Crónica Primavera Sound 2012: Viernes
Vuelta al redil. Intentando convertirme en un ser humano me planteé ir a las tres a por la reserva de entrada para Jeff Mangum. Como siempre sucede, un ‘ya lo haré mañana’ ganó con la pereza por delante, aunque por suerte la promesa esta vez se cumplió al día siguiente. La primera parada fueron unos The Chamaleons en la línea de la gira de hace un par de años: profesionales pero sin la magia de los ochenta. No dan vergüenza como otros, pero la edad pesa y la interpretación musculada de entonces ha perdido fuelle.
En el ATP me esperaban los suecos I Break Horses. Mucha crítica hacia un debut supuestamente fallido, pero a la hora de la verdad, el directo, habría que cerrarle la boca a más de uno. Además muchos pensaban en una banda más modesta, enlatando parte del sonido, pero la presencia de cuatro músicos genera arreglos impresionantes que aportan un aire distinto respecto al estudio. Muy emocionales con temas como Winter beats o Hearts, la guapísima Maria Lindén (desde ya Miss PS 2012) y sus chicos labraban enorme pop que empapaba. Muy grandes.
El escenario Pitchfork empezaba a cabrear. El sonido destacaba por desgracia por un imprecisión, como con The War on Drugs. Los primeros minutos el concierto parecía sólo destinado a la cúpula que forma el escenario, ya que lo que es en el foso se escuchaba más bien poco. El tema se fue solucionando, pero tampoco al nivel deseado. Y es una pena, porque a Kurt y los suyos se les veía entregados a la causa, y además tienen un repertorio muy afinado. Ya será otra vez, pero ahora tocaba acercarse a The Cure.
Se produjo un retraso en los horarios debido a que Robert Smith había prometido tres horas de show, lo que para los fans supuso un regalo del cielo (se veía a la legua que muchos solo se habían acercado al festival por The Cure), pero un poco excesivo para el resto. Lo que no quita que mantengan el espíritu y regalasen un concierto a la altura. Plagado de hits, sobre todo durante la primera mitad, abrieron como era de esperar con Plainsong, seguida de Pictures of you, Just like heaven o Lovesong, tejiendo un setlist donde también cabían temas menos conocidos que hacían las delicias de los mentados fans. La banda demuestra que aunque los ochenta quedan lejos (pese a quien le pese, su época dorada), no destila ese tufillo de vivir de las rentas, aunque realmente un poco de eso sí que haya. Pero ahí es donde marca la diferencia, en no parecerlo.
Ya que M83 empezaba media hora más tarde, me acerqué a Codeine, como símbolo de grupo ‘pureta’ noventero que volvía a la palestra este 2012. No lo voy a negar, su monotonía slowcore no ayudaba a levantar el ánimo, y tras quince minutos preferí irme a coger sitio para Anthony.
Con este concierto de M83 una cosa quedo (aun más) clara: aunque en álbum va entre el intimismo y la épica, en directo se pirra por la fiesta. En su reciente gira ya era evidente, pero en formato festival, como es obligatorio reducir, elimina los temas menos bailables como Graveyard girl o The skin of the night y a los que no tienen el tipo para la pista les aporta vitaminas cuasi bakalas, como en Reunion o We own the sky. Y oigan, el directo es divertido como el que más, pero también intrascendente si lo comparamos con los álbumes, y sobre todo desconcertante.
Más baile, pero siendo consciente de ello, en The Rapture. ‘Lo que hay es lo que ves’, parece que rezan, sin intentar engañar a nadie con su vivaracho dance punk. Repasando de manera equilibrada sus tres discos (aunque echando de menos más temas del último), la profesionalidad de la banda queda fuera de toda duda, aunque quizás se notaba menos pasión que en su visita madrileña en otoño. Y la gente no se mostraba del todo receptiva, cuando lo que toca si suena House of jealous lovers es darse empujones con el de al lado, ¿verdad?
A partir de ahora empezaba la retahíla de sesiones/directo, como la de Benga, aunque su ‘chonismo’ inglés en la onda dub step me hiciese aventurarme hacía el hip hop de Barry Hogan Dj, con una exquisita selección de temas del género. Unos minutos de Matías Aguayo & Rebolledo fueron suficientes para decidir que me quedaba con Aeroplane y su balearic, dance, funk, disco y lo que se le ponga por delante. Todo un acierto.
jarto / foto: Eric Pamies
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No tengo demasiados prejuicios musicales en lo que se refiere a géneros, unos me gustan más que otros, sin más. Lo que más me tira para atrás es la pretenciosidad, y más si resulta fallida. Hablando en plata, sin mamoneos, porque ya hay bastante en el mundo para que además pervierta lo que más queremos: la música.