Daft Punk – Random Access Memories
Se hace más que difícil comentar un álbum que ha contado con una promoción descomunal, excediendo probablemente todas las expectativas del equipo de marketing detrás, pero sencilla y llanamente no podíamos dejar pasar la ocasión, porque quizás (y solo quizás) estemos ante un gran álbum a pesar de todas las ampollas que pueda levantar y todas las opiniones que cualquier nuevo trabajo de una agrupación del calibre de Daft Punk pueda generar.
Daft Punk, como acordaréis todos, no son simples mortales. Merecido o no, ocupan un lugar destacado en el olimpo de las estrellas pop de la cultura occidental, y cualquier paso que den será escrutado detenidamente, como el abandonar casi por completo un campo al que son asociados constantemente -la electrónica- y cambiarla por instrumentación real y arreglos más orgánicos, muy al estilo de la electrónica primigenia de los años setenta, época que homenajean en el álbum sin ningún tipo de disimulo. Aunque el leit motiv del álbum es el funk, como veremos más adelante. Polémicas y cambios de registro aparte, estamos ante un álbum que sin ser conceptual, resulta una buena (y breve) lección de historia del pop a los no iniciados.
Random Access Memories empieza con toda una declaración de intenciones: Give life back to music, que no deja de resultar un tanto irónico viniendo de un par de cuasi robots, pero que nos da una idea de cuál era la intención de la pareja: devolver la vida a la música popular, que a veces peca de ser impersonal y sin alma, un producto. El tema en sí es una pieza descaradamente funk, que roza lo hortera (sin perder la elegancia ni la decencia), con líneas de bajo potentes y arrolladoras y (cómo no) una línea cantada con vocoder muy al estilo Daft Punk. Un fade out le da fin quizás de forma algo abrupta, pero nada puede durar eternamente.
The game of love es el punto erótico-festivo que cualquier homenaje a los setenta debe tener. Una canción que parece más sacada de una película algo subidilla de tono que de un álbum de la agrupación de pop electrónico más importante del mundo. Choca un poco escuchar una vez más las voces robóticas en lugar de la voz carrasposamente sexy de algún emulador de Barry White, pero evoca atardeceres horteras en algún planeta de una galaxia muy lejana. ¿Será lo que buscaban? Ni idea, pero salva el tipo bastante bien.
La tercera canción es posiblemente el WTF? más grande de la historia, y al mismo tiempo la canción más grande del álbum. Giorgio by Moroder, que cuenta con la colaboración del mismísimo Giorgio Moroder, considerado por muchos entendidos como la persona que cambió el rumbo de la música pop por completo. Es una canción que por su naturaleza (Moroder hablando sobre sus inicios y sobre cómo no se doblegó ante lo que la gente del mundo de la música esperaba de él e hizo lo que le vino en gana) y su duración, nueve minutazos, no funcionaría en discotecas, pero es quizás la prueba más clara de que Daft Punk buscaban con este álbum hacer lo que les diese la gana, sin importarles lo que fans y crítica opinarían del disco. Ya lo dice el mismo Giorgio en la canción: «Once you free your mind about a concept of harmony and music being correct, you can do whatever you want. So nobody told me what to do, and there was no preconception of what to do.» («cuando liberas tu mente de que un concepto de música y armonía sea el correcto, puedes hacer lo que quieras, así que nadie me dijo lo que tenía que hacer y no tuve prejuicios sobre lo que hacer»). ¿Hacía falta que utilizaran distintos micrófonos de distintos períodos de la música aunque la diferencia sea apenas imperceptible? Sí, ya son los pequeños detalles los que marcan la diferencia entre un trabajo a medio hacer y una obra maestra.
Tras el subidón que supone el tema anterior, llega Within, que rompe completamente la pseudo-continuidad de los temas anteriores, si se puede hablar de alguna. Es una balada cantada (one more time) por las voces robóticas a las que nos tienen acostumbrados, que aunque no destaca por su grandeza, se deja escuchar bastante bien, aunque probablemente no pase a los anales de la historia.
