Top 10: la ‘otra crónica’ de Primavera Sound
Después de las consabidas crónicas, toca reconocer algunos de los aspectos más destacados del San Miguel Primavera Sound tanto para bien como para mal (casi siempre para bien) que se escapan de las reglas oficiales del concepto reseña. Frivolidades y/o verdades como templos, los diez puntos resumen de otra manera el mejor festival nacional. Si queréis aportar alguna, no os cortéis. Y sí, el orden es totalmente aleatorio.
10. Los más guapos
Ya lo adelantamos en la crónica, pero lo reafirmamos: Maria Lindén se puso la corona de Miss Belleza Primaveral. El pelo a medio teñir (sin dar ‘cosica’ como Grimes), una belleza serena que enamora (lo dice un gay convencido) y una timidez, que no sosería, encantadora son la clave. En chicos hay que quedarse con Alex Scally de Beach House, que a pesar de verse arrinconado por Victoria, si uno se fijaba atentamente podía deleitarse con sus rasgos entre duros (¡esa mandíbula!) y dulces. Sin duda su evolución ha sido encomiable (gracias a Dios se cortó la melena).
9. El look del festival
Supone una ardua tarea encontrar un único look debido a una variedad musical que se refleja en la vestimenta del público. No obstante podemos hablar de una prenda: los cortos. Tanto para ellas como para ellos, unos violadores, otros que enseñaban más cacha de lo aconsejable, casi siempre por encima de la rodilla (o del muslo), de todos los colores y telas. No es sólo por el tema calor y humedad, es un must. ¿Creías que los pantalones remangados hasta el tobillo eran lo más? Los modernos no perdonan.
8. La desaparición del dinero primaveral
Después del chocho (con todas las letras) que se montó el pasado año con la caída del sistema de pago por tarjeta, era de esperar que este 2012 no repitiesen fórmula (aunque vivimos en España: la desconfianza es lo único que nunca se pierde). Y es que entregar todo tu cobre a un endeble trozo de plástico para que luego te digan que ya no lo aceptan, no, no tiene ni puta gracia. Como tampoco lo tiene morir de deshidratación o hambre. Por lo que un gran aplauso a una organización que se pasó de moderna el año pasado y éste han preferido tirar de humildad y ahorrarse un disgusto.
7. El chico de la bandera roja
El típico ‘chorras’ que no tiene nada mejor que hacer que llevar un palo de madera con una tela roja a modo de bandera… pero que te alegra la velada. No sabes muy bien por qué, ya que ni aporta nada, ni resulta creativo, ni está contextualizado (puede que en su mente el simbolismo sea máximo; en la del resto no), pero cada vez que aparece comentas a tu amigo con sonrisa estúpida ‘ey, el de la bandera, jeje, está en todos lados’. Lo que demuestra la actitud general del festival: cualquier tontería te hace feliz.
6. Los cojones de Robert Smith
La media de duración de un concierto es de una hora. Si se trata de un grupo legendario, hora y pico. A Robert Smith le importa un carajo, él quiere tocar tres horas y nadie se lo va a impedir. ¿Qué os parece excesivo a la mayoría? Os jodéis. ¿Qué por mi culpa retrasan varias actuaciones? Os jodéis. ¿Qué tres horas con mi decadencia física no la aguanta ni un ciego? Pues eso. Lo mejor de todo es que cumplieron con holgura. Y si no interesaba, al menos se podía cenar tranquilamente sin atragantarse. Eso si no estabas en las primeras filas: escapar no estaba al alcance de cualquiera.
5. Los momentos de contemplación
Unidos a los lapsus de relax (pocos), lo único que puede hacer tu mente en esos instantes es fichar a todo lo que se mueva, tanto por tema sexual como por criticar o alabar las pintas del personal (para que engañarnos, casi siempre es criticar). ¿En qué situación se agudizaba la vista? Quizás por la falta de estímulos, en la calmada espera a que los directos del Auditori comenzasen. Y así el tiempo pasaba maravillosamente bien. Conclusión: nos tirábamos a la mitad, y a la otra les hacíamos un altar (por el buen gusto o por tenerlos bien puestos para llevar ESO).
4. Las baldosas movedizas del ATP
Es de suponer que ya sucedería en años anteriores, o no (si alguien lo sabe que lo diga). El caso es que los conciertos se tornaban en algo mucho más emocionante si una baldosa hacía las veces de tabla de surf. Debido a su situación, en la zona de atrás, los rezagados pudieron disfrutarlas plenamente en Dj Coco (a ver quién era el guapo que se aventuraba en la masa sin morir aplastado). Y si ibas borracho o equis (mucho equis había), doble juerga. Hasta los tópicos más tópicos de la sesión se hicieron más llevaderos.
3. Los guiris borrachos que lo dan todo
De un tiempo a esta parte, cada vez hay más presencia guiri que podría encuadrarse en un entorno más ‘fibero’. Sin embargo no son tan destructivos como estos. Incluso suponen un aliciente, ya que animan cualquier ambiente alicaído. En Saint Etienne por ejemplo, mientras la audiencia se mostraba algo indiferente (¿hola?, ¿os suena la palabra ‘pop’?), un grupo de ingleses se entregaban a la causa en todo momento, siendo la vertiente más dance de la banda los highlights de su desfase, con un gesto precioso como poner las manos en forma de corazón. Con gente así da gusto.
2. La mesa debate de Sálvame en un concierto
Si yo no digo que haya ambiente de biblioteca, porque quien no haya hablado nunca en un concierto que lance la primera piedra, pero madre, si quieres comentar tu polvo con la Yoli con todo lujo de detalles (gemidos incluidos), el Fórum es enorme y lleno de posibilidades conversacionales. En determinados shows donde el sonido no estaba demasiado alto era bastante molesto, pero en el caso de The xx, banda que vive de los silencios, resultaba insultante. Como todo en esta vida, cada momento tiene sus reglas, sobre todo si incordias a terceros. Y además quieren recortar en educación, ¡ja!
1. Encontrarte a todo quisqui
En un evento de estas proporciones, con miles de personas, viviendo momentos de movilidad más bien reducida y absoluto caos sensorial, vas y te encuentras con amigos y conocidos hasta en la sopa. Tanto que a veces hasta ralentizan el ritmo, porque si mi concierto favorito está a punto de arrancar, ¿quién eres tú para frenarme? Sin embargo no hay que ser rancio, y estos momentos suelen llenarnos de júbilo y emoción, aunque haya individuos con los que miraríamos hacia otro lado si nos los encontrásemos en otro contexto. Y es que en Primavera Sound todo es buen rollo, besos y abrazos. Eso sí, es salir del recinto y si te he visto no me acuerdo (incluyendo los rollos).
jarto