José González en La Riviera, Madrid
(Whatsapp)
-Va a ser la peor crónica que voy a escribir, editor.
-Jajaja, si tienes tiempo pilla una cogorza.
Pero como no me gusta hacer caso ni en lo que me gusta sólo voy con un par de cervezas y un poco de humo en el cuerpo. Que es lo que se lleva en Madrid.
Siento un poco de vergüenza por no haber preparado bien el concierto; pero en seguida pienso que –excepto alguna más reconocible- son canciones de aspecto similar y podría escoger al azar el setlist sin que nadie se diese cuenta.
-Sí, quizás eso es lo que haga- me decía al cruzar el río y empezar a ver la inmensa cola de dragón de personas que llenarán por completo la sala.
Al ver tanta gente y tan variada en edades y colores hago una mueca que avala una antigua teoría: no hay mejor día para un concierto que un martes o miércoles. Días que están colgados y no saben si ir para adelante o retroceder. Días inesperados, como puntos suspensivos, donde quizás encuentras sin querer lo que andas buscando.
Paseo desde el final de la cola hasta la entrada por la tangente, imaginando que soy un caballero de la Edad Media que acaricia el lomo al dragón. Y confirmando que un buen cigarro de hierba a tiempo es un vaso comunicante siempre válido.
¿O no voy a un concierto? De folk-indie-rock-blues, dicen, además.
Entro. Tengo un boli bic, y títulos de canciones en un papel que no creo que recuerde al oírlas. –Va a ser un desastre, escribiré de lo que sea- pienso.
Pero no.
Es la tercera vez que veo pasar en mi espacio visual a una chica elegante y bonita –y bebiendo una cerveza- y como las dos veces anteriores mi cerebro había notado su presencia, me acerco a preguntarle algo que sólo merecería la burla o el desprecio humano por respuesta.
-¿Eres muy fan? (¿?)
-¿Eh?
-Eso…que… si te gusta mucho.
-Bueno, sí…soy bastante fan.
-Vale, pues si quieres me ayudas a escribir una crónica.
-Bien, no sé cómo pero de acuerdo.
Así que voy a por otra cerveza y comenzamos el primerísimo concierto de la gira Vestiges & Claws, llamada igual que su último disco, a las 21.20.
Hay bandas que, igual que en viceversa, pertenecen más al teatro que a las salas. Escuchar A José González es como poner un viejo vinilo a 33rpm. Esperar sus matices y rasguños. Y eso quizás exija algo de comodidad para su total aprecio.
Pero aquí estamos.
A la tercera canción comentamos mi nueva amiga newyorkina con suave acento italiano cuáles han sido los títulos. No importaba mucho porque sonaban con una nitidez bastante aceptable y ya daba todo más o menos igual.
Ella sostiene que ha empezado con tres del nuevo, pero le rebato con que ha abierto con Slow moves, y luego sí ha enlazado con Let it carry you…
Parece que nos vamos poniendo de acuerdo.
El arranque de Killing for love enciende levemente al calmado pero (muy) agradecido público aunque a contragolpe, In our nature devuelve todo al estado original, incluso un pelín más cansado. Y es que aunque dos canciones vayan seguidas en un disco no significa que casen siempre juntas en todos lados.
No tardó mucho la banda en desaparecer dejando a José González sólo ante todos, absorbiendo la atención en cada uno de sus acordes y tenue voz; sin duda el momento de la noche que más agradecieron los comedidos pero febriles presentes. Por allí sobresalió entre otras, Crosses.
Justo al volver la banda nos dejan un impecable Teardrop, que me sorprende por su belleza y simplicidad.
-Esta canción es de Massive Attack, Alexandra. La han tocado dignamente.
Alex sonríe. Sonríe bien.
Después de varias canciones más me comenta que han sonado Every age, Down the line, Hints… Qué agradable es, aún queda gente amable porque sí.
Para cerrar con estilo nos regalaron una versión extendida de la canción de Arthur Russell This is how we walk on the Moon.
Después de eso, tres bises, aplausos y aplausos, horita y media, y para casa.
-Hopefully we will meet again, newyorker!
-¡Vale! Hasta luego…
Un miércoles cualquiera. Un día de esos que no pasa nada. Pero que a la vez podría pasar de todo.
foto: Alberto Martínez, EFE