Pitchfork Music Festival Paris: Sábado 3
Aunque nos pese, todo lo bueno llega a su fin. El sábado era la última jornada de un festival que, aunque aún le queda mucho por aprender, enfrenta el reto de hacerse mayor con ganas y optimismo. Nosotros estábamos cansados ya, como es natural, pero aún el día nos guardaba unas cuantas sorpresas agradables.
El día empezó con el dúo de dreampop parisino Isaac Delusion. Yo no los conocía, aunque al final del (corto) set que ofrecieron, terminé convertiéndome en fan. Alegres en su justa medida (no hay que olvidar que el dreampop tiene su punto melancólico), se apoyaron en unos visuals que quitaban el aliento. Si vuelven a nuestro país (estuvieron hace no demasiado en el festival ARTeNOU, donde compartieron escenario con nuestros queridísimos Boreals y Lenticular Clouds), no os los perdáis.
Otra de las sorpresas del festival, para mí, fueron Purity Ring. A estos ya los tenía escuchados, pero no me imaginaba que podían llegar a tener un directo tan bueno como el que ofrecieron en el festival. Estéticamente, no escatimaron esfuerzos ni en indumentaria ni en puesta en escena, y musicalmente, Corin mostró una destreza admirable a la hora de manejar los samplers y la voz de Megan es sencillamente envidiable. Puede que no estemos ante un simple hype y que estos chicos realmente tengan un futuro.
Con muchas ansias esperamos a que Twin Shadow saliera a escena, aunque temíamos que el escaso tiempo con el que contaba para tocar sus dos discos buenísimos (menos de una hora) nos iba a dejar con ganas de escuchar alguna canción que consideramos imprescindible. Y así ocurrió. Notables fueron las ausencias de Slow y Tyrant Destroyed, aunque Lewis supo, con poco (tiempo y temas), contentar a un público más que entregado. Twin Shadow, a mi parecer, ya se puede considerar un grande del pop contemporáneo.
Nadie diría que el post-punk experimental de Liars pondría a bailar a las multitudes de la manera que lo hizo el sábado. Pero sí, lo hicieron, quizás debido a los arreglos más electrónicos/cañeros de sus canciones para el potentísimo directo, o quizás por lo enigmático de su carismático (en una forma oscura, siniestra) frontman Angus Andrew. Lo cierto es que ahí todo el mundo bailó, todo el mundo saltó y gritó y tan contentos quedamos todos al final.
Con Death Grips también tuvimos caña de la buena. He de confesar que no soy muy fan del hip hop, muy pocas propuestas me llegan incluso aunque se autodenominen experimentales, pero lo que este trío ofrece es de otro mundo. La presencia de MC Ride, el «vocalista» por llamarlo de alguna forma, ocupa todo el escenario, y sus movimientos convulsos hipnotizan, te obligan a escuchar lo que te tiene que decir. Y sorprendentemente lo entiendes todo y asientes.
Grizzly Bear nos encantan y con razón. Además de facturar canciones pop preciosas, con ese cuidado que solo unos auténticos profesionales pueden conseguir, extrapolan ese esmero a su directo. Los neoyorquinos pueden presumir de tener un sonido impecable, y de poder lucirlo, además, en esas joyas de su autoría que son Two Weeks y Yet Again, entre otras.
Simian Mobile Disco a veces aburren y a veces dejan boquiabierto a su público. Por suerte, en el Pitchfork ocurrió lo segundo y no fue poca la gente que movió el bullate cosa mala con lo que este par nos ponía. En el live hacen lo que les viene en gana, como dejar irreconocible Hustler. Y lo mejor es que aún así no deja de ser un hit.
Bebida cara, falta de oferta culinaria y alcohólica (el festival debería aprender de su primo hermano adulto, el Primavera Sound) y la imposibilidad de salir del recinto una vez dentro aparte, las impresiones que me llevo del festival son francamente buenas. Quizás tendrían que mejorar un poco la adaptación de un evento pensado para el público estadounidense (el Pitchfork Musical Festival original de Chicago) para que sea del total agrado del público europeo, un poco más acostumbrado al desfase y al cachondeo y menos al postureo (quizás exceptuando a los escandinavos, muy correctos ellos), pero tanto el cuidadísimo cartel como la filosofía de poder ver a todos los artistas sin solapes son dignos de admirar. Creo que con el tiempo, esta cita otoñal puede llegar a posicionarse como una de las más importantes a nivel mundial. Yo al menos pienso volver.
Emilio Morales / Foto: Pitchfork