James Blake – Overgrown
¿Cuál es uno de los ingredientes imprescindibles para triunfar en el arte?: evolucionar manteniendo la esencia. La teoría es fácil, la practica no tanto; además, en muchas ocasiones ni se llega a fraguar una esencia propia. Tocar todos los palos sin rumbo fijo es el pan de cada día muchos artistas. A veces tienen la suerte de encontrarla pero la tiran por la borda al mínimo atisbo de progreso. Y luego están los que explotan de manera tan excesiva ese código genético artístico que acaban durmiendo al más fanático de su obra. Así que no, nunca fue fácil mirar hacia el horizonte buscando nuevos mundos sin desligarse de las raíces.
James Blake, obviando resultados, tiene ese don; porque puedes ser malo con avaricia, pero que nadie te quite ese mérito. Gracias a Dios el inglés tiene el mérito y también madera de gran artista, etiquetas aparte, que alguno le intentó colgar desde el primer día. Y es que el tema post-dubstep sigue estando presente en Overgrown, pero, como sucedió recientemente con muchos artistas incluidos en el movimiento chill wave, no ha querido estancarse en ciertos parámetros establecidos por corrientes musicales generadas por la prensa musical. Ir más allá es la clave.
Aparte del proceso de llevar su sonido por nuevos derroteros, que a veces parece lo único relevante, James ha sacado brillo a su voz soul, y aunque la producción resulte algo menos minimalista que en su debut, paradójicamente su presencia ha ganado peso. Y es que estamos ante un intérprete de tomo y lomo, que aunque solo se dedicase a ello y dejase en otras manos el resto del conjunto, seguiría mereciendo todo tipo de elogios. Lo atestiguamos desde el primer tema, que además bautiza el álbum, y que casi protagoniza únicamente su voz, salvo una satinada instrumentación final en un perfecto equilibrio entre lo épico y lo comedido.
No todo es voz, por supuesto. Los teclados más evidentes aparecen de forma casi abrupta en Life round here, siempre flotando eso sí sobre un murmullo tan sutil como envolvente. El rapero RZA, en vez americanizar Take a fall for me como muchos podrían llegar a pensar, lo acerca a los primeros Massive Attack (la influencia del Blue Lines nunca termina, ¿verdad?). No coinciden el mismo día en Primavera Sound, pero, ¿dará la sorpresa el miembro de Wu-Tang Clan en la actuación de James? Esperemos. Retrograde, el single presentación, se convirtió desde el primer momento en una de las canciones del año, y la que mejor demuestra la idea de la esencia, más la primera mitad, y evolución, más la segunda.
DLM es una delicia de dos minutos y pico, casi desnuda, solo apoyado por su piano y segundas voces, y que más recuerda a Anthony, también en su manera de guiar vocalmente la canción. La siempre agradecida mano de Brian Eno se deja notar en Digital lion, posiblemente uno de los exponentes del álbum con un halo sonoro más espeso. En un giro casi inesperado, se puede comprobar la herencia club de Jamie XX y amigos en Voyeur, un tema, sí, osadamente bailable y disfrutable en la pista. Y más sorpresas casi al final gracias al ritmo neo reggae de To the last, que a su vez cuenta con uno de los estribillos más reconocibles, emotivos y pegadizos del conjunto.
La conclusión obtenida ante la escucha detenida de Overgrown: James Blake no ha caído en la maldición del segundo disco, ni se ha dejado llevar por el relativo éxito comercial de su debut o por las consabidas tendencias. No le van los tópicos del músico joven. Hablamos de un artista hecho a sí mismo, coherente y multitarea (interpreta, compone, produce, arregla), y este segundo trabajo lo atestigua. Y por si fuera poco con un gran directo, como comprobaremos el 24 de mayo en Primavera Sound y el 29 en Madrid.
Puntuación: 8 | Escúchalo: Spotify
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