¿Vale todo en el indie mientras haya actitud?
El otro día charlando con mi hermano sobre música me comentaba que estaba harto de esta bandas de corte indie que no tienen ni zorra de tocar en condiciones. Él forma parte de una formación de soul, Freedonia (hay que hacer publicidad a la familia), que tienen un control de los instrumentos muy pro, además de una armoniosa conjunción de los mismos. El público lo nota y por ello, entre otros motivos, llenan casi todas sus citas en directo sin apenas promoción en grandes medios (últimamente algo más a partir de su éxito). Y cuando digo soul es soul, no neo soul y demás vertientes actualizadas del género, sino su esencia más pura, donde no vale haber aprendido a tocar hace un par de meses. Ha habido un esfuerzo del que yo he sido testigo, nunca se trató de un capricho de un día donde más o menos podía colar el proyecto a partir de unos conocimientos musicales bastante limitados. Sí, resulta evidente un trabajo y una dedicación previa a publicar algo medianamente consistente.
El otro día también (concepto atemporal) me contaba un amigo sobre una banda que está en auge dentro del circuito madrileño, y que próximamente es probable que peguen el pelotazo (no diré nombres), que un integrante había aprendido a «tocar» su instrumento hacía muy pocos meses, pero que habían otros motivos extramusicales que justificaban su inclusión en la banda. ¿Sorpresa? No solo en el ámbito comercial abundan los «artistas» sin demasiado talento que están donde están por temas de mercadotecnia, por si alguien tenía alguna duda. Y es que en el indie parece que todo vale, cada vez más, mientras la actitud esté por delante.
Nadie va a renegar de la importancia del papel de este elemento, que no solo se transmite a través de un físico, gestos, voz, sino que a veces resulta hasta algo complicado de definir, casi intangible, pero que está ahí, y que por supuesto impregna toda la música. No hace falta ni que llegue a un nivel de carisma absoluto, porque además a los indies no les interesa eso («uh, qué asco Chris Martin»). En todos los géneros la actitud resulta inherente al mismo, pero hay algunos que sacan más tajada de él ya que no se exige tanto virtuosismo o los medios de comunicación más populares de cada ámbito le otorgan más atención. Ahí destaca el indie en su concepto tan ambiguo como enorme, pero en general se asocia a la actitud. Christina Rosenvinge, por ejemplo, no se encuentra en ningún sello independiente, y ahí está como musa del indie, incluso tras un pasado descaradamente comercial.
Así que más allá de los tecnicismos, «lo indie» se define por la actitud, al que va unido el tono de la obra. Entonces genial, tenemos actitud, ¿pero hay también técnica y profesionalidad? En el arte la técnica no es sinónimo de talento si el resultado es tremendamente anodino (a ver quién se come un disco de la última época de Santana por muy bien que toque la guitarra), pero que me aspen si no hay ciertos límites. En el estudio y con un buen productor todo se convierte en fuegos artificiales, pero a la hora de la verdad donde hay que jugársela es sobre el escenario. Y ahí es cuando a veces uno no sale de su asombro: ¿cómo coño puede estar este individuo dando un concierto? Y algunos no cuelan ni en estudio.
La democratización de la música tiene muchos aspectos positivos, pero también hay que reconocer que no todo el mundo cuenta con el talento suficiente; sin embargo público y medios (incluido nosotros) de cuando en cuando alzamos artistas que no hay por dónde cogerles. Nadie exige diez años en un conservatorio, pero chaval, en un par de meses no vas a acabar siendo un bajista de alto nivel. Que sí, que formar una banda es chachiguay, pero bájate de la nube. Y con profesionalidad también me refiero a no cancelar un concierto a última hora por la resaca de drogas y alcohol de la noche anterior, que en el ámbito musical hay mucha tontería y acaba pasando factura a mindundis que no tienen donde caerse muertos. Pero, eh, tengo flequillo y llevo pitillos (suena a tópico, pero esta manida fórmula sigue triunfando).
Puede que uno entre un millón sin demasiada técnica ni profesionalidad se merezca elogios y bragas por el aire, porque el arte es así, no siempre se rige por los mismo cánones, pero en general si no hay intención de evitar soltar gallos por el micro no vas a ningún lado, salvo que tengas un equipo detrás que te lo haga todo (la mayoría de popstars) o un buen productor (cualquier banda indie medianamente de renombre). La cosa es que en directo, aunque Katy cante como una grulla en celo, tiene a unos músicos que no son precisamente unos amateurs. Unos dirán que es lo que tiene un presupuesto millonario, pero esos músicos no están ahí porque lleven barba o tengan unos melones de impresión, han llegado por su profesionalidad. Quizás no tengan el carisma para liderar una banda, pero saben lo que hacen y no se extralimitan en su papel.
Por desgracia al final la actitud manda, y se centran más en eso que en mejorar musicalmente, como en el capítulo de Freaks and Geeks donde Lindsay le espeta a la banda de los freaks que si ensayan más serán grandes, y Daniel le dice que no lo necesitan, que son buenos en su «estilo». Sí, al final ese argumento queda al nivel de cualquier excusa adolescente, aunque en realidad nadie lo admita, ni banda, ni prensa, ni público, porque dejarlo todo en una simple cuestión de actitud provocaría una perdida inmediata de la credibilidad. Y nosotros tampoco es que estemos libres de pecado.
jarto