Passion Pit – Gossamer

¿Alguien pensó que la continuación de Manners iba a hundir la carrera de Passion Pit? Más de uno y de dos, no lo neguéis. Se desconoce el porqué, pero cuando un artista o banda toma una senda musical que se basa en, digamos, la luminosidad o la actitud supuestamente positiva, no cuenta con el respaldo de otras bandas. Algo similar a lo que sucede con la comedia en el cine: te río las gracias, pero no esperes tener la entidad de un buen drama, ni los premios, ni las excelentes críticas. Calidad a un lado, ¿qué grupo está mejor visto, Beach House o Passion Pit? Pues eso. Lo peor es que no pocas ocasiones se confunde buen rollo con intrascendencia.

Los de Cambridge promueven el pop con chicha, otra cosa es que muchos se queden con los loops electrónicos o los estribillos pegadizos (de los que también demuestran su maestría). Además, el líder Michael Angelakos declaró recientemente para Pitchfork que siempre ha sufrido ciertos problemas mentales que le llevan a ser ingresado de cuando en cuando, casi como una rutina. Si uno profundiza en la lírica de varios cortes de Gossamer se topará con la plasmación de su complicado periplo vital, como en el maravilloso single I’ll be alright, en el cual narra las vicisitudes que dificultan e incluso impiden que una relación llegue a buen puerto. Así que no, no todo son cielos soleados, flores y cachorritos.

Take a walk, machacón pero absolutamente adictivo, abre el disco hablando acerca de la consabida crisis, donde muchas familias que asisten al final de su vida tal como la conocían por culpa de la fiereza de los mercados. Cierto, pocos creyeron que un tema tan musicalmente positivo relatara un drama tan duro y actual. Carried away, algo más desenfadada, trata sobre las amistades de cinco minutos, las que se gestan en determinado contexto social que conllevan bastante teatro. El chip cambia en Constant conversations, que bajo un tamiz r&b vuelve a poner de manifiesto su pasión por la música negra (¿la explotarán en el futuro?). Los primeros segundos de Cry like a ghost homenajean a Sleepy Head, aunque luego deriva en un tema más convencional pero agradable. En la emotiva On my way de nuevo salen a luz los problemas amorosos a raíz de su locura, intentando convencer a su amada que puede enfrentarse y derrotar a esos demonios. La épica de Hideaway es de puño en alto y ojos cerrados, mientras que It’s not my fault, I’m happy presume de un estribillo melódicamente tierno que se encuadra paradójicamente en una discusión de pareja. A modo de cierre tenemos Where we belong, despidiéndose a través de un precioso juego de cuerdas en una progresión final de aplauso.

Así con todo, Gossamer es uno de los discos del año: pop en estado puro, bien producido, que lleva de la lágrima a la sonrisa de un acorde a otro y haciendo gala de un concepto melódico pulido y puro. Manners podría ser un álbum más directo, pero éste triunfa gracias a un mayor calaje emocional. Ahora solo queda que lo presenten en nuestro país, donde no se prodigan mucho. Y esperemos que le vaya bien a Angelakos, ya que el mundo necesita su música, su falta de pretensión y honestidad.

Puntuación: 8

jarto

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