Instant Crush, la colaboración con el (¿incomprendido? ¿sobrevalorado?) líder de los Strokes, Julian Casablancas, es además uno de los primeros contactos de Daft Punk con el AOR. Sí, ese estilo a veces tan denostado que nos ha dado una multitud de guilty pleasures. En este tema, Casablancas con una voz bastante irreconocible (falsete incluido) canta un estribillo de esos que se te pegan y que desearías no haber escuchado, pero que en el fondo te gusta. Algo que en los 70 y 80 estaba a la orden del día, o si no me créeis, poned M80 a cualquier hora del día.
La siguiente es una de las canciones más grandes del álbum, Lose yourself to dance, con el recientemente resurgido Pharrell Williams y que, a mi parecer, es una gran candidata a single. Con un bajo hipnotizante y unos coros que poco a poco ganan protagonismo a Pharrell, no estamos ante un grower sino un tema que muestra sus cartas desde el principio, y nosotros no podemos hacer más que descubrirnos y asentir.
En los 70 no solo había funk y AOR, también se hicieron musicales que aún perduran en la memoria colectiva. Quizás a estos musicales buscaban homenajear Daft Punk en Touch, canción en la que cuentan con la colaboración de Paul Williams, conocido cantautor e intérprete en obras de este estilo. La pieza es muy entretenida, con arreglos orquestales y coros que la engrandecen, además de que no se trata de un tema sencillo y resultón, sino que cuenta con varias atmósferas totalmente diferentes que la hacen un poco desconcertante. El final precipitado contribuye de forma determinante a ello.
¿Qué podemos decir de Get Lucky que no se haya dicho ya? Probablemente nada, pero recapitularemos: un tema funky, sensual, que ya forma parte de la historia del pop, y esperemos que no caiga en el olvido porque no se lo merece. Tiene muchos detractores, y es algo que no puedo entender. ¿Que nos han bombardeado un poco? Probablemente, pero prefiero que lo hagan con un tema tan grande como este que con cualquier canción del verano que, al fin y al cabo, no aportará nada.
Beyond y Motherboard, las dos canciones siguientes, pecan de ser planas y quizás algo aburridas. Probablemente las paséis sin dejarlas terminar. Sin embargo, Fragments of time, con Todd Edwards, a pesar de recordar inevitablemente a Eagles o Brian Adams, es otro de esos guilty pleasures estilo M80 de los que os hablaba. No pega ni con cola en el álbum, pero me saca esa sonrisa que ninguna otra canción del conjunto me ha sacado.
Doin’ it right, la siguiente del álbum y en la que el dúo francés cuenta con la colaboración estelar de Panda Bear, el frontman de Animal Collective, tampoco encaja en la dirección que se supone que el álbum sigue (otra vez lo de hacer lo que les da la gana…), pero es tan grande que no podemos si no agradecer que la hayan grabado (in extremis, por lo que han contado) e incluido. Cierto es que parece más un feat. Daft Punk firmado por Animal Collective, pero yo como fan de los de Maryland únicamente puedo celebrarlo.
Y ya para terminar, llegamos a Contact, claro homenaje a las películas de ciencia ficción que la década de los setenta parió. Es como si cogiéramos Couleurs de M83 y le metiéramos órganos. Un tema francamente épico que sirve cierra el álbum de forma bastante digna y que hace olvidar los posibles momentos flojos o fuera de lugar.
No estamos, pues, ante un disco conceptual, ni siquiera ante un álbum homenaje que se ciñe únicamente a los sonidos que los setenta y ochenta nos dieron, sino ante el disco que posiblemente Daft Punk siempre quisieron hacer pero que antes de ser lo importantes que son ahora sencillamente no podían. Creo que cualquier cosa que podamos decir les traerá sin cuidado.
Puntuación: 8
Emilio Morales