Sam Smith, o cómo venderse en un par de cómodos pasos

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A pesar de no llevarse el galardón a mejor disco del año (¡viva Beck!), Sam Smith ha sido el gran protagonista de los Grammy 2015, lo que era de esperar debido a diversas razones, siendo este triunfo la puntilla de una de las carreras más velozmente traicionadas que se recuerdan. ¿Por qué? No hace falta remontarse demasiado para pensar en Sam Smith como la voz de temas de corte bailable como La la la, Hatch y en menor medida Together, y ahora solo tenemos baladas lloronas y azucaradas. ¿Qué ha sucedido en tan poco tiempo? Una estrategia perfectamente medida casi desde el minuto uno, cosa que pocos pudieron anticipar en su momento. Y digo casi, porque es probable que en el primerísimo momento todavía no se atisbaba su potencial comercial, pero no tardarían mucho en darse cuenta.

A veces se antoja complicado contar con el hit indicado para barrer en listas, por lo que resulta muy recomendable participar en featurings a cascoporro por si alguno lo peta. Sam Smith tuvo la suerte de interpretar los éxitos de Naughty Boy y Disclosure, lo que le dio cierto caché como vocalista, a pesar de que la gente casi ni sabía de su apariencia. Porque claro, no es un chico guapo ni cachas, y aunque hay ejemplos de cantantes que no parezcan modelos de Calvin Klein, los sellos no quieren arriesgarse y mejor apostar por una voz llamativa (al menos en el ámbito comercial), y después, si despunta, ya le quitas la bolsa de la cabeza. Por otra parte reventar las listas comenzando tu andadura con una balada es harto complicado, y no son mayoría este tipo de casos, así que contar con un pasado reciente donde lo has dado todo en la pista de baile siempre ayuda para ir calentando al personal (con elegancia, eso sí, sin zafiedades estilo Calvin Guetta). Incluso para su disco apostó por Money in my mind antes que por Stay with me, porque hacer bailar al personal es más difícil que emocionarle a base de down-tempo.

Sin embargo, desde que publicó este debut, se ha alejado de esta faceta, tanto que aunque La la la estaba incluida a modo de bonus track, Latch, aparte de extra, solo estaba ¡en formato acústico! Mantienes el lazo con ese pasado reciente, pero lo justo. Por qué dejar la original bailable cuando puedes quedar más «maduro» con una versión en acústico. Porque todo se basa en eso, en vender una nueva cara más adulta, dirigida a un público más mayoritario que si bailas, porque el baile supuestamente siempre va dirigido a un público juvenil; y es que ya se sabe que los adultos no bailan, solo hacen calceta. Sin embargo los jóvenes también tienen su corazoncito, y de vez en cuando dejan de drogarse en los baños de la discoteca y lloran en soledad en sus habitaciones mientras comen helado (¡sí, los chicos también!). Qué mejor que llegar a ambos mercados y doblar las ventas. Y si hay que tomar la vía 100% tradicional, se toma, porque hasta Safe with me, que era más balada que otra cosa, pero de corte más moderno, se quedó fuera del tracklist. Un caso similar al de Adele, vamos. ¿Por qué le jode tanto al bueno de Sam que les comparen? Porque sabe que la estrategia huele a kimlómetros: más allá del estilo, dentro de que ella es más clásica, es porque ambos han triunfado (aunque dudo que él llegue a esas cifras) y porque se dirigen a un target similar. La diferencia es que Adele siempre fue así, pero Sam se ha vendido en cinco minutos de reloj.

Sí, todo es marketing, está más que asumido, y más en lo que se refiere a estrellas del pop, pero incluso estas suelen seguir una coherencia y no se les ve tanto el plumero. Y si se les ve al menos divierten, porque pocas emocionan, ya que un disco de baladas pop de calidad está al alcance de muy pocos. Pero los Grammy se pirran por este rollo, y él y su equipo iban de cabeza hacia este objetivo. A los premios les gustan los baladistas intensos de estilo supuestamente adulto (aunque luego escriban letras dignas del diario de un emo adolescente), y si además no hacen gala de un físico espectacular, mejor que mejor, ya que así creen que apuestan por un talento más que por una belleza, y se sienten buenas personas salvadoras del pop.

Ese es otro tema, ya que aunque no fue vendido como un icono sexual precisamente, a día de hoy está en modo Britney: «you wanna hot body? you better work, bitch». Genial que se quiera cuidar, pero esto, como el resto, parece una obligación contractual (y que no me vengan que es por salud, porque un poco de pancha nunca ha matado a nadie). Además, en vez obviar las críticas de Howard Stern acerca de su peso, va y sube una foto a Instagram como demostración de que no está gordo. Pero a ver, no tienes que demostrar nada, como si eres un palillo o una vaca burra. Así que si se le podía tildar de buen ejemplo para los jóvenes, todo se ha ido todo al traste.

La realidad es que es un chico de 22 años tan inseguro como cualquiera, y que como tal, está cegado por todo lo que supone el éxito y la fama, dejándose guiar por un equipo que le dice tal o pascual y que él en ningún momento cuestiona. Pero no somos tontos, los hilos de la marioneta se ven demasiado, y podríamos obviarlos si el resultado no fuese tan anodino, salvo excepciones. Y además va Tom Petty y le acusa de copiarle un tema suyo, I won’t back down, y justo el mayor hit del chico, Stay with me, y al final todo termina con un trato para incluir al americano en los créditos, con el dinero que eso conllevará, claro. Casi sin protestar, sin un mínimo de lucha, porque a pesar de los parecidos, es probable que Smith no la hubiese escuchado jamás y que se trate de una simple casualidad. Pues hijo, si es así como crees en tu música, vas jodido. Pero claro, visto lo visto, puede que tampoco crea en exceso…

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