Spoon – They Want My Soul
A veces no jugar en la liga de la modernidad supone pagar un precio. Grandes obras se nos escapan porque se niegan a adecuarse a lo que los medios y por consiguiente el público demanda, hasta la próxima y efímera moda. En esa tierra de nadie siempre han estado y casi seguro estarán por los siglos de los siglos Spoon, que hacen gala de un estilo que varía bien poco pero que se les da de perlas. Su buen hacer es la clave para que casi veinte años desde su primer lanzamiento se mantengan su posición en la escena pop-rock alternativa. A veces puede que no se les tenga tan en cuenta como a otros coetáneos, pero siempre están ahí, nunca fallan, y ese es su gran baluarte.
Esta situación, sin ser catastrófica, resulta un tanto injusta, porque para más de uno pueden incluso ostentar una carrera tan estable o más que leyendas como Yo La Tengo o Wilco; pero es verdad que su falta de pretensiones e intensidad les hace parecer más intrascendentes de lo que en realidad son. Y esa faceta evidentemente se mantiene en They Want My Soul, que sigue sin contar con una producción o un tono tan afectado como coetáneos como The National. Lo que no quiere decir que no haya tela que cortar en sus letras, jugando en algunos casos con lo ambiguo. Ahí está la frustración y desesperación de Rent I pay, pero otra cosa es la interpretación del tema, abierta a cada uno.
En este primer adelanto ya se percibía desde la contundente batería inicial el carácter rudo y directo en su sonido que tanto gusta a unos como espanta a otros. Más pop pero sin despegarse de su estilo habitual es la divertida Do you, donde flirtea con una chica a ritmo de palmas, un falsete de lo más pegadizo y una flauta suspendida en el aire que conjura un sugerente clímax final (¿se la habrá ligado entonces?). Muy ellos también se muestran en Knock knock knock, tajante y seco, que retrata aquellas relaciones oficialmente rotas pero que nunca terminan del todo; o en el entre paranoico e irónico tema titular, muy rock, muy clásico.
Luego se despachan con varios ejemplos que rompen ligeramente con su imagen de mononotía sonora y estilística que en parte evita que estén siempre en primera plana. Ahí está la delicada (para lo que son ellos) Inside out, que a través de referencias espaciales en la letra se deja envolver por arpas y sintetizadores que la sitúan entre el vacío, planetas y estrellas. Los teclados sesenteros y la briosa guitarra de Outlier le otorgan un acabado que recuerda a las sintonías de las series policíacas de los setenta. Por no hablar del enérgico blues de I don’t understand o la popera New York kiss, que podría recordar a unos Phoenix menos aburguesados.
Así que no rompen con su pasado, sino que lo convierten en su presente gracias a ligeras pinceladas de novedad que adornan, no modelan. Porque ellos son lo que son, siguen en sus quince, y sus fans se lo agradecen, y más cuando su conjunto, formado por diez cortes (como Dios manda), demuestra una solidez a prueba de modas o bandas que les eclipsarán en su momento, pero que un par de años se volatilizan sin dejar rastro. Y por si fuera poco siguen ofreciendo grandes directos, y por suerte Daniel y compañía se dejan ver muy asiduamente (en Primavera Sound 2014 me los perdí porque seguro que coincidían con alguna modernez; sí, nadie está libre de pecado). Os esperamos, chicos.
Puntuación: 8