Crónica Día de la Música 2013
Matadero volvía a reunir un año más a lo más exquisito del panorama musical actual (no son todos los que son, pero sí casi todos lo que están). Porque el Día de la Música siempre contará con los Lori Meyers de turno entre sus filas, pero la mayoría del cartel se basa en propuestas bastante más arriesgadas. Y además ninguna pega en la organización durante esta edición, aspecto que gracias a Dios va mejorando año tras año. Y el tema de que el festival empezase a partir de las 8 y no morir deshidratado también fue de agradecer.
Viernes
La primera cita recaía en Deptford Goth, que acompañado de su chelista y haciendo buen uso de sus aptitudes vocales no convenció del todo. Tampoco ayudaba el constante murmullo general, la verdad. La propuesta de su debut se diluía en directo, perdiendo presencia a pesar de las buenas maneras de Daniel, al que se le veía entregado a la causa. Por cierto, de acuerdo que la publicidad inunde casi todos los rincones de un festival y que los escenarios se bauticen corporativamente, pero escuchar la delicadeza musical de Deptford Goth mientras un bote de Nivea aparece en la pantalla corta el rollo y supone una falta de respeto hacia el artista. La cartelería que rodea el escenario ya es más que suficiente.
Con un sonido algo imperfecto, lo que por otra parte tampoco desluce demasiado su propuesta (algunos dirán que hasta la potencia), Los Punsetes salieron a escena en la misma onda de esta gira (y por ende del resto), ya que que por suerte o por desgracia, como sucede con otros tanto artistas nacionales, les tenemos hasta en la sopa y por ello las sorpresas brillan por su ausencia. Sin embargo resulta improbable que su público las espere, por lo que todo fluye eficiente y convenientemente, con lo mejor de su Una Montaña Es una Montaña y dejando como traca final Dos policias, Tus amigos y a modo de cierre, que nunca falte, Maricas. Muy divertidos, que es lo que importa.
A priori Autre Ne Veut se presentaba como una de las propuestas más atractivas de la jornada (Anxiety es uno de los discos de 2013). Al final resultó ganadora, pero con «peros». Salvo la batería, el resto del acompañamiento sonoro pecaba de enlatado, aunque comparado con otros directos podría haber sido peor. Ahí se acaba lo negativo. Arthur Ashin, sin destacar por su físico rotundo (más bien todo lo contrario), derrochaba actitud sobre el escenario, aparte de buena voz, engrandeciendo canciones ya de por sí excelentes. Y aunque por momentos la sofisticada producción en estudio perdía cancha, casi no mermó el agudo y conseguido climax. Y por si no quedaba claro su amor hacia Whitney Houston (I wanna dance with somebody no es versión, pero se nota la referencia), interpretó al piano unas cuantas estrofas de How will I know, que últimamente parece muy reivindicada.
Hola a Todo el Mundo suelen tener un directo envidiable, pero algo de garra se echó en falta. Eso sí, el sonido cristalino y temas como They won’t let me grow o I’ll return over gloria brillaron a altura. Y los que echáis de menos el debut seguís de mala suerte, ya que parece que a partir de esta gira lo han aparcado indefinidamente. El cambio de registro es evidente, pero quizás la adaptación de un par de temas a esta nueva faceta tampoco estaría de más; pero la realidad es que Ultraviolet Catastrophe es un disco muy sólido y no precisa necesariamente de sus antecesores. Como anécdota, para el final subieron a un rapero de origen desconocido para que aportase sus dotes urbanas. Chocante pero aceptable.
Pional es una propuesta perfecta para bailar house y no perder el postureo (en un festival muchos no se pueden permitir el lujo de manchar su imagen). Sigue la estela de su amigo John Talabot (¿o viceversa?), aunque algo más bailable y deep house. Además también intenta desenlatar lo máximo posible un género que casi exige este formato, y vocalmente sigue mejorando en cada nueva cita. Disfrutábamos como enanos pero no es menos cierto que muchos salimos escopetados hacia la cita con Faris y sus chicos, porque los horarios se cumplían a rajatabla (otro aspecto a destacar de la organización).
¡Qué lejos quedaron aquellos tiempos cuando The Horrors destrozaban bolas de discoteca en sus directos! Ahora son unos profesionales como la copa de un pino, y musicalmente han evolucionado con nota (por mucha fachada punk, si luego no rindes no sirve de nada). Entre la bruma y acertada iluminación, la banda, y especialmente Faris, aparecían como sombras intrigantes sobre el escenario, dejando que su música hablase por ellos más que su vestimenta o expresividad corporal. Además de algún tema de su inminente cuarto álbum, demostraron un equilibro perfecto entre su segundo y tercer disco, entre los que destacó el binomio Sea within a sea y Still life, uno detrás de otro, emocionantes y envolventes. Cerrar los ojos y flotar, básicamente. Y pensábamos que dejarles para última hora era un suicidio, ¡qué ilusos!
