Crónica First We Take Berlin 2014 + Berlin Festival 2014
El Berlin Festival se ha caracterizado en los último años por ofrecer un cartel más que decente en uno de los puntos más emblemáticos de la capital alemana, como es el antiguo Aeropuerto de Tempelhof, situado en medio del barrio del mismo nombre. Así mismo, el festival urbano se complementó el año pasado con la creación de First We Take Berlin, un festival que, al más puro estilo del SXSW, ofrecía conciertos de grupos locales e internacionales, muchos de los cuales no actuaban únicamente una vez, en diversos espacios de Kreuzberg. Suena idílico, ¿no?
Podría funcionar; de hecho, el año pasado funcionó, y, durante 4 días seguidos, los habitantes y visitantes de Berlín pudieron (pudimos) disfrutar de conciertos de muchos artistas de nueva hornada, no tan nuevos, consagrados y míticos. Pero este año las cosas se torcieron un poco…
Tras el ajustado anuncio de la organización por el cual informaban que el festival dejaría su emplazamiento en Tempelhof para mudarse a una más modesta Berlin Arena –incluyendo varios recintos pequeños, e incluso algún parque de los alrededores–, no llegaron muchas más confirmaciones de artista, como tampoco llegó ningún cabeza de cartel. La organización, quizás a manera de excusa, había indicado que el espíritu del festival no consistía en grandes cabezas de cartel, y la verdad es que contaba con una letra pequeña y mediana bastante envidiable, por lo que se lo dejaremos pasar.
Lo que sí no les dejaremos pasar es la, a mi parecer, mejorable coordinación entre los horarios del First We Take Berlin y los del Berlin Festival, que afectaba especialmente a los asistentes de ambos festivales. Quizás el no solapar ambos eventos habría significado ofrecer una experiencia menos traumática a los más fieles.
Tampoco estoy demasiado contento con el nuevo emplazamiento, que aunque ofrece una experiencia 100% Berlín, quizás más aún que el aeropuerto reconvertido en parque abierto al público, parece que fue montado a último momento con prisas: la Art Village pasaba de ser uno de los pilares del festival a ser una atracción minoritaria con pocos artistas participantes, y la Food Village, anunciada en uno de los tantos boletines de noticias enviados, brillaba por su ausencia. Quedan muchos puntos por pulir, sobre todo si se desea mantener el nuevo recinto, denominado Arena Park por la organización.
A pesar de lo no tan bueno, de los conciertos que tuve la oportunidad de ver, muy pocos no estuvieron a la altura de mis expectativas. Jaakko Eino Kalevi, por ejemplo, ofreció un corto pero correcto show, en el que puso a bailar al escaso público congregado en Postbahnhof. Él, por otra parte, parecía flotar ligeramente por el escenario, como si no fuera con él la cosa.
Los franceses Talisco, al parecer, gozan de una gran popularidad entre el público autóctono, ya que el BiNuu, un recinto de pequeño tamaño, se encontraba casi hasta la bandera. Todos pendientes de escuchar el pop/rock electrónico-épico que recordaba a ratos a Bastille, aunque, eso sí, con una mejor presencia en el escenario. Puede que Talisco no sean grandes aún, pero desde luego se están preparando para serlo.
El viernes, primer día del Berlin Festival, pintaba algo mejor. En (gran) parte gracias a Austra, estrellas de la noche (con perdón de Darkside). Los canadienses nos deleitaron con su pop dramático, que parecía no cautivar al impasible público alemán. Luego nos dimos cuenta de que o no se impresionaban por nada, o es que no demostraban su entusiasmo. En todo caso, Katie Stelmanis y los suyos ofrecieron un concierto memorable, y muy bailable, en el que no faltaron temazos de sus dos álbumes como Painful Like, Home, Lose It o Beat and the Pulse. Por supuesto, la particular voz de Stelmanis se hizo con el escenario principal en tan solo unos instantes, y ya no lo dejó ir hasta que dio por terminado el show. No se llegaron anotar demasiado, siquiera, los graves problemas de sonido de dicho escenario.
Lo de Darkside se veía venir. El dúo formado por Dave Harrington y el patrón del sello Other People, Nicolas Jaar, ya había demostrado en la pasada edición del Primavera Sound que, a pesar de haber lanzado únicamente un álbum (que al parecer, será el último, a tenor de su anunciada separación), saben crear (y mantener) atmósfera. Harrington y Jaar ofrecieron un concierto de una hora durante la cual el público tenía permanentemente los pelos como escarpia. Y no es para menos, la propuesta de los dos músicos es sólida, tiene cohesión y además sabe jugar con la oscuridad, la electrónica más visceral y nuestros sentimientos más primitivos. El mejor concierto de todos los que vi en el festival, sin lugar a dudas.
