Crónica Dcode 2013

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Como Livenation estaba rácana en tema de pases, no estaba por la labor de entrar en Dcode desde las seis para asistir y reseñar a artistas de los que en general no hablamos (aunque perderme a John Grant me dolió) y que además no pudiese salir para tomarme un refrigerio. Porque viendo el tema del dinero del festival daban ganas de morir hambriento y deshidratado antes de dar un mísero euro a la organización (había que comprar obligatoriamente dinero a pares cuando la mayoría de productos tenían precios impares, por lo que siempre te sobraba salvo que comprases dos de ellos). Y el tema del agua a dos euros y medio, pues como en otros festivales, un abuso. Al menos se podía pasar comida. Y ya que hablamos de críticas toca comentar el exceso de aforo para un recinto de ese tamaño. Resultaba complicado encontrar zonas donde hubiese más de dos metros entre individuo, y sobre todo entre los conciertos de los dos escenarios grandes, ya que te movías de un lado a otro en masa. Yo porque soy alto, pero el agobio de alguien de estatura media debe de ser de escándalo. Y para escándalo el tema baños, una auténtica batalla campal en la que doy gracias por tener pene. Más escándalo: una chica de la puerta que tocaba el paquete a los tíos por si tenían una botella escondida, sin pedir permiso. Llega a ser al revés y se lía la de Dios. Y para terminar los aspectos extramusicales, unos cuantos repetidores no hubiesen sobrado, para no pasarse medio concierto buscando a tus amigos; la cantidad de policía acercaba al evento a una cumbre del G-20 (la sensación de estado de sitio no es agradable); y por supuesto el asunto de no poder salir del recinto.

Por suerte la media musical resultó muy alta y compensaba cualquier tipo de sufrimiento o indignación. Lo primero que no me quería perder era a Foals, que aunque muchos les encuadren en la generación NME, su propuesta no resulta tan festivalera como Franz Ferdinand. Algo que se podía comprobar en un setlist no demasiado fiestero (su hit Cassius se lo pasaron por el forro, y curiosamente sonaba de fondo en los vídeos promocionales de las pantallas), pero que se tornaba muy evidente en ese tema bigger than life que es Spanish Sahara, donde los que realmente nos interesaba el concierto debíamos hacer un ejercicio de concentración y paciencia para desconectar de la gente que estaba de parranda. Así que si tenéis oportunidad de verles en Barcelona en sala no os los perdáis, porque el entorno será más propicio y con que la actitud y el sonido rayen al mismo nivel, saldréis dando palmas.

En BBK Live Vampire Weekend no recibieron demasiadas buenas criticas, tildándoles de insulsos y sinsangre. Hombre, Ezra y compañía no es que derrochen un manantial de carisma, pero son pijos simpáticos y tienen encanto. Y nadie pudo poner en tela de juicio la calidad de su directo, la estupenda selección de temas y su consonancia con el público, a pesar de resultar parcos en palabras. Pero es que su música no necesita de discursos superfluos y manidos. Sorprendió que la gente no se quedó en los hits más conocidos y se entregaba casi por igual en la mayoría de canciones. Un ambiente fiestero muy sano que a veces se ensombrecía con la manía de algunos de hacer pogo hasta en las baladas. Algo anecdótico para uno de esos shows que aunque puede que lejos de la perfección (su sonido en directo nunca resulta tan redondo y pulido), acabas con una sonrisa de oreja a oreja. Gracias chicos.

Quizás porque muchos sigan echando pestes de Amaral debido a su origen de radiofórmula, el foso no estaba tan a reventar como con otras bandas, por lo que propició que se disfrutase aún más de un concierto que, para los más escépticos, deja las cosas bien claritas: Eva y Juan no reniegan de sus orígenes, son lo que son, y lo que hacen lo hacen bien, muy bien. Tan sencillo como eso. Y los que esperasen un setlist plagado de grandes éxitos se quedaron con las ganas (aunque un Como hablar, posiblemente su mejor canción, no hubiese sobrado). El universo sobre mí supuso su pico de popularidad, y de otros discos no tiraron de canciones tan evidentes, como No sé qué hacer con mi vida o Estrella de mar, aparte de muchos exponentes de su notable último disco, como Hacía lo salvaje o Antártida. La entrega de Eva y todos sus músicos era total, quizás porque, como comentó ella, esa noche cerraba una etapa de su vida profesional. Y para terminar Revolución mezclada con su versión en español de Heroes de Bowie. En otro caso sería hasta ridículo, pero aquí sonó a gloria.

Todo lo contrario a Amaral fue Franz Ferdinand, donde no faltó un solo éxito y su último disco se quedó en algo complementario. Tampoco hubo demasiados cambios respecto a sus directos del pasado año, incluyendo la versión de Can’t stop feeling con I feel love (que no parece que muchos reconocieron). Por suerte en el extenso bis aportaron una sección más alejada del hit tras hit, que les reconcilió con sus fans más hardcore y no tan casuales. Alex Kapranos sigue igual de carismático que siempre, pero ya estamos bastante acostumbrados y no nos encandila tanto como antaño. Al final se trata de una banda con un registro algo limitado, de lo que no se pueden esperar demasiadas sorpresas, y que nunca van a fallar en directo, pero que si les has visto varias veces te percatas que ninguna cita va a sobresalir respecto a otras. Vamos, que uno sabe a lo que va; y muchos  satisfechos con ello, oigan.

Para terminar (porque ni loco me quedaba en The Warriors, por cierta ética) el ecléctico pop de Capital Cities, que repiten esta edición, pero ahora con un éxito mundial bajo el brazo. Aunque muchos solo asistirían para escuchar Safe & sound, su desparpajo sobre el escenario, una selección de lo mejor del disco, además de unas cuantas versiones, unas mejores que otras (Breathe de Pink Floyd y Staying alive de Bee Gees reguleras, Holiday de Madonna genial) y la sabia explotación del trompetista, generaron un estupendo fin de fiesta tan intrascendente como divertido, que era lo que importaba. Cuando finalmente sonó el esperado tema (curioso resultaba haberlo escuchado diez minutos antes de fondo en la sesión del escenario de al lado), la masa lo dio todo. Normal ante un ejercicio de buen rollo, gran melodía y tintes de himno, que en directo no decepcionó y hasta ganó enteros. Momentos de comunión musical entre público y artista de tal calibre no se viven todos los días.

jarto

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