Sábado
El sol todavía amenazaba y muchos se quedaban a varios metros del escenario donde Darkstar actuaba para situarse en la sombra, por lo que el frontman casi ordenó al público ya casi al final a acercarse y mostrar un poco de empatía (lo que se le entendía, porque no se quitaba en reverb ni para hablar), aludiendo además de que los españoles solemos ser más entusiastas. Algunos pensarían que la hora no era la más adecuada, pero su ambient pop se basa en distintos tipos de texturas sonoras, lo que se traduce en un sonido colorido y luminoso que daba mucho juego al atardecer. Incluso hubo alguna concesión al baile, especialmente Amplified ease, tan Animal Collective.
Lianne La Havas se acompañó de una buena banda que de cuando en cuando la abandonaba para que la chica, guitarra en mano, interpretase alguna balada en solitario. Una propuesta entre pop y r&b que empezó con fuerza, alternando momentos calmados y moviditos (sin excesos), alentando al público para que participase o mostrando su simpatía a través de los típicos pero agradecidos comentarios. Sin embargo, a partir de la segunda mitad, y a pesar de la profesionalidad general, el asunto empezó a desinflarse, y eso que también cayó una decente versión de Weird fishes de Radiohead. Cuesta poner en duda su directo, porque se atisban pretensiones de agradar al público y ella cae la mar de bien, pero la música no solo vive de buenas intenciones.
Los chicos de Extraperlo estuvieron mucho más metidos en harina que en citas previas. Aunque a veces se confundan canciones, en general aciertan en la elección y el orden del repertorio, y ejemplos de alto nivel como Ardiente figura o Fina vanidad hicieron las delicias de un público que intentaba bailarlas (no todo hijo de vecino se sabe mover bajo el influjo de este tipo de ritmos entrecortados). La locura llegó de la mano de Bañadores, toda una fiesta que terminó de encandilar del todo al respetable. Y por si fuera poco Borja, el vocalista, cada día está más guapo.
La propuesta de The Fall es para los más machos (los homos de manual no suponen su target más afín). Su punk rock puede resultar demasiado homogéneo, pero nadie debe de poner en duda la vigorosidad de su directo gracias a la renovación de la banda por sangre más joven. Pero la experiencia se acaba imponiendo, y Mark E. Smith, el veterano y alma máter de la banda, es el que sigue sujetando la sartén por el mango, haciendo lo que le da la gana: si no le sale de ahí pasa de dirigirse al público, o si ve que la batería tiene demasiado peso, pues le quita un platillo y listo. El amo del cotarro y todo un personaje: líderes así no se ven todos los días.
Viendo como huían a los diez minutos, mucha gente esperaba a los These New Puritans de su debut, los made in NME. Parece que en en 2010 los amantes de Elvis (y deja de contar) no aprendieron con Hidden, y ni el tortazo en la cara de Field of Reeds les ha bastado para darse cuenta que los ingleses dejaron esa etapa atrás y hacen lo que les viene el gana. Los que nos mantuvimos en el sitio disfrutamos de lo mejor de este desconcertante último disco, como Fragment Two o Organ eternal, y la presencia de lo más recordado de su predecesor, destacando la enorme We want war, protagonizaron un directo que empezó tímido y fue ganando enteros hasta el explosivo final. Ah, y ni rastro de su debut. Y aunque evidentemente no se apoyaban en una orquesta y coro de niños como en SOS 4.8 2011, no descuidan en vientos, teclados y acompañamientos vocales.
¿Lo más esperado de la jornada? Disclosure. Los hermanos aparecieron envueltos por una atractiva puesta en escena de juegos luces y proyecciones de lo más aparentes y que ayudaban a arropar a un directo que a veces era de todo menos eso, al menos en el aspecto vocal. Incluso se comentaba que todo estaba grabado. No hay que pensar mal, pero lo que es cierto es que sonaba demasiado similar al disco. Por suerte incluyeron percusiones y guitarras y la voz de Guy en un par de temas interpretados originalmente por él, pero se podían haber acompañado de una cantante competente y flexible que interpretase la mayoría de hits de su magnífico Settle (White noise, You & me o Confess to me). Y a pesar de la homogeneidad ya esperada, lo que derivaba en ciertos lapsus de monotonía especialmente hacia la mitad, la fiesta ya estaba servida y los bailes de la masa eran casi constantes.
jarto / fotos: Naroa Fernández (1) & Íñigo de Amescua (2,3)