Marina and the Diamonds – Froot
Marina and the Diamonds siempre ha jugado a un doble juego donde ironizaba sobre la fama, pero tampoco hacía ascos de ella. En realidad por momentos parecía que la ansiaba casi a cualquier precio. Tampoco es que se despelotase en sus vídeos (también porque sabe que no tiene ese perfil físico, que sino a saber…), pero sí tiró de varios productores descaradamente mainstream para su segundo disco, Electra Heart, donde además se notaba a la legua que no se emplearon a fondo como con otras popstars de mayor calaje popular. Incluso se podía decir que le dieron los restos que otras no quisieron. Sin embargo, a pesar de esa fallida pretensión, se trataba de un disco muy entretenido que solo chirriaba en lo que se refería a la producción. Ahora con Froot, y a pesar de obtener un par de mini hits con su predecesor, parece que Marina tira la toalla en ese sentido o quién sabe si se ha dado cuenta de que su talento vale más que transmitir una actitud desesperada.
Sin embargo, a pesar de que el sonido mira hacia el de su debut, no cuenta con una heterogeneidad tan marcada, y sí con un tono más plano y gris, a pesar del colorido y variedad de las frutas que supuestamente representa (quizás porque esta vez solo hay un productor, David Kosten). Hay temas excelentes como Blue que no estimulan nada este aspecto, y es una pena, porque con una producción más puntera serían la monda lironda. Incluso esta pereza se refleja a veces en las melodías, algo en lo que Marina nunca ha fallado. Ahí está Forget, que además se lanza como single (o buzz single) cuando tiene la pegada de un medio tiempo de Merche. También hay letras que no tienen problema alguno a la hora de restregarse en clichés, al estilo de Savages, que nos recuerda que tras nuestra apariencia de seres civilizados somos unos auténticos mamones los unos con los otros, o frases de Weeds (en general la metáfora de comparar el amor con un jardín), que emborronan otras realmente honestas y directas.
Hay tres temas a los que no se les puede poner pegas, y son justo los que abren el disco (y si me apuras cuatro, incluyendo el cuarto en el tracklist, el mentado Blue). Puede ser un riesgo comenzar con una balada, pero la sinceridad de Happy está por encima del bien y del mal. Luego la cosa se anima con Froot, el único número medianamente bailable del conjunto, que haría estar orgullosas a las mismísimas Baccara. De nuevo vuelve la emoción más pura en I’m a ruin, con un título autoculpable que ya lo dice todo, y una estructura melódica muy inspirada acorde con la temática. Después hay temas que sin brillar tanto mantienen el tipo con holgura, especialmente Can’t pin me down y Weeds, y medianías bastante anodinas (Forget, Savages, Better than that), en una sección, dos tercios del disco, algo irregulares. Por suerte Inmortal y su aire etéreo y profundo pone punto y aparte de manera muy acertada.
Así, por su primer single y la estética, era de esperar encontrarnos ante un álbum desenfadado, a pesar de que se podían esperar ciertas licencias emotivas (y más cuando dieron a conocer más «piezas de fruta»), pero al final tenemos un trabajo que aboga por lo segundo, y no siempre lo consigue. Y, como ya se mencionó antes, colorido en texturas, arreglos y tono, tampoco. Vamos, como el PP en 2011 con su programa electoral. Ese es otro «pero» que puede generar ciertas expectativas incumplidas, pero al fin y al cabo estamos ante un disco aceptable, con momentos brillantes y otros, no malos, sino más bien intrascendentes, que casi es peor. Da la sensación de que el talento de Marina da para más y que aunque posiblemente haya encontrado por fin su camino, todavía va tambaleándose. Ya dejó las tonterías que la distraían durante su pasada época, ahora solo toca afinar mejor.
Puntuación: 6,2 / Escúchalo: Spotify