SZA – Z

sza_z

El r’n’b sigue su andadura de renovación más allá del Billboard Hot 100 pero sin abandonar su carácter más cercano, hasta popular. Sin embargo es bien sabido que el concepto «popular» no se puede comparar a lo que se podía considerar como tal hace décadas. Por suerte siempre hay grandes ejemplos que triunfan en listas manteniendo una excelente calidad más allá de un par de singles potables (Drake o Frank Ocean, por ejemplo). En lo que se refiere a calidad SZA, de nombre real Solana Rowe, va sobrada, pero el tema de ser una estrella está por ver. Parece que hasta le puede interesar conseguirlo (ahí están las colaboraciones de Chance The Rapper y Kendrick Lamar), porque a nadie le amarga un dulce, pero no tiene pinta de que vaya a eclipsar su valía artística.

Su debut, titulado escuetamente Z (aunque en algunos lugares lo consideren un EP de 10 canciones), mantiene el gusto del nuevo r’n’b por producciones que se salgan del modelo establecido. Suena moderno, pero cierto halo de clasicismo se mantiene dependiendo del tema. Esta faceta tradicional puede resultar más acusada ya que el grueso del álbum son las baladas (una balada suele dar más juego para esto que un up-tempo), y por ello a más de uno le puede chocar que Ur y Childs play abran el disco, sobre todo para los que pensasen que estaríamos ante un álbum exuberante tras escuchar el estupendo single Julia.

La realidad es que si alguien conocía sus EPs anteriores (todo en su Souncloud) sabrá que la chica prefiere el sosiego, y después del single, tercer corte, llegan más baladas, por lo que no se trata de un adelanto que resuma el espíritu del disco; lo que no quiere decir que este suponga una decepción. Hay ejemplos down-tempo como la profundidad confusa y oscura de Green mile, que deriva en inquietud gracias al estupendo giro final, o la cadencia turbia de Babylon junto a un acertado Lamar que superan a los dos primeros cortes, que para nada resultan desechables pero sí algo más convencionales. La balada Shattered ring sorprende gracias a su carácter pop y por estar algo fuera de lugar, aunque finalmente se descubre como uno de los highlights del disco, con una intensidad un poco eurovisiva pero sin caer en vulgaridades.

Los ambientes suponen uno de los mayores logros, como en el tema de Lamar o en Omega, temas que invitan a imaginar lugares barrocos similares a lo que sugiere la del álbum. Porque esa imagen es un reflejo de una producción rica en detalles, lo más llamativo de Z, porque en lo que se refiere a melodías o estructuras melódicas y ritmos, salvo alguna excepción, no resulta tan transgresor como se podía esperar o pretender. Qué malas son las expectativas (o el marketing algo fraudulento), porque el largo es notable y hay mucho donde rascar. Merece vuestra atención.

Puntuación: 7,2

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