El triunfo de la electrónica de garrafa y barniz moderno
No es nada nuevo que la electrónica en España está viviendo un momento muy dulce en lo que a popularidad se refiere. Pero hay matices. Por un lado Delorean abrió la veda hace un tiempo para que otras bandas del género (género en su sentido más amplio) comenzaran a tener peso en el panorama nacional e incluso internacional, a un nivel más o menos independiente, se entiende. John Talabot, Pional, BeGun, Lasers, The Suicide of Western Culture o parte de la programación de Valle Eléctrico practican una electrónica de estilo que además en general no abandona el carácter más lúdico y bailable casi intrínseco al género; lo que por otra parte no debería asumirse de tal manera, ya que hay otras grandes propuestas nacionales como Boreals o Fur Voice que se desmarcan de esta vertiente. Pero este es otro tema. El caso es que durante las últimas temporadas festivaleras habréis comprobado que buena parte de estos artistas han poblado los carteles más relevantes, por lo que, aparte de accesibles (no es lo mismo que contratar a Justice) también gustan a buena parte del público. Buenos, bonitos y baratos.
Por otra parte ha nacido un subgénero de electrónica chabacana y trasnochada (en sentido literal y figurativo) que parece que gusta áun más, y se aprovecha de un par de contextos. El primero, la ya no tan nueva generación de «indies» o «modernos» que apareció ante el empobrecimiento de los contenidos musicales en el ámbito de la radiofórmula. Aunque estos artistas no aluden directamente ambos concepto, tan ambiguos en los últimos tiempos que hasta Pastora Soler podría incluirse, por estética, lugares que frecuentan, actividades (en calidad de djs en determinados clubs, por ejemplo) o actitud de «guayismo» se llevan de calle a un sector del público al que les pierde tal etiqueta. Estos últimos, normalmente bastante jóvenes, son los mismos que se quejan de que Amaral forme parte del cartel del Dcode o que encumbran a Supersubmarina como el epítome del indie nacional. The Zombie Kids, The Warriors o Kostrok (ahora que suenan en la radio, ¿renegarán de ellos?) lo están petando, hablando en plata. ¿Cuál es la diferencia con David Guetta? Muchos pusieron el grito en el cielo con su presencia en FIB hace un par de años, cuando las diferencias entre él y alguno de los mentados es casi nula. Lo mismo de siempre envuelto en papel con dibujitos de Wayfarer, básicamente. Una actitud cool tan sobreactuada y forzada tanto en un lado como en otro que a estas alturas provoca risa. Al menos el dj francés no vende lo que no hay.
Aunque sí que hay un personaje que todos conocéis, el señor Carlos Jean, que sin acuñar el término «indie» sí que explota constantemente su famoso Plan B como alternativa a un panorama desolador. Incluye alguna curiosidad en el proceso pero al fin y al cabo el resultado es el típico dance facilón tan predecible como efímero. Y además explotado (y dejándose explotar) por el mayor causante de la hecatombe musical nacional: Los 40 Principales. De Plan B nada, timo total. El otro contexto del que se aprovecha esta gente es el reinado del dance como pop actual, pero en vez escoger un camino más arriesgado, acorde con la imagen que transmiten, aunque solo sea de pasada, se dejan llevar por lo obvio. Y de nuevo, esta vez desde la perspectiva del contenido, lo de siempre con diferente envoltorio.
Que sí, que de vez en cuando está bien un poco de zapatilleo, pero da rabia que se dé más cancha a este tipo de artistas antes que a otros que quizás no resultan tan evidentes pero sí perfectamente accesibles (y bailables, que es lo único que preocupa a algunos). Y más cuando te lo intentan encasquetar como lo que no es. O lo que no era, ya que la frivolidad y la pose vacía del moderneo, más que una tendencia cada vez más en alza, es casi una forma de vida. Lo que sea, que se rompan los tobillos botando mientras yo espero el nuevo disco de Delorean (que anda que no se están haciendo de rogar).
jarto