Top 10: la otra crónica de Primavera Sound 2014

Ambiente Jagwuar Ma Escenario Ray Ban01 Dani Canto

Tras la crónica estandarizada, y al igual que la edición anterior, ponemos a vuestra disposición 10 puntos que se alejan de los conciertos para relatarnos temas más relacionados con la organización, el ambiente o curiosidades varias. Porque Primavera Sound no es solo gente tras un micro.

Los escaladores improvisados

El alcohol y las drogas hacían su mella más allá de los bailes imposibles u ojos perdidos en el infinito. Lo más de lo más era ponerse a escalar las paredes que dividían los caminos a diferentes alturas de la zona principal del Fórum. Su inclinación no era del 100%, pero casi, y a pesar de alturas de hasta 10 metros y del estado de la mayoría de los escaladores casuales, nadie acabó con el cuello partido. Increíblemente.

Urdir un plan estratégico para poder pedir

Este año las colas para pedir resultaban agotadoras, y ya se sabe que en Primavera Sound no hay tiempo que perder. Es de suponer que se han ahorrado unos cuantos camareros (portugueses todos, por supuesto), porque había barras clave con una asombrosa escasez de los mismos. Por ello había que mirar el horario de conciertos para poder pedir y no morir en el intento. «Mira, estamos en el Pitchfork pero aquí hay concierto y en el Ray-Ban no, así que vamos allí a pedir».

Menos frío, más lluvia

Si el pasado año la congelación de nuestra frágil anatomía nos acompañó en buena parte del festival, en esta edición las nubes nos han hecho un bukake de muy señor mío. Por suerte el verdadero drama se produjo el miércoles, el día con menos conciertos, que hasta provocó un retraso general en los horarios. El resto de días se produjo a horas tempranas, pero el viernes la ropa muy pegada y los pezones duros como diamantes eran tendencia a media tarde, por que la ropa más o menos abrigada voló de la zona de merchandising. Vamos, como si solo hubiesen vendido una colección de sudaderas con el jeto de Falete, caían todas.

Las fiestas bajo los soportales del Auditori

La única consecuencia positiva de la lluvia se producía al lado de la entrada, bajo el Auditori, donde se reunía la gente a beber, te encontrabas a gente que posiblemente ni verías dentro del recinto e incluso aparecían espontáneos tocando rarezas como una versión reggae de Wake up de Arcade Fire. A falta de pan buenas son tortas.

Más drogas que en Las Barranquillas

El consumo de drogas ha llegado a tal nivel que incluso a horas tempranas puedes ver a medio festival hasta arriba de todo. La verdad, como si la peña esnifa pegamento, pero el abuso de drogas potencia lo que siempre sobra en un concierto: gritos en el oído, codazos, pisotones, actitudes agresivas, etc. El alcohol también, claro, pero si además le añades un plus de drogas, apaga y vámonos. También es verdad que gente sin educación siempre la ha habido, drogada o no.

Boiler Room se asienta

Aunque muchos piensen que Boiler Room es carne de Sónar, Primavera Sound siempre ha dejado un hueco a la electrónica bailable, y esta edición la carpa se ha reafirmado como uno de los puntos clave de la fiesta en el festival. Quizás por mantener la exclusividad, la mentada carpa que lo albergaba resultaba extremadamente agobiante, con gente aplastándose para poder entrar, drogada hasta las cejas, con mucho calor y música machacona. Y aun así convencía. ¿Las razones?: la calidad del sonido, la terracita de fuera que daba al mar y porque para aportar un poco de variedad al panorama conciertil venía de lujo.

Meaderos de lujo

Los tíos pudimos disfrutar de unos nuevos meaderos con cenicero en algunos o con espacio para dejar el vaso en otros (ambos no había, cachis). No se encontraban en todas las zonas de baños, quizás porque su inclusión en esta edición supuso una primera toma de contacto, pero visto el éxito el año que viene seguro que no tendremos que sujetar el vaso de plástico con los dientes, con el riesgo que ello conlleva, o dejarlo al lado y que te lo tiren, o peor, te lo meen. Y posiblemente beberíamos y tan felices.

Bajos del infierno

Si hay un festival donde siempre hay exceso de graves en determinados conciertos y por precio y fama no debería ser así, ese es Primavera Sound. A veces se resuelven, otras no, pero siempre joden la marrana. No sabemos si es culpa de los técnicos de los artistas, de los de la organización o de Francisco Marhuenda, pero basta ya de reventar conciertos que sin bajos fatales sonarían de lujo.

Gente que se transforma en un cuadro andante

No es algo nuevo, pero cada vez se acentúa más, porque ya sabemos que en los festivales, y más en uno de renombre como este, hay que lucirse y/o llamar la atención aunque acabes cruzando la línea del mamarrachismo más agudo. Hay gente que es así las 24 horas (poca), pero te encuentras a conocidos que de normal visten de equis manera y que en el festival cuesta reconocer entre tanta parafernalia estética. Vamos, el síndrome Power Rangers: ¡a metamorfosearse! Pero, eh, mola. Al menos resulta más divertido que la corriente normcore que supuestamente dominó el festival.

Los guapos oficiales (y no tan oficiales)

Lauren Mayberry de CHVRCHES es una elección más que evidente, pero su vulnerabilidad y rasgos dulces enamoran a más de uno. Danielle de HAIM es otra ganadora, con más presencia y actitud que sus hermanas, y la que mejor ha evolucionado en cuestión de estilo. Y ese pelazo, claro. Y alguien no tan evidente para terminar con las chicas: la corista negra de Blood Orange (la blanca era bastante choni). Sensualidad discreta, tanto, que ni sabemos su nombre. En hombres la sorpresa viene de Neil Halstead de Slowdive, un cuarentón muy bien conservado con bien de pelo y mucho más atractivo que en su juventud. Trent Reznor, otro cuarentón que mantiene una musculatura envidiable y con una mirada que embelesa y perturba al mismo tiempo. Y para terminar Yannis de Foals, tan bajito pero tan mono que dan ganas de llevárselo a casa.

Foto: Dani Cantó

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