Depeche Mode – Delta Machine
Que Depeche Mode ya no son lo que eran es un argumento más que quemado. Lo tenemos asumido desde hace década y media; otra cosa es que esperemos un disco en piloto automático. Así se siente uno en la primera escucha de Delta Machine. No se le puede tildar de mediocre, pero genera cierta sensación de homogeneidad domada y falta de entusiasmo y pasión. Incluso la siempre dramática interpretación de Dave Gahan no revive un conjunto que paladeado se plantea de manera fría y hasta predecible. Por suerte conforme se acumulan las escuchas los trece cortes van tomando forma y entidad y algunas de las cualidades mentadas se rebajan, sin hits memorables eso sí (lo que ya anticipaban los singles), lo que algunos echaran en falta.
Sin embargo seguimos estando ante un disco de canciones (aunque esta afirmación suena evidente e incluso estúpida, no lo es). Así se comprueba en Welcome to my world, que funciona notablemente como introducción al álbum y bienvenida al universo Delta Machine. Angel suena muy I feel you en todos los sentidos: Gahan y su descaro, la contundente batería, la línea de bajo casi calcada. Algo refrito pero destacable. Heaven aburrió de primeras, y sí, sigue siendo el primer single más desangelado de su historia… pero es que su peor primer single se ríe en los peores primeros singles de la mayoría de grupos. Su aura intimista gana enteros, hay que admitir. Secret to the end tiene una de las letras más sonrojantes del disco (en lo que se refiere a echar pestes de alguien tienen mejores exponentes), pero el in crescendo final le salva de la quema y además recuerda a It’s no good. Sorprende de My little universe su corte minimal en una de las producciones más interesantes y llamativas no solo del largo, sino de toda su carrera. La influencia norteamericana de Violator tiene bastante que decir en Slow, pero sin tanta inspiración, para volver a la segunda mitad de los ochenta de la mano de Broken (ciertos matices de Strangelove), tema algo prescindible.
Martin Gore y The Child Inside, su aportación de rigor vocalmente hablando, tiene miga en una ambientación entre claustrofóbica y apacible (pocas bandas tienen el poder de mezclar con tanto acierto sensaciones casi contradictorias). Tras el sosiego Gahan se pone duro de nuevo en Soft touch/raw nerve, donde un constante y reiterativo sintetizador genera una situación de tensión con toque irónico y chulesco incluido, gracias a la lírica e interpretación. Should be higher es otro ejercicio de nostalgia basado en Songs of Faith and Devotion, pero demasiado ramplón y falta de chispa. Se recuperan en Alone, exuberante en su asfixiante atmósfera y en los arreglos, presumiendo de una de las mejores melodías y diseños de sonido de Delta Machine (y qué bien funciona ese «I was your father, your son and your holy ghost and priest»). Soothe my soul parecía mejor de lo que era tras el tropiezo de Heaven como single presentación, pero tampoco se merece un aplauso tan sonado al final. Guitarras country despiden este ejercicio discográfico con Goodbye, balada que subsana en cierto modo ciertos lapsus previos que no convencen.
¿Lo mejor que podía ofrecer la banda tras tres décadas en activo? Algunos pondrán la edad como excusa, pero tras The Next Day de Bowie se desmorona la misma. Y desde el gran Playing the Angel no ha pasado tanto tiempo. A pesar de todo, incluso en sus horas más bajas saben salvar la partida y ahí es donde demuestran grandeza. Y no viven de las rentas, como otros. Esperamos un mejor disco futuro, para qué negarlo, pero no le hacemos ascos a este Delta Machine.
Puntuación: 6 | Escúchalo: Spotify
jarto