Crónica South Pop: sábado

Gracias a Dios las resacas en los festivales siempre resultan más ligeras que en el mundo real, y el sábado pude disfrutar de la pinchada en la piscina sin necesidad de agonizar en exceso. Como era de esperar, los tópicos reinaban, algunos demasiado obvios (Aquí no hay playa empieza a oler) y otros más acertados (Disfraz de tigre, por ejemplo), con momentos inesperados (Ese pedazo de onda). Sin embargo el desparrame ni se acercaba al nivel del año pasado, y aunque el buen ambiente era indudable, me quedé con ganas de acompañar el 2×1 de cócteles con más baile y salpicaduras que impidan ver algo.

Francis International Airport, una banda que demuestra que Austria tiene más que decir de lo que se podría pensar, presentaron su pop rock un tanto inofensivo pero efectivo. Unas veces más cerca de bandas como Radiohead (salvando las distancias) y otras a Nikelback culpa de ciertas maneras y arreglos algo cuestionables, deberían precisar un poco más su personalidad, intentando sobresalir entre otras formaciones coetáneas. Una cita agradable, que con un poco de gancho hubiese llegado al notable.

Los suecos Friska Viljor estuvieron desde el viernes demostrando su simpatía y desparpajo en el hotel y aledaños (según me comentaron un par de amigas), actitud que derrocharon en su carismático directo. Escogieron los temas más destacados de su discografía y los presentaron de manera potente (salvo un lapsus acústico), destacando el sentimiento de hermandad entre ellos y la conexión con un público entregado. Se nota que disfrutan tocando, y eso lo agradece su música, nosotros y ellos mismos. Como pega, muy personal hay que aclarar, es que el mejor tema para un servidor, la enorme Useless, se quedó reducida a un concepto algo minimalista y breve.

Nosoträsh aparecieron en escena con la sencillez esperada. Como decía una amigo, parecían ‘profesoras de primaria, pero de las majas’. El repertorio se mantuvo fiel a Popemas, pero había un pequeño problema: entre tema y tema todo se frenaba para aplaudir o presentar el siguiente, cuando la mayoría no superan ni los dos minutos. La sensación de ‘coitus interruptus’ sobrevolaba toda la actuación, y aun así el resultado consiguió brillar (lo ideal hubiese sido tres o cuatro pausas en total como mucho). Encanto lo llaman algunos, pasión pop otros. El caso es que incluso los ‘peros’ acabaron pesando menos de lo que la teoría pudiese vaticinar. Acabaron con la esperada Corazón colilla como guinda de un pastel algo escaso pero muy apetitoso. Esperemos que vuelvan a girar, pero esta vez por salas pequeñas.

Quien no haya visto un show de El Columpio Asesino en el último año es que los festivales no son lo suyo. Y a pesar de todo, no concebía perdérmelos. El potente directo de antaño sigue intacto, rescatando aventuras musicales pasadas con lo más granado de Diamantes. Ye ye ye, Corazón anguloso, la preciosa Perlas o el himno macarra Toro encandilaron a la audiencia que recibía con entusiasmo las guitarras afiladas, el descaro en la interpretación de Álvaro o la acidez de los teclados. Un último gran concierto que no decepcionó por mucho que últimamente les podamos haber visto en diversas ocasiones.

La sesión de La Mujer Barbuda no comenzó excesivamente acertada: demasiado rockera encorsetada para las ganas de fiesta que había. A partir de la mitad cambiaron el chip y se dejaron llevan por el pop más frívolo estilo Don Diablo o Till the world ends. Una despedida válida, pero sin llegar a la suela a Hidrogenesse djs el año pasado.

Increíblemente la sesión piscinera del domingo resultó más animada que las de viernes y sábado, cuando debería haber sido al revés: la gente lo daba todo como si fuera el último festival del mundo, porque South Pop tiene una magia que ya querrían otros. Y es que escuchas entre salpicaduras infinitas la estrofa de Ray of light ‘Cause I feel like I just got home’ y sabes que es tal como te sientes, como en casa.

jarto

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