Mount Kimbie y Boreals en Apolo / Delorean y Baio en Razzmatazz

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Uno ya tiene una edad  y -ante la sustitución del público melómano de los festivales por asistentes que buscan “la fiesta”-  el cuerpo me pide la intimidad, la búsqueda de un sonido cuidado y la eucaristía que proporciona un concierto en sala. Un discreto cartel rezaba un triunfal “sold out” en la entrada de Apolo. Dentro, estaba todo listo para uno de los espectáculos que más había esperado del año.

Los encargados de caldear el ambiente fueron los barceloneses Boreals, fichados recientemente por Irregular Label -¡Ojo, no estamos ante ninguna tontería!- El directo se nos hizo corto y fue un paseo principalmente por temas de su cambiante álbum Antípodas. Los asistentes escucharon la llamada y la sala empezó a llenarse exponencialmente al ritmo de una electrónica fluctuante entre el paisajismo del ambient y la euforia épica de las guitarras de estos jóvenes.

Luz tenue, humo, el característico olor del ambientador de la Sala Apolo, murmullos y ruido blanco; era tiempo de espera hasta que una repentina oscuridad y un violento silencio reclamaron la atención de los allí presentes, obligándolos a poner el ojo sobre el escenario y a afinar oído. Sobre el fondo empezaron a proyectarse las imágenes del videoclip de Before I move off dirigido por Tyrone Lebon. Mount Kimbie, acompañado en directo por un batería, salió a escena. Dominic Maker y Kai Campos  empezaron a desenlatar su universo musical con el sampler de la voz de Andreya Triana que humaniza unas timpánicas percusiones en Carbonated. Había empezado el orgasmo que tantas veces había intentado imitar en casa follando mientas escuchaba su primer álbum Crooks & Lovers.

Apenas nos dejaron tiempo para dedicarles un merecidísimo aplauso cuando una exótica cuerda empezaba a recrear la base sobre la cual se asienta un batiburrillo de sonidos etéreos. Sí, estoy hablando de Before I move off, la segunda bomba lanzada. Una discreta lágrima inició su viaje hasta mi barba. Final del acto dos. Un fuerte aplauso ¡Bravo!

Llegados ante este apabullante inicio, mi máximo miedo era entonces que el concierto fuera en decrecendo. Yo me decía a mí mismo: “Joder, tíos, ¡habéis empezado muy fuerte!” …me equivocaba. Fue muy difícil no entrar en Stendhal durante lo que quedaba de directo pues siguieron subiendo el listón con pistas de Cold Spring Fault Less Youth, su último álbum.  Entre ellas Home recording, Blood and form, Fall out, So many times, So many ways o Break well que hicieron moverse a más de uno.

Para mí, el apogeo del directo de Mount Kimbie llegó con la interpretación de la tierna Maybes en directo. Bueno no, fue con la ravera Made to stray. ¡Qué digo!¡Fue con el subidón de la progresión y de la ruptura de Field! Fuera lo que fuese a ellos se les notaba cómodos, con un público entregado y un sonido muy mimado. Quizás, por eso decidieron hacer un bis y de alguna manera cerrar el directo de modo circular con una reinterpretación anárquica de Carbonated y algo que se parecía bastante a Slow, sin llegar a serlo. Sin lugar a dudas fue un broche frenético.  Se había terminado. Snif, snif.

Mount Kimbie han sido catalogados a golpe de tecla como un grupo de post-dubstep. En su último álbum han pegado un giro de 90º, acercándose mucho más al pop de la mano de King Krule. En su directo son una caja de sorpresas, pasando canciones de 4 tiempos a 8 y haciendo virguerías con teclados, un bajo, una guitarra, samplers y una batería. Dentro de su experimentación parece que cada línea instrumental obedece a unas leyes físicas sólo válidas en ella, obteniendo como resultado un viaje desde lo cuántico a lo sideral. Acabábamos de presenciar  la sutura de una brecha en la pequeña área donde se superponen la música concreta con la música abstracta y con la improvisación.

