Monarchy en Matadero, Madrid

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Ya se sabe que en los eventos se precisa siempre de un acompañamiento musical acorde con el ambiente, por lo que resulta comprensible que Monarchy fuesen los encargados de amenizar la velada de la presentación de la revista Sicky Magazine, de corte «moderner» como habréis podido suponer. Muchos creerán que resulta paradójico que cuenten con el dúo que supuestamente ya estaban pasados de moda (lo he escuchado un par de veces), ergo no son modernos. Sea cierto o no, se trata de una continua batalla de a ver quién es realmente el más moderno del lugar. Como no me interesa el tema y ya hubo bastante de eso en el evento, me limitaré a hablar de las bondades musicales que pudimos disfrutar en el mismo.

Además de Monarchy, también hubo lugar para las consabidas sesiones a cargo de DJ’s Elías Pedrosa y Natalia Ferviú, que ni idea de quiénes son, pero que sin duda hicieron un buen trabajo mezclando artistas de lo más variopintos (de J.Lo a Disclosure), aunque siempre desde un prima petardesco. La banda salió a escena junto a un batería y un bajista, por lo que los que creyesen que iban a asistir a un espectáculo de música enlatada se llevarían una buena alegría. Esta vez sin máscaras, al menos por parte del dúo (el bajista, que no es miembro oficial, sí llevaba), pero sí maquillados como una puerta, se pusieron manos a la obra interpretando lo mejor de su debut, como Maybe I’m crazy, you don’t want to dance with me, Love get out of my way o una inspirada I won’t let go y temas más recientes como Disintegration (esta vez sin Dita Von Teese),  animando el cotarro durante 45 minutos.

A pesar de que había gente más atenta en conseguir una copa que en disfrutar del concierto (es lo que tiene el alcohol gratis, gracias a  Vodka Sobieski y Marie Brizard España), en general el ambiente resultaba bastante animado, ya que a veces en este tipo de eventos la música suele quedarse en un segundo plano. Eso sí, el sonido distaba de resultar perfecto, y la batería eclipsaba a veces hasta la voz de Edward. Para terminar nos regalaron su versión de Vídeo games de Lana de Rey mezclada con The Phoenix alive, posiblemente su tema más laureado. Sin embargo su hit quedó relegado a un estribillo al final del tema y poco más, de manera demasiado anecdótica. Al fin y al cabo, deberían defender antes su canción que la de otro artista. Tampoco supuso un drama, y al final el concierto cumplió con lo que se esperaba: divirtió pero tampoco trascendió, algo acorde con eventos de esta índole por otra parte.

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