Lo bueno si breve, dos veces bueno: ¡viva el EP!

annie

Hay una extraña asunción social basada en la idea de que el LP goza de mayor validez que otros formatos de menor minutado. Es más, la mayoría de la población ni tiene en cuenta la existencia de estos pequeños formatos, por lo que el álbum es casi el único válido en lo que se refiere a nuevo material de estudio (recopilatorios o directos, otro cantar). Resulta curioso, porque el consumidor medio suele descartar buena parte de los cortes para quedarse con 4 o 5 (por otra parte normal conociendo la morralla habitual), y más a día de hoy donde los reproductores de mp3 y el streaming dejan vía libre para descuartizar el álbum a nuestro antojo. Por ello la lógica debería alzar al EP como reina del baile. Pues no, básicamente porque el LP dignifica, como se planteó en este antiguo post sobre Maluca: «El álbum otorga, llamémosle, caché, estabilidad, presencia y constancia (y más si hay buena promoción de singles), una imagen de que el artista no está de pasada». Y así el EP queda en un segundo plano.

La prensa especializada también peca de ningunearlo (nosotros no somos especializada, pero también alzamos el mea culpa), y un artista no da el salto definitivo hasta que no publica su debut, su disco en mayúsculas, da igual que antes tenga tropecientos singles y EP’s, porque aquí no hay debut que valga si no tiene mínimo diez cortes. Que esa es otra: entre cuatro y doce canciones la diferencia resulta evidente, ¿pero entre ocho y diez?, ¿aun cuando la duración de ambos puede coincidir o incluso resultar mayor en el caso del ocho pistas? Y además el propio artista especifica cómo debemos tratar su creación, una catalogación tan relativa como simplista. Pero volviendo a su validez como obra, es complicado que en un LP, sea de Usher o de Macdemarco, no se pueda prescindir de un par de cortes al menos, incluso aunque se trate de un trabajo conceptual. Entonces, ¿por qué no reducirlo? Por lo descrito en el párrafo anterior, evidentemente. Pero como en todo, poco a poco se puede ir labrando un cambio, y hace no demasiado parecía que el cambio iba a producirse. Todo fue un espejismo, pero la esperanza sigue ahí.

En 2009 estrellas del pop en eclosión y asentadas como Lady Gaga, Coldplay, Miley Cyrus o Justin Bieber publicaban EP’s, que en ciertos casos como el de la ex chica Disney y la Germanotta contenían sus mayores éxitos. Y centrándonos en The Fame Monster, consolidó a Gaga como la estrella del pop del momento (lo que arruinó en parte con Born This Way), incluyendo su monster hit (nunca mejor dicho) Bad romance, además de otros temazos, lo que se tradujo en grandes ventas y excelentes críticas. Este formato veía la luz al final del túnel, había llegado su oportunidad… pero todo acabó en humo. En realidad en los últimos tiempos el EP nunca existió de manera independiente en el ámbito comercial, casi todos los ejemplos se basaban en apéndices o prolongaciones de álbumes. Sí, se podían adquirir por separado, pero la conexión temática con su hermano mayor resultaba evidente y en la mayoría de los casos se podían adquirir juntos. Así que, de alguna manera, nunca sobrevivió por sí mismo. Últimamente tenéis a Lana del Rey o Robin Thicke, que ha editado cortos que van de la mano de obras de supuesto mayor calaje. La teoría se confirma.

En el mundo indie es ligeramente distinto, porque la mayoría de artistas comienzan su andadura con un EP o singles, y así se dan a conocer; pero aunque reciban atención se mantiene la idea de que el álbum simboliza la verdadera prueba de fuego de su valía. No es menos cierto que mantener el nivel durante más material supone un reto mayor, pero no justifica que se desprestigien formatos menores. En el cine sucede igual, los cortometrajes a un nivel popular nunca llegarán al nivel de grandeza de una película. Y si una película dura tres horas entonces estaremos ante una obra maestra. Además también encontramos el pensamiento de que solo se trata de caprichos que se paren en un plis plas, casi sin esfuerzo, en un acto de «no sé qué hacer con mi vida, hoy toca esto», como si al día siguiente el artista fuera a abandonar la disciplina y todo quedase en una pasión pasajera. Casi siempre costará más realizar una obra de 60 minutos que de 20, evidentemente, pero la calidad artística va por otros lares. Sin embargo a veces parece más importante el crédito del propio artista que la obra en sí.

Son los prejuicios de siempre, aplicados a cualquier ámbito del arte y fuera de él, donde, por una razón u otra, el tamaño siempre importa. Si resulta necesario que un disco dure una eternidad, de acuerdo, pero rellenar por rellenar para otorgar a la obra cierta magnitud impostada, jamás. Pero es lo que hay. Al menos muchos todavía apuestan por el famoso y casi nunca aplicado dicho de «los mejores perfumes vienen en frascos pequeños». Que se lo digan a Annie, que esta semana ha publicado el estupendo A&R, que incluye cinco magníficas joyas pop. ¡Viva!

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