Despropósitos 2012, lo que nunca debió suceder (I)
Al año del fin del mundo le quedan dos cafés, y hay que ir recopilando lo mejor a nivel de disco y canciones, que llegará antes de final de año (eso de publicar listas cuando queda un mes no nos va). Pero por qué no, también hay hueco para lo peor, aunque no nos vamos a centrar en ambas clasificaciones, sino en el ámbito musical en general, donde caben los mayores despropósitos que nuestros atónitos ojos y oídos podían contemplar y escuchar. Y sí, en este caso nos adelantamos un mes, pero es porque cruzamos los dedos para que ninguna desgracia más se cierna sobre nosotros. Bienvenidos al tren de los horrores.
La consolidación del electro-latino
Creímos que la ola dance que asola el mundo había arrasado con cualquier atisbo de latineo en el peor sentido del término. Creímos que el género no podía adaptarse a las nuevas modas. Craso error, el barniz electro le ha servido de excusa para estar en lo más alto de las listas de nuestro país y unos cuantos más. Y a pesar de repetir más que un salmorejo, preferimos a Guetta que a Juan Magán. Por ello, la invasión dance, que podría formar parte de esta lista (aunque en realidad ya se asentó hace un par de años), se queda en minucia comparada con este virus imparable.
La plaga de los festivales clónicos
Y no hay quién la pare. Bueno, sí, la crisis. Muchos han tenido que echar el cierre en parte debido a esta sempiterna excusa. No obstante, si a 100 km tienes otro evento con casi los mismos grupos, el público no va a pagar de nuevo para ver a Lori Meyers por décimo octava vez. La falta de personalidad resulta flagrante, no arriesgan lo más mínimo, van a lo fácil, a la rentabilidad económica. Pues toma rentabilidad económica. Son artistas con tirón, pero la gente tampoco es tonta. Que prime el negocio, sí, pero también el respeto a la cultura y la responsabilidad social (porque mimar la cultura lo es).
La desaparición de festivales que merecían la pena
Sin embargo la explosión de la burbuja festivalera también se está llevando por delante a propuestas de calidad y novedosas que no merecían la muerte (alguna de manera muy prematura). Sí, es la oferta y la demanda, pero como se ha mentado en el anterior punto, hablamos de cultura, y la cultura merece protección, porque es un bien social, porque modela al ser humano. Este argumento en principio tan obvio aparecerá en varios puntos más, porque parece que muchos no lo llegan a entender. El caso es que a veces, por falta de la ayuda de los ayuntamientos, centrados en financiar todo tipo de chorradas antes que la propia cultura, ha propiciado que muchas propuestas con miga hayan desaparecido o incluso jamás viesen la luz. Y ya no solo a nivel económico: solo hay que ver la zancadilla que el ayuntamiento de Madrid ha puesto al Primavera Club. Normal que no quieran volver a la capital.
La Voz
Los talent show son adictivos, para qué negarlo. Resulta muy 2000 ponerlos a caer de un burro. Pero hay límites. La Voz, aparte de resultar algo soporífero a nivel de ritmo, una vez más no ayuda a fomentar la cultura musical de este país a base del mismo sota, caballo y rey de toda la vida. En realidad, con una figura de la baraja nos basta: la sota, que es la que más casa con el concepto de gitaneo. En la versión yanqui, sin ser una maravilla, al menos intentan incluir varios géneros, pero en España todo esta cortado por el mismo patrón. Y cuando intentan salirse ligeramente por la tangente, no cuela, y vuelven a los brazos del ‘¡olé!’ (¿Rosario no se percata que todas sus frases acaban así?). El último OT se esforzó en dar una vuelta de tuerca a su fórmula y se fue a pique. ¿Fue culpa de Pilar Rubio? ¿O es que la audiencia no respondió ante aquella ‘insólita’ variedad musical? Recemos por lo primero, porque sino vamos listos.
La subida del IVA
No podía faltar. El jaque mate de la tortuosa relación de la política hacia la cultura (aunque seguro que aún les queda algún as guardado). Pero hay que especificar, aunque sea a golpe de cliché: más bien se trata de la política de derechas hacia a cultura. Porque los tópicos se cumplen, y a la derecha siempre le ha importado la cultura un comino (como siempre hay excepciones, que nadie se tire de los pelos). El IVA ha sido el epítome de esta actitud ideológica, un auténtico desfase que ni en nuestras peores pesadillas. Limitar la oferta cultural y a su vez dejarla solo para los más pudientes (lo que se puede aplicar a varios ámbitos de su política). No son recortes o subidas, es ideología. Y que nadie vea una encendida defensa hacia la izquierda política, pero para irme a Guatepeor me quedo en Guatemala.
jarto