The xx – Coexist

Coexist es el disco indie más esperado del año (con permiso de Bloom), lo que conlleva una responsabilidad que podría haber pasado factura al trío en el proceso creativo. Por suerte The xx no parece cumplir el prototipo de banda que se ve superada por las expectativas generadas hacia el fatídico segundo disco. Sin embargo a veces tal presión surte efecto; no con la intención de contentar a tu público, sino por el hecho de buscar nuevos caminos que se desmarquen del primer trabajo sin menospreciar la esencia original. Hace casi un año Jamie comentaba que el segundo álbum sería mucho más club, y en su maravillosa visita en Primavera Sound cumplieron en parte esa promesa (quizás no tanto como cabía esperar). Nos frotábamos las manos pensando en lo bien que le sentaría a la música de baile el aire minimalista de la banda. De aquellas declaraciones no ha sobrevivido prácticamente nada, lo que en teoría podría llegar a decepcionar a algunos.

Quizás si Jamie no hubiese prometido el oro y el moro no haríamos tanto hincapié en un aspecto que por otro lado se podría haber pasado casi de largo. Y digo ‘casi’ porque no sorprende el pensar en Coexist como un álbum continuista. Así, salvo ligeras modificaciones, el estilo se mantiene básicamente intacto. Los que se dormían con el primer álbum de nuevo tomarán este sucesor como la valeriana más efectiva. Los que lo alzaron como obra cumbre seguirán extasiados. Y es que The xx reafirman su fórmula, y de nuevo salen ganadores (nosotros nos acercamos más al segundo grupo). El factor novedad desaparece, pero la sensación de asentamiento aumenta. El debut no se basó en un golpe de suerte, y así lo comprobamos un par de meses atrás con Angels, primer single, que también abre el disco, que mantiene los silencios y la delicadeza inherentes del trío. La primera cualidad se encuentra incluso potenciada en algunos casos, como en este tema o en otros como Try, que también utiliza nuevos teclados de carácter hipnótico y en bucle. Por otra parte un corte como Fiction cuenta con bastante más contundencia y barroquismo de lo acostumbrado, lo que se le hace sobresalir entre la acostumbrada fragilidad y expansión sonora.

Reunion, que incluye curiosos toques tropicales (muy sobrios, por supuesto), es una de las mejores muestras de lo bien que funciona la comunión entre las voces de Oliver y Romy, que ganan en presencia en esta secuela. Ahí están los susurros de ambos en Missing y la emotiva interpretación de él, que ponen la piel de gallina. El concepto club asoma la nariz timidamente en Swept away, que destila la esencia de los Everything but the Girl más ‘up tempo’, teñida por supuesto de carácter sinuoso y melancólico. Algunos ejercicios pecan de ‘déjà vu’, especialmente Our song, aunque salvan la partida gracias a determinados recursos y arreglos que no pasan desapercibidos y engalanan el resultado final.

Es cierto que carece del encanto del primero, y que no entra tan bien como aquel, pero tampoco se han sentado en los laureles. Pueden estar muy orgullosos de haber fagocitado Coexist, que sirve de testimonio de autoafirmación: vinieron para quedarse. Otra cosa es que un futuro tercer disco no exija una vuelta de tuerca de la receta original, manteniendo la nocturnidad sosegada o el minimalismo musical que son marca de la casa. Tampoco es menos cierto que gente como Bob Dylan llevan décadas sin cambiar un ápice y nadie dice ni pío. Quizás a la juventud siempre se le exige cierta reinvención, pero en un mundo que no admite pausas tampoco está de más admirar una evolución pausada, lenta pero segura. Ellos no quieren vivir deprisa, y eso se agradece.

Puntuación: 8

jarto

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