Silver Apples, fósiles vivientes de la música electrónica
Pioneros (R.A.E): Alguien que realiza los primeros descubrimientos o los primeros trabajos en una actividad determinada.
En el caso de la música electrónica Silver Apples están marcados con letras brillantes. Aunque bastante escondidas para el gran público. Uno de esos de los que no te suelen hablar y te lo encuentras siempre en un buen momento.
Para seguir los pasos de estos dinosaurios tendríamos que viajar hacia el Nueva York de 1967, cuando Simeon Coxe II (Simeon) -pintor de vocación-, fue de visita a casa de un amigo compositor de música clásica y encontró a éste borracho experimentando con un oscilador y sinfonías de Beethoven. Al rato, Simeon puso un disco de rock y empezó a jugar con el aparato. Sintió por un momento el futuro. Y ya no pudo alejarse de aquel sino.
Tras comprarle un oscilador a su amigo por 10$, se lo llevó al ensayo de su banda de entonces, The Overland Stage Electric Band. Los miembros no llegaron a comprender el nuevo rumbo que quería emprender Simeon y abandonaron el barco conforme él iba añadiendo electrónica. Todos menos Danny Taylor, el baterista, (otro visionario) así que el grupo pasó a dúo, y cambiaron el nombre a Silver Apples inspirándose en un verso del poema de William Butler Yeats The song of wanderind aengus:
“Though I am old with wandering
Through hollow lands and hilly lands,
I will find out where she has gone,
And kiss her lips and take her hands;
And walk among long dappled grass,
And pluck till time and times are done,
The silver apples of the moon,
The golden apples of the sun.”
Y así, agarrando el azar del destino, sin más conocimientos que la intuición y el buen gusto, Simeon fue incorporando cada vez más osciladores que apilaba en una mesa construyendo con el paso del tiempo la mítica The Simeon -de la que sacaba sus sonidos en más de ochenta controles de ritmo y de bajos- a base de osciladores, teclas de telégrafo, antenas de radios, filtros de sonido y un sin fin de partes de aparatos electrónicos reciclados que controlaba con las manos, codos y pies. Los cambios de acordes y tonalidades los dibujaba con pedales. Y por si fuera poco cantaba. Taylor, el que dicen fue el primer baterista realmente techno, ponía una base que encajaba a la perfección en ese extraño nuevo mundo.
En 1968, una pequeña discográfica llamada Kapp Records les grabó su primer trabajo “The Silver Apples” de cuatro cortes. Por aquellos tiempos Silver Apples ya había tocado su directo en los festivales que se hacían en los parques de Nueva York en contra de la guerra de Vietnam, llegando a tener un público de hasta 30.000 personas en Central Park.
Pese a la incomprensión inicial y división de opiniones acentuadas, el álbum no funcionó mal, llegando a estar más de diez semanas en la lista de más vendidos pese a la precariedad y defectos de su realización.
Contemporáneos del peso de John Lennon les señalaron como “lo nuevo que se avecina” y Jimi Hendrix pasaba varias noches con ellos jammeando.
Oscillations fue el primer single.
Pero llegó el descalabro de 1969. Tras grabar en un estudio con más posibilidades su segundo trabajo Contact y funcionando bien en el mercado, les llegan una serie de demandas de la aerolínea Pam An, que había prestado su logo para la portada del disco, donde Simeon y Taylor posaban bajo un aire psicodélico en la cabina de mandos. Con lo que la aerolínea no estuvo de acuerdo fue en la contraportada, que simulaba un accidente aéreo a la vez que tocaban un banjo.Malentendidos e injurias. La pequeña discográfica no tuvo medios para contrarrestar, Contact tuvo que retirarse de todas las tiendas de discos y Kapp Records fue absorbida por MCA Records, que ya no tuvo ningún interés en la banda y sentenció su desaparición.
Metidos en la vorágine de juicios y demás historias Silver Apples se las ingeniaron para grabar su tercer álbum The Garden que no consiguieron publicar. Simeon continuó haciendo colaboraciones musicales con la mente puesta en su gran proyecto, pero no tardó en desesperar y volver a su pasión inicial, la pintura. A Taylor le perdió la pista, y así pasaron los años. Muchos años.
A mediados de los noventa, Simeon fue invitado a una de las numerosas exposiciones de pintura del círculo neoyorquino y al llegar a ella casi se le paran los pulsos: el evento estaba ambientado con Silver Apples, lo cual le llevó a los sesenta y a darse cuenta que algo estaba sucediendo con su música en determinados ambientes. Encontró a Taylor no sin dificultad y -sorpresas de la vida- éste guardaba una copia del The Garden en una caja de zapatos de su trastero, que editaron sin trastocar en 1998 dejando perlas como los Noodles.
Numerosos grupos de la talla de Portishead, Beck, Stereolab no han dudado en señalarlos como una de sus más directas influencias. Halagos que a Simeon le causan asombro pues nunca se imaginó que lo que hacían con la música hubiera dejado tanto poso. A partir de ahí todo fue de nuevo en la sombra de esa leyenda que hace que ciertas bandas no acaben de alcanzar el reconocimiento y baños de masas que merecían. Simeon tuvo un accidente que le inhabilitó hasta 2004 y cuando estaba recuperado, Taylor, el baterista, falleció en 2005.
A partir de 2007 Simeon empezó una gira en solitario ya sin las bases perfectas de Taylor y sin su mesa-bastión de la música electrónica: The Simeon.Pero con los visos del futuro a sus espaldas. Y es que si bien el krautrock depuró los sonidos para hacerlos más bailables y Kraftwek los maquinizó, no puedes amar la música de este siglo sin antes haberte comido una o varias manzanas psicodélicas.
Silver Apples tocaron ayer en Barcelona, pero todavía estarán en tres ciudades españolas más: el 13 de noviembre en el Festival de Cine de Sevilla, el 15 en Paddock, Madrid y el 16 en el Teatro Arniches de Valencia. Una cita con la historia.