Crystal Castles – (III)
Lo de Crystal Castles es una proeza. Obtienen críticas sobresalientes en los medios más exquisitos y se pueden llevar de calle a los zapatilleros fans de The Zombie Kids, y todo lo que hay en medio de ambos extremos, claro (y porque los bakalas old school no les conocen, que sino lo petarían). Para este tercer disco, titulado escuetamente (III), parece que han querido contentar más al primer grupo que al segundo, algo de lo que ya dimos fe en los primeros adelantos. Sin desechar sus raíces, las pistas de baile se echaron a temblar: ¿han abandonado su vertiente más ‘ravera’? Y ya sabemos como son los fans de ese tipo de bandas, seguirán yendo a sus conciertos pero obviarán este supuesto último paso en falso (estilo MGMT con su segundo álbum, entre miles de casos). Tampoco hay que alarmarse del todo, hay concesiones al desfase, pero efectivamente, Ethan y Alice se muestran más calmados.
Bueno, lo de ‘calmados’ no se corresponde del todo a la realidad, ya que desde su primer single Plague, a pesar de no adecuarse a las sesiones de dj más chunda-chunda, hace gala de la tensión sonora tan del gusto del dúo. Y sí, Alice termina gritando como si fuese la mismísima encarnación en la Tierra de Belcebú. El carácter atmosférico de este tema se extiende a otros como Affection, que sigue como en buena parte del álbum con eterna lucha de dos bandos liderados por la belleza en un lado y la angustia por otro. Ahí también tenemos a Wrath of God, que se posiciona entre la dulzura de la ‘estrofa’ y el desbocamiento del ‘estribillo’ (por llamarlos de alguna manera).
Kerosene se muestra juguetona con aquellas voces tan de videojuego, mientras que Sad eyes, aparte de la sobradamente bailable, destaca gracias al uso de sintetizadores, unos más cerca del techno-pop de los ochenta y otros del electro-house noventero (por qué quedarte con una década cuando puedes tener dos). Este corte junto al exceso sonoro de Insulin, breve pero certera, viene de perlas como bofetada a los que pensaban que la ‘edad’ había hecho estragos en el dúo. Chill dance se podían considerar Transgender y Violent Youth, éste último corte recuperando cierto aire chiptune de su debut e incluso tomando referencias del género world music. Algún relleno como Pale Flesh o Telepath tampoco molesta en exceso ya que la duración de (III) no llega a los cuarenta minutos. Para finalizar tenemos Child I will hurt you, frágil tema que se acerca a la nana y que sirve de ejemplo para demostrar su amplia y variada capacidad de composición.
Quizás lo que le haga falta a este disco sean hits, porque si por algo destacaban los dos anteriores era por su solidez de su conjunto y por contener varios trallazos impepinables. En (III) los singles no convencen tanto de manera independiente como en el álbum, y la mayoría de temas también lo cumplen, consiguiendo una cohesión digna de elogio. Pero sí, los zapatilleros se sentirán algo decepcionados, pero puede que la banda llegue a un nuevo público que nunca se planteó darles una oportunidad. ¿Madurez? Sí, pero sin traicionarse ni explayarse en el significado más aburrido del término.
Puntuación: 7,5/10 | Escúchalo: Spotify
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