Vessel – Punish, Honey
La necesidad de hacer ruido para comunicarnos es innata al ser humano. Sea a través del llanto, la carcajada o dando pataletas sobre el suelo somos capaces de comunicar emociones muy básicas. A fin de cuentas, sólo es ruido pero le atribuimos un mensaje emocional, ya que nuestras neuronas espejo se encargan de empatizar con el emisor mensaje. Esta forma innata de comunicación puede desarrollarse y manifestarse a través del aprendizaje de un instrumento o mejorando la habilidad vocal hasta transmitir emociones más complejas. Sin embargo, para Sebastian Gainsborough, el nativo de Bristol que se esconde bajo el proyecto de Vessel, la obsesión que le persigue son las posibilidades que encierra la creación del ruido y su organización, usando las estructuras del techno para transmitir sensaciones abstractas y en cierta medida esotéricas o místicas.
El primer álbum de Vessel, Order of Noise (Tri Angle Records, 2012), supuso su carta de presentación como artista “noise-techno”. En él, Gainsborough pintó un paisaje ruidoso, opresivo y actualizado de estilos propios de “el sonido Bristol” como el trip-hop, el dubstep y ciertos matices industriales primitivos. En 2013, Vessel sorprendió con un EP titulado Misery is a Communicable Dissease (Tri Angle Records, 2013) donde el sonido envolvente, crudo y rudo transmite un malestar que de alguna forma resulta placentero. Sadomasoquista podríamos decir.
En su segundo álbum, Punish, Honey (Tri Angle Records, 2014), Gainsborough transmite esa obsesión que tiene con la capacidad regenerativa del ruido tras su reestructuración, dando otro ángulo de visión del mismo paisaje que ya nos enseñó con Order of Noise y que nos contagió con Misery Is a Communicable Dissease. Esta nueva visión nos descubre una atmósfera más sombría, áspera y cabizbaja pero al mismo tiempo más madura, sadomasoquista y con sutiles destellos de luz. Es imposible no imaginar las cintas en serie de una fábrica en pleno funcionamiento, con polvo en suspensión y donde todo parece seguir la sincronización que impone cada línea de bajo aplastada por el pisotón de un bombo.
En Punish, Honey, la elaboración y captura del ruido adquiere matices de algo “casero” o tradicional de Bristol. Los sonidos metálicos, los de un organillo huérfano y los de brazos mecánicos están en comunión con otros más orgánicos como los gemidos nauseabundos que podemos escuchar en Red Sex o Euoi. Con Anima, Gainsborough nos introduce en una dimensión fantasmagórica, donde una idea tan oscura como potente parece establecerse dentro de uno mismo al ritmo de unos tambores rodantes. Lo mismo ocurre en Kin to Coal y en DPM, donde siguiendo con la misma técnica hace inquietar al oyente con sonidos de martillos neumáticos y sierras eléctricas. También podemos encontrar ciertos guiños a su trabajo anteriormente publicado como en Drowned in Water and Light o Black Leaves and Broken Branches donde Gainsborough vuelve en términos de estructura a ofrecernos casi la misma visión que ya nos dio con Order of Noise. Cuando el álbum cierra con Punish, Honey o DPM, todo desvanece y lo que se siente es una relajación real como tras una sesión de spanking o cualquier otra práctica BDSM.
En definitiva, la capacidad de Vessel como artista sonoro o de ruido es indiscutible y otra muestra consolidada de ello es este último trabajo suyo. Lo mismo, pero distinto.
Puntuación: 9,5