¡A ver quién mea más lejos!
La polémica musical del momento, a pesar de que destile mucha tontería, y como reza el titular, una actitud de «a ver quién mea más lejos» que tira para atrás, hay muchas ideas interesantes enterradas bajo los diferentes tonos (victimista, prepotente, condescendiente, etc.). Allá voy.
El Crucero Ochentero: la pesadilla ibérica
La comparación entre Weezer Cruise y el Crucero Ochentero es a estas alturas mezclar churras con merinas. Desde hace mucho ya se asume que Estados Unidos está a eones en materia cultural respecto a España, por mucho que a muchos les duela. Y no valen argumentos en la onda de que la última de Transformers vaya de camino a coronarse como la película más taquillera de 2014. Las comparaciones son odiosas, pero obviando esto, resulta bastante manido un ataque tan directo y evidente hacia el ámbito comercial desde una perspectiva indie, y más en este caso, donde tampoco lo plantea desde prismas más o menos novedosos. El término «caspa» sería lo primero que le vendría a la cabeza a cualquiera que comparta gustos más o menos indies al enterarse de la existencia de este crucero (y se trata del público al que va dirigido el blog). No es nada nuevo, más bien resulta hasta redundante. Quizás lo más llamativo radica en su afán de hacer gala de una actitud hiriente y altiva.
No se puede negar que la música nacional y comercial, sin tener en cuenta la calidad, vive en un estancamiento perpetuo desde hace unos años. Pocas nuevas estrellas nacen y seguimos viviendo de la nostalgia de una época donde los discos de oro y platino se repartían como caramelos. Esta crítica se percibe en el artículo de Pepo, tomando como ejemplo un evento al que en mi caso no acudiría ni harto de tequila (una cosa es asistir una noche a un evento de este estilo, por equis motivos, y otra estar atrapado varios días en un barco). Para gustos los colores. El caso es que ya huele el tufillo de superioridad del indie hacia el comercial, en el que incluso hasta nosotros caemos. Sin embargo tampoco acabamos en la crítica más visceral y destructiva e intentamos aportar razonamientos, unos más evidentes o más válidos que otros. Quizás empatizamos con Pepo en el hastío que provoca la falta de opciones musicales y que siempre sean los mismos los que se llevan el pastel, aunque esté podrido ya, porque el nivel sociocultural del país no da para más. No obstante, su artículo es puro populismo indie. ¿Existe? Pues sí, en modo Esperanza Aguirre, aunque esta vez los insultos no se escuchan tras un micro supuestamente apagado.
Luego está la réplica de Javier Ojeda, que tampoco se queda corto en términos de prepotencia, pero en este caso recubierto de una capa de pedantería que empacha, aunque eso es lo de menos. Hay cierta verdad en que a veces hay que vivir un evento para obtener una mejor visión del mismo, pero en este caso erra en varios asuntos. Uno, que no se trata de una crónica, aunque tenga ciertos rasgos de ella. Dos, una actuación no se debería criticar tan ferozmente por un vídeo de pésima calidad (otra cosa es que la canción te parezca un horror, cosa que compartimos). Tres, le acusa de tendencioso, y la pregunta es: ¿desde cuándo una crónica es objetiva? Creo que se trata del género más extremo que conozco. También le echa en cara el no contrastar, pero Pepo no especifica que todas los directos de Ojeda sean un auténtico descalabro. Esta lo es, es lo que hay, por las razones que sean, pero toca asumirlo. Y bueno, en el otro lado de la balanza, el ámbito indie no puede presumir de grandes voces, lo que tampoco supone un problema, y donde luego Pepo se contradice. Y cuatro, ¿es que tengo que estar en Siria para darme cuenta del horror? Hay aspectos evidentes, y si el concepto te parece espantoso, dudo mucho que estando ahí cambies de opinión, en tal caso, salvo excepciones, se multiplicará.
El momento de la vergüenza ajena comienza cuando Ojeda se saca de la manga su currículum. Ahí tenemos la verdadera competición de meados. La pedantería deriva en cierto tono de «te jodes como Herodes» o «y yo más» que acerca todo este embrollo a niveles de rifirrafe entre chavales. ¿Mofándose de que nadie conoce a The Secret Society? Pues hombre, la calidad musical no se mide a través de esos parámetros, además de sonar a argumento de talifán para defender a su diva favorita. Y lo más gracioso es que le recrimina que no se ha enterado del lanzamiento de su último disco en solitario; aparte de vivir en un mundo de hipsterismo, puede que se deba a que nadie se ha enterado. Como nadie se ha enterado de que existe The Secret Society, claro, y eso no demuestra nada. Y si ha sido contratado para 62 bolos no es por su última obra, ya que al 95% de los asistentes solo querrán escuchar Sabor de amor y derivados, lo que no dice mucho de su carrera actual a nivel de popularidad, rasco tan importante para él. Vamos, que se ha puesto en ridículo en el mismo párrafo. La ¿fama? le ha cegado.
