5 cosas que sí y 5 que no del Día de la Música 2014
Como no tuvimos la suerte de recibir pase, y, seamos realistas, tampoco estamos ante el festival del año, hemos decidido publicar una crónica con los pros y contras del The Big Stereoparty!, celebrando el 25 aniversario del sello Subterfuge, en vez de una versión estándar del género periodístico musical por antonomasia. También porque en este caso da mucho más juego, sí.
Noes
Colas infernales
Es normal esperar unos minutos para tomar algo o ir al baño, pero en este caso resultaba casi indignante. Comer o beber se tornaba como una tarea harto costosa, y quizás un par de puestos más nos hubiesen ahorrado tanta espera. Y luego estaba el tema baños, que debido a la ausencia de meaderos para chicos, las colas podían ser de hasta 20 minutos. Por suerte, para los más listos, se podía salir fuera del reciento del festival, que no del Matadero, y hacer nuestras necesidades en los baños de fuera. Baños de verdad además, no poly klyn.
Sonido de feria
Se trataba de un problema generalizado en todos los conciertos, y no sabemos si el sábado mejoró o estábamos acostumbrados a ello. Todos sabíamos que no asistiríamos a los conciertos de nuestra vida, pero por Dios, un poco de nivel. Menos mal que la actitud o el cancionero de algunos artistas compensaron algo el desaguisado.
No sabe, no contesta
No pasa nada que no nos acrediten, no son los primeros (aunque por suerte casi todos los festivales lo hacen). El problema venía cuando envías tres correos sin contestación, llamas preguntando si puedes hablar con algún responsable de prensa y que te digan que mejor que mandes otro correo, incluso explicando que antes no sirvió de mucho. Pero como un estúpido lo vuelves a enviar, al menos esperando un «no» por respuesta. Nada. Y luego te enteras por otras fuentes que pasan totalmente de atender a medios pequeños. Todo esto por parte de Subterfuge, hay que especificar, porque del tratamiento de los chicos del Día de la Música en otras ediciones no nos podemos quejar.
Vivir de la nostalgia puede salir caro
Aunque tenía encanto el revival que suponía casi todo el cartel del festival (porque incluso las bandas que seguían en activo cantaban casi exclusivamente material de su época en el sello), vivir de la nostalgia tiene su precio, y a veces los buenos recuerdos del pasado se convertirían en desaborío y decepción. El pasado en ocasiones está bien donde está.
Intrascendencia
Te lo podías pasar mejor o peor, pero el regustillo a intrascendencia no te lo quitaba nadie. No creo que nadie esperase un festival que le cambiase la vida, e incluso esta actitud podía influir en la manera de afrontarlo, pero la realidad es que salvo un par de actuaciones, el conjunto no te hacia pensar lo contrario. Si la conclusión final se traduce en algo similar a «al menos es un fin de semana donde haces algo distinto en la capital», entonces el resultado no es para saltar de alegría.
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Síes
Mercromina, sin más
Si hubo un comeback más que justifciado ese fue el de Mercromina, que se quedaron a gusto despachando el mejor concierto del festival, y gozando además del mejor sonido (quizás porque su mejor arma es la distorsión). Normal que contasen con más tiempo que ningún otro nombre del cartel. Eso sí, una canallada que empezasen 10 minutos antes de la hora.
Dover o cómo volver a nuestra adolescencia
La banda madrileña nunca ha presumido de gran directo, pero dentro del asumido concepto de nostalgia lo único que se podía hacer era disfrutar de la recreación 2014 de Devil Came to Me de 1997. Y no estuvo nada mal, y si además la traca final está formada por Serenade, el tema homónimo y Loli Jackson, pues toca dislocarse el cuello y desgañitarse.
El eclecticismo hecho público
Al tratarse en la mayoría de casos de actuaciones que nos iban a transportar a un pasado donde no había crisis y los móviles eran para los yupis, se podía contemplar una audiencia de lo más variopinta. La realidad es que algunas hasta eran bandas que se podían escuchar en Los 40, y desde aquellos años ha llovido mucho y hemos cambiado: unos ahora son hipsters, otros pijos, otros padres de familia, etc. Y todos conviviendo en paz y armonía.
Consigna gratuita
Un clásico del festival, que este año se tornaba como imprescindible. ¿Por qué? Pues porque debido a las mentadas colas resultaba una odisea tomar algo. ¿La solución? Meter bebida en la mochila o bolso, dejarlo en consigna y cogerlo al salir para irte al chino de enfrente, comprar unos hielos y tomarte unos copazos. Incluso guardar algo de picoteo para luego. Eso o perderte un concierto entero (que muy largos no eran).
Se acabó el irse con Los Lunnies a la cama
Debido a ciertas reglas del ayuntamiento, en anteriores ediciones la música debía terminar a las 12:30-1:00, pero este año, Dios sabe por qué (y sabiendo lo coñazo que está Botella), la jarana terminaba alrededor de las 2:30. Tampoco resultaba un exceso, pero a esa hora todavía te puedes ir a la cama sin sentirte mal. Antes te quedabas en tierra de nadie («¿salir o no salir») y te cortaba el rollo.