Tras el concierto de Mount Kimbie mi cara era un poema y se acercaba bastante a la de “El Éxtasis de Santa Teresa” de Bernini pero una pulsión interior me pedía más; más música, más luces y más noche. La apuesta parecía evidente: la Sala Razzmatazz se quería convertir en un invernadero de sonidos que nos trasladarían a otras latitudes, con las actuaciones de Baio DJ Set y el directo de Delorean, durante  una gélida noche de diciembre en el corazón industrial de Poblenou.

Esa gran fábrica de diversión que es el “Razz” fue calentando motores. La chavalada iba fichando para empezar a desgastar zapatilla. En la sala principal, el papel de supervisor durante el primer turno recaía sobre Baio. Más tarde, sería el turno de Delorean cuyo propósito era alcanzar el pleno rendimiento y, finalmente, el turno de los DJs Residentes que intentarían mantener el ritmo y encargarse de la desaceleración una vez que las luces  anunciaran que la noche había acabado en la fábrica.

Baio, además de ser el nombre de un municipio gallego, es el nombre artístico que usa Chris, bajista de Vampire Weekend, para publicar cosas durante su aventura por el fascinante y personal camino como músico en solitario. A sus espaldas lleva ya dos EP’s. El primero, que fue lanzado por la discográfica Greco-Roman del amigo  Joe de Hot Chip, tiene como título Sunburn  Modern EP (2012) e incluye dicho hit y el de Tanto junto a Matias Aguayo. Más recientemente, Baio fue fichado por la australiana Future Classics y publicó el que es hasta la fecha su último EP, Mira EP (2013), siguiendo la estela ya iniciado en la búsqueda de un sonido personal que se acerca a una música dance delicada, hipnagógica, tribal y tropicalista. Durante su DJ Set nos agarró de la mano y nos paseó por su universo de influencias y gustos  personales que van desde el  afrobeat y funk hasta el dance o el house. Todo ello salpicado con temas de sus EPs, como Banj. Personalmente, el momento en el que se coronó como DJ fue cuando metió, precediendo al closing track, Open Eye Signal de Jon Hopkins. De alguna forma la frenética progresión a y fría percusión del track nos recreó una cadena de montaje y nos hizo regresar del viaje que nos llevó a otros trópicos a las coordenadas donde se asienta la sala.

Tras un merecido breve descanso era el turno de Delorean. Presentarlos aquí sería un sinsentido o despropósito. Desde que salieron a escena, toda mi atención estaba focalizada en cómo defenderían en directo un disco tan compacto y sin altibajos, donde las letras están muy cuidadas y hablan de temas más profundos como de la necesidad de estar juntos hasta la muerte, donde se introducen voces femeninas y un trabajo que, en definitiva, supone otra vuelta de tuerca y renovación en la carrera de los vascos.

Apar (Mushroom Pillow, 2013), además de ser el título de su nuevo trabajo, significa en euskera “espuma”. De alguna forma lo allí presente iba creciendo como la espuma. El grupo iba engrandeciéndose pese a alguna desgracia en el control de sonido. Temas como Spirit, Destitute time o Dominion nos mostraron unos Delorean renovados, un Unai volviéndose loco a los teclados, un Ekhi exhalando vitalidad, un Igor marcando la base desde su batería y un Guillermo tímido tras su guitarra.

Pese a que su nuevo trabajo presenta temas como You Know It’s Right que nos recuerda más a la estructura de repiques electrónicos, teclados marcados y sampleos utilizados en  Subiza (Mushroom Pillow, 2010), lo cierto es que en directo suenan muy distintos a cómo los había concebido en disco o en conciertos anteriores a este nuevo trabajo. No obstante, el cuarteto sabía que los allí presentes queríamos recordar a esos antiguos Delorean y nos regalaron Real Love antes de concluir su actuación.

Esteban Cremades

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