Atoms for Peace (Thom y Nigel) en Razzmatazz

Atoms for Peace

El concierto que el aclamadísimo frontman (si se le puede llamar de alguna manera) de Radiohead, Thom Yorke, ofreció junto a su amigo y compañero de aventuras en Atoms for Peace, Nigel Godrich, en la barcelonesa sala Razzmatazz no era especial únicamente porque en escasas ocasiones tenemos la oportunidad de ver a Yorke en directo, sea en solitario o con la banda que lo puso en el mapa, sino que además se trataba de un show que Yorke y Godrich tienen previsto ofrecer en solo un puñado de ciudades del mundo y poniendo muy pocas entradas a la venta. ¿El resultado? Un concierto íntimo, ofrecido por dos amigos acompañados de un tercer amigo encargado de los visuals, Tarik Barri, para unos pocos amigos más, el público.

Antes de Atoms for Peace, tuvimos la oportunidad de ver a Nathan Fake como telonero de altura. Aunque al inglés se lo peleen siempre en festivales y clubs, quizás es cierto que el público iba a ver a Yorke (porque no nos engañemos, casi nadie de los allí presentes sabría nombrar a todos los integrantes del supergrupo), por lo que no consiguió ganárselos a pesar de ofrecer una sesión de lo más interesante y movida.

A las once en punto y antes de que los ánimos estuviesen demasiado caldeados, Fake dio paso a Yorke y Godrich, y la locura fue absoluta. Estábamos frente al vocalista de una de las mejores bandas de todos los tiempos, e iba a defender un proyecto más que sólido, hacer que lo tomáramos en serio incluso sin el amparo de un nombre tan importante como Radiohead, y sin tocar ninguna de las canciones de la banda con la que alcanzó el estrellato. Y vaya que lo consiguió.

Atoms for Peace

Atoms for Peace empezaron tocando la maravillosa ‘Ingenue’, tan electrónica -y sin demasiadas florituras- como en ‘AMOK’, el álbum que el supergrupo tiene en el mercado, y el público entró en comunión de forma inmediata. El dúo se encargó de hacer mover a la gente de un lado para otro, hipnotizados por lo etéreo de los sonidos que emanaban del Mac de Godrich y los cacharros de Yorke, y mesmerizados también por la particular forma de bailar de Yorke, que transmitía comodidad, alegría, haciéndonos sentir estupendamente a los allí presentes.

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Nigel y Thom tocaron poco más de una decena de canciones, entre temas de ‘AMOK’ y de ‘The Eraser’, álbum en solitario de Yorke que fue el germen de todo, pero bastó para que se metieran en el bolsillo a casi todos, si no todos, los ahí presentes que, si ya eran fans de Yorke, ahora lo serán más aún. O al menos eso era lo que parecía al ver al público cantar ‘Black Swan’, ‘Stuck Together Pieces’ o ‘Default’, canción con la que terminaron el más que notable directo. Un concierto-sesión en la que Yorke demostró que está más que listo para formar parte del Panteón de la música electrónica internacional.

Emilio Morales

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