Crystal Fighters en Circo Price, Madrid
El martes es un día de esos tontos que te apetece un concierto. Aunque esta vez no fue preparado de antemano sino resituado por el fallecimiento del batería italiano -último miembro en unirse a la banda- Andrea Marongiu.
-Sí, se ha muerto tía- fue seguro una de las frases más oídas mientras esperabas en la única barra (¿?) dispuesta para el evento.
Así que el concierto ya tenía un halo de expectación y misterio. Y no deja de ser curioso que fuese en el coqueto y querido Circo Price donde ocurriera; Crystal Fighters debe su nombre a una ópera inacabada del abuelo vasco de Laure, una de las componentes iniciales de la banda. Opereta, txalaparta, sintetizadores y fiesta. A mí me encajaba.
Pero claro, luego tiene que sonar. El Circo Price no suena. No es que no suene bien, es que no suena, punto. Su acústica no está para estos trotes. Y los técnicos de sonido pensaron que de perdidos al río, ya que la nitidez es una quimera por lo menos que sea atronador. Y así fue.
Pasadas cinco bombas de hielo seco y 35 minutos de la hora, Crystal Fighters asaltaron con energía, alegría y pasión (y haciendo oídos sordos) el escenario sacando el triplete de temas que suelen abrir sus actuaciones: Solar System, Follow y L.A. Calling, para tener pronto al público caliente y en el bolsillo de colores brillantes. Ya daba un poco igual todo. La gente (de entre veinte y treinta años en general) entregada y bailonga desde el primero de la pista a la última de las butacas. Y ellos igual, creando esa especie de sinergia que es casi la esencia de todas sus canciones. La procesión iría por dentro, pero estos seis diablillos han venido aquí con generosa actitud a hacer pasar un buen rato a otros cientos. Y eso es de respetar.
Separator y You and I fueron el preámbulo de Bridge of bones, tema en el que pusieron más empeño pero al vez recibieron menos apoyo de la mayoría. Siempre hay un bajón entre tanto jolgorio. Hasta que Graham, el guitarrista txalapardista, cogió el micro y pidió un tiempo y gritos para la memoria de Marongiu que el público acogió con calidez, cómo no. Ellos agradecieron y pidieron más gritos para su alma y así. Muy hippie todo.
Love is all I got, Plage y una refrescante Champions of sound se abrieron paso hasta llegar al último tema –At home– que fue de los más emotivos. El pueblo quería más, sabía que iba a tener más y sabía que lo que quería lo iba a tener. No dudó nadie un segundo en quedarse 10 minutos gritando o simplemente allí, esperando. Y de repente, como si alguien hubiera pisado un cable, se escucha con una limpieza casi perfecta los primeros compases de I Love London, y ya puso a todo el mundo con el culo para arriba y los brazos más agresivos saltando sin parar.
En el segundo bis nos cantaron su himno new age Wave. Y vas dándote cuenta de nuevo que no fue que el sonido mejorara, es que I Love London es muy cerda, ravera y sucia, y se adapta a cualquier acústica. Para rematar Xtatic Truth. Buen final, obvio pero dejando la cosa por los aires. Y dejándonos solos de nuevo en el martes.
En fin, un concierto lleno de circunstancias en contra que Crystal Fighters ha sabido cómo apañárselas para dejar a todo el mundo contento. Incluso a ellos mismos. Si te dejas llevar por sus mantras y te liberas un poco del peso, claro.
foto: Carlos Villanueva vía RTVE
Aquí tenéis una entrevista hecha a la banda el mismo martes del concierto.