El asco y la ignorancia no se camufla con (supuestas) bajadas
El ABC anunció a bombo y platillo en su portada de ayer lunes 9 de marzo que el IVA cultural bajará al 10% tras la escandalosa subida del 8 al 21% hace cerca de tres años. Una medida que en su momento suponía un nuevo varapalo para una industria ya de por sí maltrecha (en parte también por culpa de los que supuestamente la conforman y defienden, todo sea dicho), donde se perdieron miles de puestos de trabajo, gran cantidad de empresas echaron un cierre y muchos proyectos con potencial se fueron al traste. Vamos, que de poco sirvió si el consumo descendía bruscamente, y así fue. Una locura en sí misma, se mirase por donde se mirase, pero todavía más escandalosa si se comparaba con el mismo impuesto aplicado en otros países de la Unión Europea, que cuando interesa es el espejo en dónde mirarse y la justificación para cualquier medida cuestionable, pero cuando no, si te he visto no me acuerdo (como sucede también con la Constitución, por otra parte). Al final ha resultado que la noticia era falsa, lo que demuestra una vez más la profesionalidad de los grandes medios de este país. Sin embargo Rajoy ha declarado que no lo descarta bajar en el futuro.
Había escrito este artículo asumiendo esta falacia, pero en realidad poco hay que cambiar del mismo, porque lo lleven a cabo finalmente o no (yo voto que sí, esta metedura de pata de uno de sus medios afines le puede pasar factura), la actitud ante la cultura es la misma, ya que solo lo harían por puro electoralismo. Porque en su momento, más allá de la propia medida, su puesta en práctica y las fatídicas consecuencias, lo que realmente nos jodió era algo que en realidad no sorprendió a nadie y que siempre ha estado ahí: la poca importancia, por no decir oposición, que los gobiernos en general, y la derecha en particular, otorgan a un ámbito tan importante en la vida del ciudadano. O que al menos debería serlo.
Al fin y al cabo lo que persiguen es contar con un ejército de individuos que «gocen» de un bajo nivel cultural, cuando es la cultura la que, entre otras cosas, modela la personalidad y la manera de ver el mundo, y no precisamente recibir clases de educación financiera que solo buscan formar a androides neoliberalistas. El sentido crítico se desarrolla vagamente, para así cuestionar más bien poco el sistema preestablecido y dejarse llevar por lo que digan los miembros VIP de ese chiringuito que tienen montado y en donde dominan la vida política, empresarial o medios de comunicación. Incluso si fuesen listos utilizarían este ámbito para sacar un mayor partido a este propósito, porque ya hay centenares de productos culturales que abogan por crear individuos de esta índole, pero son tan estúpidos que se ponen la zancadilla a sí mismos. Y es que es oír la palabra «cultura» y sacan las antorchas.
Por eso resulta minimamente creíble que tras lo que ellos expusieron como única alternativa para salir de crisis (aplicable a todo tipo de recortes durante estos tres años), ahora hubiesen tendido la mano, o lo hagan en el futuro, a algo que sabemos de sobra que les importa un pepino, y que incluso les molesta. Si un ministro de cultura cree que las asignaturas artísticas distraen (para conseguir el cometido expuesto en el anterior párrafo, evidentemente), que no vengan a estas alturas de buenos samaritanos. Maravilloso sería que sucediera, pero la intención también cuenta, no solo las acciones puntuales, y en año de elecciones pocas propuestas no suenan oportunistas, y menos si hablamos de volver a una situación previa mucho más favorable que la actual. Así que si esperan que les hagamos la ola, van listos (al menos por mi parte). Y su credibilidad, si es que aún les quedaba alguna, estaría por los suelos.
Lo peor es que crean que un entorno tan de izquierdas vaya a ir en masa a votarles por este cambio; es que ni aunque lo hubiesen mantenido en el 10%. Tantos años con una derecha que ha escupido sobre la cultura no pueden hacer cambiar de parecer de la noche a la mañana; y no solo despreciaban a los Bárdem y compañía, sino a todo el que se dedicase a ello culpa de actitudes y políticas deleznables. Quizás piensen que si se plantease esta medida vamos a sufrir síndrome de Estocolmo, en plan Brody en Homeland: te vejan de todas las maneras posibles durante un tiempo y luego te tratan a cuerpo de rey, y el que antes era tu enemigo ahora es tu referencia vital. La diferencia es que en ningún momento de su historia la derecha española ha tratado a estos trabajadores como reyes precisamente (no como en otros sectores), y con esta decisión dejarán de apretar un poco, pero tras las elecciones otro gallo cantará (si las ganan). Y esto también sucede y sucederá con otros «revivals» circa 2011 que vamos a vivir en los próximos meses de cara a las mismas. Habrá gente que picará, pero un ámbito que cuenta con cierto nivel sociocultural, va a ser que no. Y la mayoría de los que consuman la cultura más allá del mero entretenimiento, tampoco (aunque la realidad es que a la mayoría de la ciudadanía poco le importa la cultura). No cuela, se percibe demasiado asco e ignorancia debajo esta media sonrisa para poder taparlo regalando migajas.
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