Pitchfork Music Festival Paris: Jueves 1
Por segundo año consecutivo, Pitchfork se instalaba en la ciudad de las luces para ofrecer al público europeo su propia visión de un festival de música: un recinto inigualable (a pesar del inclemente frío parisino), un cartel inmejorable y la posibilidad de ver a todos, TODOS los grupos del cartel, ya que no había solapaciones de ningún tipo, salvo que seas de esos que comen y van al baño. Hasta las barras de bebida estaban a tiro de piedra de los dos escenarios estrategicamente ubicados uno frente a otro.
How To Dress Well, el proyecto del productor y cantante Tom Krell, era el encargado de dar el pistoletazo de salida a esta edición del festival. Krell tardó menos de dos canciones en ponerse el (hasta aquel momento) escaso público asistente, y es que cualquiera que haya escuchado su «R&B etéreo», que lo acerca a proyectos similares como Active Child o The Weeknd, comulgará con lo sobria pero impactante de su propuesta. Cabe recalcar que Krell puede presumir de tener una voz sobrecogedora y eso, junto a unos visuales cuidadosamente escogidos y el no tener miedo a quedarse a oscuras durante los temas más estremecedores, le hicieron ganar muchos puntos.
Después de la calma esperábamos la tormenta, y quizás AlunaGeorge no nos supieron hacer mover tanto como esperábamos. No me malinterpretéis, no digo que hayan sido malos en directo, de hecho estuvieron más que correctos, con un sonido que muchos otros recién llegados envidiarían, pero quizás esperábamos un poco más de entrega por su parte; nada que un poco más de tablas no solucione. Es imposible, por lo similar de sus propuestas, no compararlos con Little Dragon y sobre un escenario los suecos tienen, indudablemente, todas las de ganar.
Uno de los hypes de la temporada, DIIV, como todo best new music que se precie tenía que estar presente en un evento de esta magnitud, máxime si es organizado por la biblia del indie. Y ahí estuvieron, con un directo demasiado poco envolvente para la solemnidad de su sonido, pensado para crear atmósferas melancólicas que nunca llegaron. De todas formas, un jueves de invierno por la tarde quizás no es el mejor momento ni el lugar para abstraerse ni para perderse entre un enmarañado de guitarras.
Lo de Japandroids fue quizás todo lo contrario. Los que los hayáis visto en directo, coincidiréis conmigo en lo enérgicos que se muestran sobre el escenario, y lo mucho que invitan a dejar de lado todo nuestro pudor y saltar, empujar al compañero, subirte al escenario, escupir cerveza, hacer crowdsurfind… PUNK, en pocas palabras. Aunque nada de esto fue, al parecer, suficiente para despertar al (aunque suene a cliché, y muy manido además) difícil público parisino, una bestia dormida que un servidor no vería despertar del todo hasta la jornada siguiente.
Muy a nuestro pesar, Chairlift tuvieron que cancelar su actuación prevista debido a la imposibilidad de viajar ocasionada por el devastador huracán Sandy. De todas formas, a quien sí pudimos ver fue a John Talabot, abanderado nacional en esta edición del festival, y además acompañado de su fiel escudero Pional en voces principales, coros y percusión. Juntos ofrecieron un live impresionante en el que no faltó (casi) ni un solo hit del barcelonés; ni siquiera Braves, tema que los dos españoles lanzaron recientemente con motivo de la Maratón Divina Pastora de Valencia. El público, encantado de estar en ese momento y en ese lugar, respondió según lo esperado.
El músico y showman local por mérito propio Sébastien Tellier salió al escenario seguro de sí mismo, encantado de conocerse y con la certeza de que se metería al público en el bolsillo; incluso bromeó con tocar más de los sesenta minutos que la organización le había asignado. Yo personalmente creo que el público hubiera aceptado encantado, de hecho, cuando el parisino abandonó su particular trono, no pocos nos quedamos con ganas de más. Pero no todo lo que Tellier hace es show; aunque gran parte de su encanto radique en su imponente carisma, no hemos de olvidar que sabe facturar temas electropop elegantes, sensuales, desprovistos de cualquier tipo de vulgaridad y lo demostró con creces el jueves por la noche, cuando dio una lección de clase a todos los hipsters que poblaban La Grande Halle de la Villette.
Uno podría pensar que las 23:25, con más o menos alcohol (y quién sabe si otras sustancias) en el cuerpo, James Blake podría no entrar o incluso aburrir por lo sobria de su propuesta y lo sediento de marcha que puede estar el público a esas alturas, pero no. El joven británico sabe darle una vuelta de tuerca a sus temas y transformar sus temas que a priori son tranquilos y melancólicos en una auténtica fiesta dubstep (del bueno, eso sí) que al final termina sabiendo a poco. Kudos para Jamie por mantener despierto y bailando al público, que cada vez pierde más su introversión.
El plato fuerte de la noche, al menos para mí y a pesar de haberlos visto varias veces antes, era, cómo no, M83. El francés jugaba en casa y contaba además con el apoyo del colectivo teatral/musical Le Balcon, quienes dieron un toque mágico al ya de por sí fascinante mundo que Anthony Gonzalez ha sabido construir en torno a sus canciones. Quizás un poco más cansados que de costumbre (ya son muchos meses girando sin parar), Gonzalez y compañía no pararon hasta ofrecernos un apoteósico final en el que la genial Couleurs fue la protagonista. Huelga decir que, salvo Kim & Jessie, tema querido y añorado por todos, sonaron todos los hits del nuevo ídolo de masas Fils de France.
Emilio Morales / Foto: Pitchfork