesar de todo la gente lo daba todo (es un grupo que se acerca más a la media del festival) y bajo una lluvia, tropical claro, de hits incontestables como Jump in the pool, Paris o Hawaiian air pudimos marcanos más un baile a primera hora de la noche. Y Ed sigue siendo un reclamo irresistible sobre el escenario, con carisma pero sin postureo NME. Por todo ello y a pesar de las deficiencias de sonido, era una opción más digna de lo que muchos podían pensar.
Lo de Buraka Som Sistema es lo más barriobajero que te puedas echar a la cara, pero madre qué show más descaradamente divertido. Barriobajero en el mejor y más divertido sentido de la palabra, chonismo ilustrado dirían algunos, pero creo que con su show se mean encima del concepto ‘ilustrado’. Una auténtica fiesta animada por unos componentes que lo dan todo y un público que posiblemente no conocía ni un tema ni falta que hacía. Electro africanista para no dejar títeres sin cabeza ni pies sin baile, que por supuesto acabó con veinte ‘zorritas’ del foso (‘zorritas’ en el modo de Christina Rosenvingue) sobre el escenario moviendo caderas y la audiencia enfervorizó. Un acierto a unas horas donde el cansancio empezaba a hacer mella (un largo viaje y la edad no perdonan) y que nos invitaba a dormir como marmotas para reventar un segundo día de festival que se tornaba mucho más movidito.
jarto / foto: La Verdad