La salida del armario de Ellen Page: ¿necesaria a estas alturas?

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A pesar de no tratarse de un tema estrictamente musical, siempre nos ha fascinado la mezcla entre cultura y sociología, así que hoy como excepción (o puede que no, ya se verá), se tratará una noticia que directamente no nos concierne aunque sí de una manera colateral. Ya os habréis enterado de uno de los asuntos más comentados del fin de semana: la salida del armario de Ellen Page, protagonista de Juno, que en este caso se trata de una actriz, pero podía haber sido un músico, como ha sucedido en pasadas ocasiones. Sin embargo la rama artística es lo de menos. El caso, durante las últimas salidas del armario ha surgido una polémica cada vez más laureada. No, no hablo de los retrógrados que abogan por curar la homosexualidad o incluso quién sabe si la aniquilación de quien la «sufre». De esos siempre hay y habrá, por supuesto, pero la indignación viene recientemente de los que creen que en el año 2014 no hace falta este tipo de actos.

Así no se normaliza, afirman. Este tipo de voces que piensan que sobresalen gracias a su supuesta amplitud de miras, porque gritan a los cuatro vientos (es decir, a los cuatro posts) que la homosexualidad es algo normal. Efectivamente, lo único en lo que tienen razón: se trata de algo normal. O quizás sea algo anormal en el sentido de que la heterosexualidad prima sobre el resto de condiciones sexuales, en lo que se refiere a que se sale de lo establecido, nunca aplicado en un sentido negativo o moralmente malo.

Lo que no racionalizan antes de hablar es que aunque se trate de algo normal no quiere decir que esté normalizado, o no al menos en todos los rincones del planeta. Y muchos sueltan alegremente: «es triste que esto sea noticia». En verdad lo es, o más bien que la actriz tenga que confesarse de esta manera, o que lo hiciera en una asociación que protege los derechos de una parte de los ciudadanos; triste porque el mundo no es la casa de Pin y Pon. Como no lo es, actos como este resultan necesarios, casi imprescindibles. Por supuesto nadie está en la obligación de llevarlos a cabo ya que el ser un personaje público no implica contar tu vida íntima (aunque sé de muchos homosexuales que lo piensan). Pero se valora, y mucho. Porque incluso hasta en Hollywood, donde todos son muy demócratas, abiertos de mente y demás milongas, la homosexualidad sigue en un segundo plano a varios niveles.

Si la meca del cine es así, ¿qué sucede en otros países? Pues Rusia no es de los peores ejemplos, por mucho que haya saltado la pólvora en los últimos meses. Entonces la gente que dice «a mí me da igual que sea lo que sea», y sin problema, no tiene porque importarles, están en su derecho, pero de ahí a criticar que se hable de ello hay un trecho. No son progres aunque lo piensen: son seres poco empáticos que no ven más allá de sus propias narices. Intentan sacar a la luz cierto sentido crítico (que por otra parte no sobra en esta sociedad) y la cagan estrepitosamente con una demostración de progresismo barato, culpa de la burbuja aburguesada en la que viven, ajenos a lo que ocurre a su alrededor, sin valorar lo suertudos que son, cuando hay países que incluso aplican la pena de muerte por motivos totalmente ilógicos (en realidad la pena de muerte nunca destacó por la lógica). Y lo peor es que no todos estos individuos son heterosexuales.

Entonces tenemos el show business norteamericano, la vía mediática más efectiva para hacer llegar cualquier mensaje al mundo, normalmente empleada como arma para americanizarlo. Pero como todo, también tiene su lado positivo. Así, una declaración como la de Ellen Page ha tenido alcance mundial y puede servir de ayuda a muchos homosexuales en una situación, digamos, delicada. No supone la panacea, pero sí un granito que ya suma toda una montaña, aunque todavía queda un largo camino y es de esperar que muchas más personalidades de la vida pública se envalentonen. Porque sí, se trata de un acto muy valiente que repercutirá en sus vidas tanto en el ámbito personal como laboral, y no siempre de la mejor forma.

Seguirán siendo magníficos, regulares o pésimos artistas, y por supuesto no les hace mejores personas (ambas afirmaciones en relación a chorradas que se pueden leer estos días por la red), pero el mundo dará un pasito más hacia la plenitud de derechos humanos, que por supuesto y por desgracia no solo atañe a la sexualidad de las personas. Además también afectará en lo que se refiere al ámbito cultural, que es de lo que realmente va esta página, para así despojarse de prejuicios a lo hora de valorar la obra y no tener en cuenta si el creador es LGBT, como ya (casi) da igual que sea negro, chino o latino, salvo que el artista así lo pida. Así que, si no quedaba suficientemente claro, ¡gracias Ellen!

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