El nivel de tontería sigue en aumento y nos cuenta algunos logros de su pasado, entre los que destaca el que ya fue indie en los ochenta cuando grabó un álbum junto a Chris Nagle, ingeniero de sonido de Joy Division, y cierra el argumento con un «¿qué te creías?» ¿En serio? No es menos cierto que en los 80 Danza Invisible se acercaban a un estilo más new wave, pero luego viraron hacia un pop más dirigido a las radiofórmulas, pero de ahí a catalogarse de indie, no sé yo. Vale, sería el discurso de siempre: ¿qué es indie y qué no? Danza Invisible no lo es, no pasa nada, pero no, y me baso en que estamos ante un género que busca la complicidad con un público mayor. The Secret Society o cualquier banda de Pepo prefiere alejarse de ese modelo. Y ya lo de autogestionarse suena a risa. Autogestionarse no es sinónimo de riesgo musical, aunque técnicamente algunos cataloguen el indie como tal. Eso sí, como bien dice, no le falta el respeto a nadie… salvo que se lo falten a él. Quizás con palabras menos desagradables, pero el ojo por ojo que no falte. Oye, que no está mal, a veces dan ganas de quedarse a gusto a pesar de no acertar siempre en tus argumentos.
Carta abierta a Javier Ojeda, cantante de Danza Invisible
Y luego la réplica de la réplica. Hasta cierto punto comparto que el pasado en el pasado está y sobre todo que la cantidad de álbumes o bolos que tengas no te hace mejor artista. El problema llega en el párrafo donde se excusa de su actuación en Radio 3, la que Ojeda utiliza como arma para demostrar que Pepo canta como gata en celo. El argumento tan extendido como deleznable que se basa en que alguien con una excusa elaborada pierde todo tipo de credibilidad (el mundo, a pesar de lo que muchos crean, es bastante complejo y no todo se puede resumir en una sola frase), y que muchos explotarán en defensa de Ojeda, importa un pito; el problema radica en el giro hacia el victimismo que toma tal explicación. Es una triste realidad que muchos músicos no se puedan dedicar a su arte y tengan que compatibilizarlo con un trabajo que a veces pende de un hilo, pero que alguien tenga la suerte de poder vivir de ello no da el santo derecho a culparle de las penurias de uno mismo.
A continuación se escuda en que Ojeda es un profesional de la música y él no, y que por ello este está obligado a cantar bien y él no. A ver, aquí nadie está obligado (que se lo digan a Katy Perry), pero ganes millones con ello o no, el arte se intenta llevar a cabo lo que mejor se pueda. ¿Que no se puede? Todos tenemos límites, ya habrá otras cualidades que quizás lo compensen. La idea de que lo suyo es trabajo y lo tuyo es arte no funciona, porque el arte se merece todo el respeto del mundo, y más si es el trabajo de tu sudor y lágrimas, haya o no haya público. ¿Si no hay público da igual cualquier despropósito? A Pepo le gustaría haber cantado mejor ese día, él mismo lo reconoce, entonces la contradicción es absoluta y la excusa barata. La cagaste, muy bien, otro día saldrá mejor. Porque además quieres que así sea. Y volver a lo de la actuación junto al líder de Seguridad Social, pues en fin, ya ha quedado claro que se trató de una acto espontáneo, por lo que él ahí no estaba en el papel de profesional, sino casi como aficionado y amante de la música, como Pepo.
El argumento acerca de que ser artista no solo implica saber cantar, que solo se trata de técnica, comprende una realidad que siempre ha vendido la música comercial. Por otro lado está el tema de la interpretación, que no queda claro si la mete en el mismo saco. Algunas de las mayores figuras musicales de la historia no componían, pero su interpretación era tan potente (y no me refiero a gritar más) que nadie duda de su condición de artista. Pero como esto no queda claro, hay que desmontar de una vez el falso argumento de que a mejor voz mejor artista. No, y punto. No obstante a veces resulta vergonzoso escuchar a algunos vocalistas indies que se escudan en su actitud para ocultar una técnica paupérrima no solo a nivel vocal, sino también en el manejo de instrumentos. Ah, bueno, y lo entrar al trapo de a ver quién tiene más discos, con foto incluida, desluce una última parte que remontaba tras el victimismo previo.
El resto, por lo general, lo comparto, en ambos lados (aunque tiro más hacia el de Pepo, qué se le va a hacer), con matices, eso sí, dependiendo del caso. Y es que la realidad es muy compleja para simplificarla en tres ideas preconcebidas, por lo que esta pelea poco aporta, y este artículo tampoco, pero bueno, apetecía escribirlo, por sacar algo de oro de tal río de mierda y opinar al respecto, que en este país somos expertos.