Todd Terje puso fin al trance y a la oscuridad con su electrónica altamente bailable (y hortera). Vale que el noruego no destaca, precisamente, por su técnica (aunque tampoco es que sea malo), pero sí por su desparpajo y hedonismo. Como prueba de ello fue un público ya un poco más suelto bailando abiertamente Inspector Norse, o que Todd terminara con I Wanna Dance With Somebody de la difunta Whitney Houston. El siguiente, Dj Koze, jugaba con ventaja, puesto que es un viejo conocido entre el público alemán. Y no falló, aunque quizás hubiese estado mejor después de Darkside, por eso de mantener los efectos del trance un poco más.
El segundo día del festival (y tercero en la cuenta total), llegaba el turno de ver a Mount Kimbie, pero en el temido escenario Glashaus. Temido por el calor que hace dentro, superior al del escenario principal, y por el sonido, peor que el del escenario principal, ya de por sí deficiente. Sin embargo, el dúo inglés supo mantener el calor y hacer a la gente bailar, a pesar de que al mismo tiempo tocaban Editors en el escenario principal, gracias a su interpretación del ambient.
Editors, a falta de un cabeza de cartel por méritos propios, ejercieron de cabezas de cartel oficiosos. Se esperaban hordas de ex adolescentes autodenominados «indie», de esos que aún siguen comprando álbumes de Kaiser Chiefs o The Kooks, pero la verdad es que el público era más bien heterogéneo. ¿Quizás gente que no tenía nada mejor que ver? Sea como sea, y dejando los prejuicios de lado, lo cierto es que el quinteto liderado por Tom Smith ofreció un concierto potente, repleto de éxitos de esos que todo el mundo sabe (Munich, And End Has a Start, The Racing Rats, Papillon…) y corea. Y Smith sabe moverse sobre el escenario, y sabe entretener. Quizás Editors no salgan jamás bien parados en Pitchfork, pero ya quisieran muchos grupos hipsters de usar y tirar tener la trayectoria que estos tienen.
Otros con mucha experiencia musical, Zoot Woman, tuvieron también a su disposición el escenario principal. Sin demasiadas sorpresas, el trío cuya principal figura es Stuart Price, productor de Madonna, The Killers y cía., dejó caer algunos de sus éxitos más clásicos, como It’s Automatic, además de presentar en sociedad su último álbum, Star Climbing (Embassy One, 2014), con canciones como Don’t Tear Yourself Apart o la muy pegadiza Coming Up For Air. Hace muchos años que el electropop no era tan elegante como lo fue aquella noche.
El último día, muy temprano, llegaría el turno del concierto de Jessie Ware. Yo esperaba especialmente este recital, ya que estaba ansioso por escuchar algunas de las canciones que formarán parte de Tough Love, su segundo trabajo previsto para octubre. Sin embargo, el sonido del escenario principal no jugó a su favor. Resulta vergonzoso que en un festival de estas características no se tengan en cuenta estos detalles tan importantes. A pesar de todo, la británica se mostró afable, como siempre, y nos deleitó con una selección de temas, desde los mejores como Running, Sweet Talk o Wildest Moments, hasta (y sobre todo) los más nuevos, como Cruel, Champagne Kisses o la genial Tough Love. Ware, además de hablar muy contenta sobre su reciente matrimonio, recibió de parte de un/a fan un regalo que la emocionó especialmente. Adorable, como siempre.
A pesar de que la oferta era mucho más amplia, el cansancio se hacía evidente, por lo que (y no sin un poco de esfuerzo) decidimos aguantar hasta Woodkid, a quien no nos queríamos perder. Sabia decisión. Yoann Lemoine, quien iba acompañado por toda una orquesta, se crece mucho sobre un escenario, conecta con el público y se entrega completamente. En la hora y media que duró su set, Lemoine ejerció de cabeza de cartel absoluto de la última noche. No se dejó en el tintero ninguna de sus canciones más reconocidas por el público, como Iron, I Love You, The Great Escape o Run Boy Run, canción con la que finalizó tras un amago de retirada. Tampoco se olvidó de tocar alguna cara B, como Brooklyn, o temas nuevos. Ni siquiera se olvidó de bailar animadamente junto a sus músicos, y de hacer saltar durante largos minutos a un público ya totalmente irreconocible. Si al final Yoann se toma un descanso de la música, con total seguridad lo echaremos de menos.
Tras encontrarnos con muchas luces y algunas sombras, pero quedándonos con un buen sabor de boca, dimos por finalizada nuestra presencia en esta edición del Berlin Festival, que ya ha anunciado que se volverá a celebrar en 2015.
Fotos de Music Concert, Simson Petrol, Kimberley Ross y Thomas Quack (Berlin Festival).