Trust – Joyland
No estamos muy seguros si Trust nació como algo serio, con proyección de futuro, o como una simple broma; y de hecho la implicación de Maya Postepski en varios proyectos de forma simultánea, el poco caso que hacía al grupo a la hora de salir de gira, y su posterior marcha nos invitan a pensar que, al menos por su parte, se trataba de un pasatiempo. Sin embargo, Robert Alfons, único miembro oficial de la banda a día de hoy, ha llevado la broma demasiado lejos, lo suficiente como para que nos la tomemos en serio.
Si ya nos gustó su debut TRST por sus descaradas incursiones en la pista de baile a pesar de mostrar un caparazón gótico, este segundo trabajo, irónicamente titulado Joyland, no podría gustarnos menos, más teniendo en cuenta que el espíritu bailable se apodera por completo de (casi) todos los temas del mismo. Sin embargo, seguimos encontrándonos ante un sonido predominantemente oscuro, si acaso más siniestro que antes puesto que se disfraza de alegría y ganas de bailar, como la sonrisa de un payaso loco cuyas oscuras intenciones no conocemos.
Slightly Floating, la canción con la que Alfons abre el disco, da el pistoletazo de salida de forma extraña, jugando a lo que M83 nos tiene acostumbrados: una falsa sensación de tranquilidad; una canción aparentemente onírica que en cuanto termine abrirá la caja de Pandora -en el caso de este álbum- de nuestros sueños y perversiones más oscuras sobre la pista de baile. Lo que viene después ya es mucho más hortera, aunque sin llegar al nivel de Pictureplane (lo que quizás sea una lástima): Capitol es una canción pop de lo más dramática, grito femenino de stock incluido; como si Beach House se entregaran al hedonismo y Victoria decidiera ser toda una popstar, con lentejuelas y toda la parafernalia.
En Joyland el canadiense juega a sonar como Kleerup, pero llevando su falsete al extremo, tanto que hasta Ellie Goulding se sonrojaría. La jugada, sin embargo, le sale de maravilla, y el tema es uno de los mejores del álbum, y ciertamente uno de los más épicos e inolvidables.
Aunque podría parecer que Alfons se siente más cómodo situado en el lado hortera, los que se enamoraron de los Trust más moderados, esos que sonaban como post-adolescentes entusiasmados con Depeche Mode (lo que no es nada malo en absoluto), también tendrán su dosis de temas electro-pop oscuro cuasi-industrial en la línea ochentera que trazó el primer álbum, como Geryon, Are we Arc? (que guarda una sorpresa en la última mitad), Icabod o Four Gut.
La última parte del álbum, en cambio, coquetea desacaradamente con el techno y el house noventeros, y desde la ya conocida Rescue, Mister las canciones restantes son un viaje ascendente (repitiendo falsete de vez en cuando) que acaba de manera apoteósica con Barely, una himno house que perfectamente podría haberse tratado de una colaboración con Hercules & Love Affair. Y que esperemos que suene en las pistas de baile de los clubs más hipsters del globo.
Con este álbum, Robert Alfons se consagra como una estrella que de la que probablemente no mucha gente se percate, un artista de culto que quienes tengamos el gusto de conocer y escuchar disfrutaremos casi en secreto. No dudo de que en un futuro, gracias a la frescura con la que se maneja y los pocos prejuicios que demuestra tener, nos seguirá sorprendiendo para bien.
Puntuación: 8