Crónica Arenal Sound 2012: domingo
Último día del festival, caras de cansancio por todas partes y esa extraña sensación en el aire, mezcla de alivio por poder volver a la comodidad de nuestro hogar y pena por todo lo que estos días de música y (sobre todo) desenfreno han significado para todos nosotros. Para ser sincero, el cartel del domingo no me parecía demasiado espectacular, supongo que por ser el último día y para no hacernos petar del todo, pero sí que había más de un concierto a priori aprovechable y que no quería perderme.
El primero de la noche, ya que no llegué a tiempo para ver a Clap Your Hands Say Yeah (¡otra vez será!), el de The Ting Tings, no es que me emocionara especialmente, ya que de hecho tuve la oportunidad de verlos hace varios años y me decepcionaron enormemente, pero sí que tenía curiosidad por ver cómo había evolucionado su directo. Como me esperaba, seguían siendo aburridos en directo, y con muy poco acierto a la hora de escoger las canciones de su repertorio y el orden de las mismas. ¿Falta de tablas? Cuatro años después del lanzamiento de su álbum de debut y varios cientos de conciertos alrededor del mundo echan por tierra este argumento. Creo personalmente que en su momento murieron de éxito, las expectativas puestas en ellos les quedaron demasiado grandes y no supieron reponerse a tiempo de la caída que les supuso el no dar la talla. Sin embargo, cabe reconocer que el público, aunque desganado la mayor parte del tiempo, sí que supo bailar cuando el dúo pisaba sobre seguro y tocaba sus éxitos Great DJ, Shut Up And Let Me Go o That’s Not My Name.
Como nota curiosa, los de Manchester se decantaron pro tocar el remix de Michael Woods de la genial Hands en lugar de la original; quizás hubiera estado bien para cerrar el concierto y dejarnos un mejor sabor de boca, en lugar de hacerlo prácticamente a mitad del mismo.
Con The Wombats pasa algo diferente: sin ser brillantes en disco, ni despachar hits como churros, suelen ofrecer conciertos muy divertidos en los que no se limitan a tocar, sino que además interactuan con el público, rompiendo esa estúpida barrera que a menudo separa a los artistas de la gente que los ha llevado hasta donde están ahora.
Aunque llevan más de cinco años dando guerra, únicamente cuentan con dos álbumes de estudio, lo que facilita las cosas a la hora de confeccionar el repertorio. No faltaron, pues, además de las poco resultonas Our Perfect Disease o 1996, ninguno de los hits de su primer álbum, como Moving to New York, Kill The Director ni, por supuesto, Let’s Dance to Joy Division, canción insignia de la banda.
En todos estos años, el trío de Liverpool no solo ha variado ligeramente su sonido, siendo ahora un poco más serio que en sus inicios (y perdiendo, tal vez, una de sus señas de identidad que era aquella irreverencia que destilaban), sino que además ha ganado en confianza, lo que les hace ofrecer mejores directos. Esperemos que sigan así.
Quedaba poco para Digitalism, mi cierre de festival particular porque mi cuerpo no daba más de sí, pero no podía con la espera, así que me acerqué al escenario Legendario, donde estaban pinchando los geniales Elyella Djs; no les conocía, pero me ganaron cuando pincharon a Die Antwoord y Two Door Cinema Club, entre otros. Cañones de confeti incluidos, ofrecieron una minisesión memorable y las sonrisas abundaban entre el público.
Por fin, llegaba el turno de una de las agrupaciones que esperaba con más ansias: Digitalism. En el escenario se podía avistar un corazón formado por líneas rectas, como el que está inmortalizado en la portada de su segundo álbum, I Love You, Dude (V2 Music, 2011), y yo me lo tomé como toda una declaración de intenciones.
La sesión fue, supongo, un directo de pistas mezcladas en iPad, ya que no contaban con ningún instrumento en el escenario. Sin embargo, el dueto alemán supo poner a bailar al personal con temazos de la talla de Circles o 2 Hearts. Las voces, por cierto, sí que eran en rigoroso directo. Hora y media después de empezar, Digitalism supo rematar tan emotiva sesión con la canción que los catapultó a la fama mundial: Pogo, que muchos de vosotros recordaréis con cariño.
Cuatro días de conciertos y sesiones que quedarán para la posteridad (o no) después, me atrevo a decir que el Arenal Sound está siguiendo el buen camino, fallos de organización (que comentaremos próximamente) aparte. Y que se está convirtiendo en una cita estival obligada, o al menos que dentro de poco podrá hablar de tú a tú con los grandes indiscutibles. Los más de 50.000 asistentes a esta edición que acaba de terminar así lo atestiguan.
Emilio Morales / Foto: nomepierdoniuna.net